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La columna Viernes Cultural informa a El Transcriptor, mientras beben sus espresso dobles, acurrucados en su hamaca matrimonial.

Es preciso aclarar que ellos no han firmado ningún acta en el Registro Civil que los una hasta que la muerte los separe. ¿Serán entonces concubinos? No se sabe, pero el asunto entre ellos no es materia de la columna de hoy, así que sigamos.

Leen en Milenio Novedades una noticia que paraliza al erotómano de su vida: “Ahora, en Yucatán el acoso callejero será castigado con cárcel”.

Continúa: “Con cárcel y la obligación de cumplir con un curso de conciencia social pagarán quienes acosen a las mujeres en los espacios públicos y en el transporte en Yucatán, según el punto de acuerdo aprobado por unanimidad en el Congreso del Estado”.

Chiquitipollo, chiquitipollo, ja, ja, ja, ja, se burla la querida de los viernes, ya no podrás chiflar a ninguna mujer, ni tocar su trasero como si nada, ni untarte con alguna en la vía pública, ja, ja, ja.

El Transcriptor enmudece, cavila seriamente el asunto legislativo, masculla algo ininteligible (de todas maneras, aunque se entienda, sería impublicable), y de pronto, corre como alma que lleva el diablo.

Oye, oye, le grita la columna Viernes Cultural, ¿a dónde vas, qué te pasa?

Agitado por la prisa que tiene, alcanza a decirle, voy a hacer dos cosas:

  1. Tramitar un amparo por violación a mis derechos humanos, no es justo, esto es una calamidad.

    2. Tomar un curso intensivo de aplicación de inyecciones. Inyectaré exclusivamente a mujeres, y después, sobaré y sobaré sus nalguitas, pobrecitas, sobre todo las izquierdas, que son mis favoritas.

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