Del precipicio personal a la ayuda al prójimo

Deysi Florinda Batún, quien tocó fondo por alcoholismo y la droga, fundó el Centro de Tratamiento 'La Gloria de Santa Isabel' A. C.

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El ver que uno de sus hijos, a quien daban por muerto, volvía a la vida en un hospital, llevó a Deysi Florinda Batún a cambiar de forma de vida para ayudar a los demás mediante un centro de tratamiento contra adicciones. (SIPSE)
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Cecilia Ricárdez/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- Del profundo agradecimiento por una nueva oportunidad para revalorarse y el milagro de la vida de su hijo, Deysi Florinda Batún fundó hace 17 años el Centro de Tratamiento “La Gloria de Santa Isabel” A. C., el cual inició brindando apoyo a un grupo de indigentes y ahora cuenta con tres campus, que enfocan la ayuda a mujeres y hombres, jóvenes y adultos, con problemas de adicción.  

Hoy suman 150 usuarios y en toda su historia más de seis mil personas se han rehabilitado.

Con el respaldo de su testimonio, el apoyo de profesionales y gente que cree en el proyecto, lidera la agrupación que además de apoyar con tratamiento, los capacita para continuar una vida libre de adicciones y productiva en el ámbito laboral.

Deysi, transformada por un centro de autoayuda hace 30 años y motivada por las bendiciones de la providencia, quiso a manera de agradecimiento hacer algo por los alcohólicos y los drogadictos, que llegan a ser considerados el último eslabón de la sociedad, pero a quienes ella percibe como oportunidades para trabajar y demostrar que una vida mejor, digna, es posible.

Tocar fondo para encontrar luz

A los 13 años, en plena adolescencia y búsqueda de identidad, se encontró con las adicciones, el pandillerismo y una forma de vivir que a simple vista se veía oscura, sin futuro. Con una madre ausente por su trabajo, Deysi no la culpa de sus malas decisiones y asumió las consecuencias de las mismas.  

Años después, aún muy joven, concibió a sus cuatro hijos, a quienes se llevó entre sus fracasos y a la vez fueron el motor que la orientaron al lugar de lucha que hoy tiene.

Recuerda, con una mirada triste, que durante sus peores años en la penumbra de los vicios, estuvo en situación de calle. 

“Hace 30 años estaba hundida en la drogadicción, el alcoholismo, el pandillerismo, llegué al grado de andar deambulando, sin asearme y arrastrando a cuatro menores, mis hijos y una bolsa de basura… Pero Dios me salvó, cuando fui a un grupo de autoayuda, ahí volví a nacer el 10 de abril, y próximamente cumpliré los 30 años sin contacto con ninguna de esas sustancias”, apuntó.

La decisión fue definitiva, para el bien propio y de su familia. Diez años después sería testigo del milagro que inspiró la obra del centro.

“Hace 20 años atropellaron a uno de mis hijos, me lo dejaron tirado, con traumatismo craneoncefálico, daño cerebral, tres hidromas, estuvo cuatro meses en estado de coma, me lo diagnosticaron como muerte cerebral, incluso me dieron su acta de defunción y cuando se estaban haciendo los trámites, lo pasaron al cuarto frío de la T1 (Hospital Lic. Ignacio Garcia Tellez, T-1) y mientras conseguíamos todos los papeles los servicios funerarios, esto en un lapso de 5 a 6 horas, cuando la gente de la funeraria entró al cuarto para buscar el cuerpo, mi hijo se levantó y pidió agua, inmediatamente lo atendió el personal médico y lo sacaron de allí porque estaba presentando hipotermia, mi hijo por gracia de Dios está vivo”, abundó.

Recuerda que ese hecho fue consecuencia del alcohol y de la droga, pero no porque su hijo la consumiera, sino porque las personas que lo atropellaron estaban bajo la influencia de estas sustancias. 

Ayuda en expansión 

En el proceso de recuperación de su hijo, dejó de asistir a sus sesiones de rehabilitación para cuidarlo y fue a petición de él mismo, que regresó no solo para continuar su tratamiento, sino conformar el proyecto de lo que sería el centro “La Gloria de Santa Isabel”.

“Sentí que Dios me dijo, ‘yo soy muy especial, poderoso pero no puedo hacerlo sin ti, ayúdame’ y en mi casa abrí un anexo el 2 de julio de 1998 en mi casa de la colonia Santa Isabel; el primer usuario que tuvimos fue un joven de 15 años que vivía en la calle porque sus padres lo sacaron de su casa por drogadicto, ahora tiene 17 años sin consumir. 

Luego, prestando vehículos, fuimos al Hospital O’Horán, para ver a los indigentes que dormían en la rampas tapados con periódico, los despertaba y los invitaba a ir al albergue. Unos me insultaban, rechazaban la ayuda y otros aceptaban, muchos de ellos se recuperaron y nos promovían”, recordó.

De esta manera no sólo atendió gente de Mérida, sino también personas de otros estados, en poco tiempo ya tenía a 40 personas en casa y no se daba abasto. 

Con el apoyo de personas que creían en el programa basado en los 12 pasos, usados en organizaciones como Alcohólicos Anónimos y la colaboración de un grupo de profesionales de diferentes disciplinas,  pudo conseguir que los usuarios pasaran a sedes especiales para su tratamiento, de esta manera se abrieron tres campus, uno de adolescentes varones, otro de hombres adultos y uno de mujeres tanto jóvenes como adultas. 

Necesidad de más fondos 

Esta obra que nació del agradecimiento se sostiene de donativos y la buena voluntad de familias e instituciones que apoyan, pero los recursos no son suficientes, por lo que están abiertos a la colaboración del sector privado, público y de la sociedad civil. 

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