Fraternidad, don que viene de Dios

En el marco de la 47 Jornada Mundial de la Paz y del Año Nuevo, la Iglesia exhorta a los fieles a elevar gozo y gratitud al Padre por las bendiciones recibidas el 2013

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El Arzobispo Berlie Belaunzarán pidió atender en especial a los más pequeños e indefensos. (Milenio Novedades)
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Milenio Novedades
MÉRIDA,Yuc.- Con motivo del Año Nuevo y la 47 Jornada Mundial de la Paz, el Arzobispo de Yucatán, Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán envía un mensaje a los fieles católicos de la Arquidiócesis:

La paz de Cristo, nuestro Redentor, esté con ustedes (cfJn 20, 19). Que el saludo de la paz de Jesucristo reine en cada hogar y en cada corazón en este año 2014 que el Señor nos permite iniciar.

 “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14). Que esta alabanza dirigida por el coro celestial ante los pastores que se encaminaban a Belén para adorar al Niño Dios nos ayude a todos a encontrar la paz de Cristo, quien vino a salvarnos.

Al iniciar este año 2014 exhortamos a todos a elevar nuestro gozo y gratitud a nuestro Padre, por todas las bendiciones recibidas a lo largo del año 2013. El es el Señor de la historia y de nuestra historia, el dirige nuestros pasos.

Al iniciar este año celebramos el primer día a la Virgen María como Madre de Dios y Madre nuestra y la 47 Jornada Mundial por la Paz. Este año el Santo Padre Francisco ha elegido como tema la fraternidad como camino para la paz. Desde el inicio de su ministerio como Obispo de Roma, el Papa ha subrayado la importancia de superar una “cultura del descarte” y promover la «cultura del encuentro» para avanzar en la consecución de un mundo más justo y pacífico. 

La fraternidad es una dote que todo hombre y mujer lleva consigo en cuanto ser humano, hijo de un mismo Padre. Frente a los múltiples dramas que afectan a la familia de los pueblos-pobreza, hambre, subdesarrollo, conflictos bélicos, migraciones, contaminación, desigualdad, injusticia-, la fraternidad es fundamento y camino para la paz.

La cultura del bienestar lleva a la pérdida del sentido de la responsabilidad y de la relación fraterna. Los demás, en lugar de ser nuestros «semejantes», se convierten en antagonistas o enemigos, y frecuentemente son cosificados. 

No es extraño que los pobres sean considerados un «lastre», un impedimento para el desarrollo. A lo sumo son objeto de una ayuda asistencialista o compasiva. No son vistos como hermanos, llamados a compartir los dones de la creación, los bienes del progreso y de la cultura, a participar en la misma mesa de la vida en plenitud, a ser protagonistas del desarrollo integral e inclusivo. 

La fraternidad, don y tarea que viene de Dios Padre, nos convoca a ser solidarios contra la desigualdad y la pobreza que debilitan la vida social, a atender a cada persona, en especial de los más pequeños e indefensos, a amarlos como a uno mismo, con el mismo corazón de Jesucristo. 

La comunidad social, para vivir en paz, está llamada a inspirarse también en los valores sobre los que se rige la comunidad familiar. Por eso, es muy importante inculcar en las nuevas generaciones los valores del Evangelio, los valores humanos y cristianos.

A María Santísima, Reina de la paz acudimos finalmente para que con su amor aprendamos a vivir más fraternalmente unidos y reine la paz de Cristo hasta el último rincón de la tierra. Como hijos de Dios busquemos siempre los caminos de paz. Construyamos la comunidad con la paz de Cristo.

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