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Vaya, cuán grandes son Dios y la vida que nos han regalado un ser que en su imperfección humana es tan perfecto. Un ser bendito, lleno de dones y bienes, en cuya calidez el ser humano encuentra la alegría más plena. Un ser mágico, llamado mujer, que tiene el privilegio de poder ser madre y que acepta este don cargando con un sinfín de cruces a cuestas, un genotipo inigualable que es base de familia y amor.

Hablamos de un genoma diferente al del hombre, que con ello se explica ese ser tan complejo y único que es difícil de comprender, con una fisiología confusa pero dirigida al amor y la vida.

Hace años que se busca una igualdad de género sin aceptar la realidad: nunca seremos iguales, la vida nos ha hecho distintos; sin embargo, existe la equidad y con ella vienen el respeto y la tolerancia entre todos los seres humanos, donde cualquiera debe de sentirse libre en la toma de decisiones y aceptado por los demás con sus cualidades y defectos.

Hoy día la mujer tiene un papel muy importante, pues mientras unas siguen en batalla por sus derechos, otras quieren tenerlos por sobre el hombre.

Es esencial ser también parte de la propagación del respeto a ambos sexos y aceptar la carga que contrae la equidad, si bien pueden ser y hacer lo que quieran pero aceptando también el peso que amerita su acto.

Ambos: hombres y mujeres tenemos que aceptar que tenemos el mismo valor por ser personas, que tenemos los mismos derechos al ser seres humanos vivos y pensantes y que estos nadie nos los puede quitar.

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