El hechicero blanco que transitó al lado oscuro

El hechicero dejó que sus deseos de riqueza corrompieran su espíritu y por eso vendió sus servicios al mejor postor, y con su vida lo pagó.

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Afirman que por hacer el mal, el hmen Felipe se fue al infierno, rodeado de seres malignos que lo atormentan. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Los hmen son sacerdotes mayas que fueron bendecidos con ciertos dones para realizar cosas benéficas y casi imposibles para los demás hombres, pero estos poderes fueron dados por los dioses mayas y seres superiores con el objetivo de hacer el bien. De ahí parte todo.

A lo largo de varias décadas se han contado innumerables hazañas por parte de estas personas, como curar a enfermos desahuciados, ayudar a encontrar a personas perdidas, proteger casas y milpas, “limpiar” y quitar embrujos a gente que los ha recibido, etc.

Pero un día existió un hmen que decidió tomar el camino equivocado y empleó sus poderes para hacer hechizos de maldad a cambio de dinero. 
Su ambición no tenía límites y como venía de una familia de escasos recursos, buscaba salir de la miseria a toda costa.

El hmen en cuestión se llamaba Felipe Tzuc y vivió en Tizimín a principios del siglo pasado, aunque sus trabajos los realizó para gente de todo el oriente de Yucatán, ya que personas de Valladolid, Temozón, Buctzotz, Sucilá y sitios circunvecinos acudían a solicitar sus servicios.

Al principio sus clientes iban por los servicios “normales” (es decir favores de magia blanca), pero cuando se fueron enterando de que también hacía magia negra muchos de sus clientes fijos lo abandonaron, pero sus clientes nuevos se triplicaron, ya que es numerosa la gente que trata de hacer el mal y cuando se entera de que existen brujos poderosos no lo piensan dos veces a la hora de solicitar sus servicios.

Todo por dinero

Por varios años, Felipe Tzuc trabajó haciendo el mal, no le importaba quitar herencias, imponer enfermedades, separar matrimonios y unir a parejas prohibidas, lo único que quería era amasar una fortuna.

Gente de todos los estratos sociales lo visitaba, los más adinerados le pagaban en efectivo, los que no, daban joyas, alhajas, bienes, animales y hasta terrenos, por sus servicios.

En menos de un año fue notorio el cambio en Felipe, por una parte, ya había construido una casa mejor que su humilde vivienda de huano, vestía mucho mejor (siempre había andado con ropa andrajosa) y hasta se compró un par de trajes de “catrín” como si quisiera aparentar un estrato social mayor, pero como dice el dicho “aunque la mona se vista de seda”…

Varios hmen, incluido uno de sus maestros, lo fueron a visitar para llamarle la atención, pues se habían enterado que ahora Felipe sólo atendía al que más dinero le llevara y peor aún, usando magia negra y sus poderes para hacer el mal.

Despertó el temor

Fue inútil todo lo que le dijeron, le entró por una oreja y le salió por la otra; mientras tanto, en Tizimín ya muchos veían con cierto temor a Felipe, ya que como si fuera un “nuevo rico” no sólo miraba a la gente por debajo del hombro, sino que también los amenazaba con hacerles algo tan solo por quedársele viendo.

Pero una máxima entre los hmen dice que “Dios todo lo da y Dios todo lo quita”, y esto, para desgracia de Felipe, se le cumplió muy rápido…

Un día, mientras Felipe buscaba en el monte unas hierbas fue mordido por una serpiente coralillo. Él mismo se atendió la herida, pues sabía cómo curarse, pero de forma inexplicable no pudo quitarse todo el veneno, pues al llegar a su casa le dio fiebre y empezó a sentirse mal, su soberbia le impidió pedir ayuda, pues dos clientes cuando llegaron a verlo y darse cuenta de su estado ofrecieron socorrerlo y éste se negó.

Esa misma noche, Felipe, el hmen malo, falleció. Fue una muerte digamos muy absurda ya que pudo salvarse, pero sus compañeros hmen dijeron que fue un mandato de los dioses por todo el mal que estaba haciendo. Felipe hasta la fecha se encuentra enterrado en el cementerio municipal de Tizimín, pero esa ya es otra historia…

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