Luis Fuente/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yucatán.- Peritos en Psicología Forense ofrecidos por la Fiscalía General del Estado (FGE) y de la parte coadyuvante comparecieron ayer en el juicio que se sigue a los sicarios tabasqueños Óscar N y Jonathan N, para asegurar que la metodología utilizada por el especialista de la defensa de los acusados para acreditar que éstos fueron torturados estuvo mal realizada, ya que no se aplicó el “Protocolo de Estambul”.

La defensa de los acusados de ejecutar a Emma Gabriela Molina Canto presentó un dictamen del perito en Psicología Forense, Tomás Dzul Pech, en el que en sus conclusiones indica que los dos imputados presentan traumas de ser “víctimas de tortura” por parte de la Policía.

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Por ello, la FGE ofreció un dictamen elaborado por Paulino Dzib Aguilar y la coadyuvancia presentó un peritaje de Silvia Verónica Franco May que contradicen la versión del especialista de la defensa.

Metodología no fue la idónea

Ayer, en la audiencia que llevó el Tribunal Segundo de Juicio Oral, los peritos de la FGE y de la parte denunciantes aseguraron que la metodología del experto de la defensa no fue la idónea para sustentar que los ahora acusados fueron víctimas de tortura por parte de la Policía.

Añadieron que el experto de la defensa omitió aplicar el “Protocolo de Estambul”, que indica los parámetros para determinar si, en verdad, una persona fue víctima de tortura o está mintiendo para poder librarse de los hechos que se le atribuyen.

Explicaron que ese dictamen carece de la información del caso, fecha del examen, si existe algún tipo de restricción para su aplicación, si hay o no consentimiento de la persona para su aplicación; además, se tendrá que mencionar la formación académica y la experiencia en la documentación de casos de tortura; datos familiares y personales; emitir un resumen de los hechos, mencionando los datos de la detención, lugares, cronología, narración de los malos tratos de tortura, revisión de los métodos de tortura, así como una exploración física exhaustiva de cabeza, cara, oídos, nariz, garganta, ojos, cavidad oral y dientes, tórax y abdomen, sistema genitourinario, sistema musculoesquelético, sistema nervioso central y periférico, entre otros.

También se deben incluir los antecedentes psicológicos previos y posteriores a la tortura, examen del estado mental, el funcionamiento social y todas las secuelas que deja el hecho traumático.