“¡Ven Espíritu Santo!”

Su venida en Pentecostés engendra el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.

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Este domingo es de Pentecostés. Imagen utilizada con fines ilustrativos. (José Acosta/SIPSE)
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Introducción

Hoy culminan las siete semanas que van de Pascua a esta fiesta de Pentecostés. Celebramos hoy el don de la Pascua, promesa que se hace realidad en la venida del Espíritu Santo, que en la humildad del rezo cotidiano del Rosario en el tercer misterio de los gloriosos afirmamos: “La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico”.

La liturgia nos ofrece ornamentos de color rojo, hay “secuencia” antes del Evangelio, como la hubo el domingo de Pascua en la fiesta que culmina este tiempo fuerte e intenso de la riquísima y secular Liturgia de la Iglesia. Ya en el Antiguo Testamento se usa la palabra Espíritu, con el significado de: fuerza de Dios. Así lo vemos en diversos pasajes: 

  1. El Espíritu del Señor aleteaba sobre las aguas (Gen 1,1)
  2. Don de Espíritu como don personal a uno que tenga como misión la liberación de Israel;
  3. En Sansón, se identifica con su fuerza física;
  4. La sabiduría de los ancianos que administraban justicia;
  5. El rey es ungido por el Espíritu de Dios
  6. Josué, lugarteniente de Moisés, exclama: “Quien me diera que todo el pueblo profetizara y que el Señor ha concedido a todos su Espíritu (Num 11, 26-29).

 En el Nuevo Testamento el Espíritu es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

 Primera lectura: Hech 2,1-11

Cumpliendo lo dispuesto por Jesús, la Virgen María y los discípulos permanecieron en oración, expectantes de la realización de la promesa de que les enviaría el Espíritu. Se dice que es “el primer novenario” de la historia. Con el “viento fuerte” que llenó la casa comprendieron que era el Espíritu Santo que se hacía presente.

Los elementos a los que hace alusión la narración son símbolos de realidades espirituales: el fuego, que purifica y dilata, como sucede con los metales; “hablar en otros idiomas”, que es precisamente lo opuesto a lo que sucedió en Babel, allá la confusión por la diversidad de lenguas, aquí la comunión para crear la comunidad que tenga “un solo corazón y una sola alma”.

Para los judíos había también dos fiestas: Pascua (liberación de Egipto) y Pentecostés (aniversario de la Alianza). Muchos venían de lejos y permanecían ese período en Jerusalén, lo que hacía de esta ciudad una urbe cosmopolita. Pero el milagro más grande fue la transformación de los Apóstoles: de miedosos en valientes, de tímidos en predicadores del Evangelio, de unos que huyeron ante la prueba a unos que enfrentan hasta la sangre. Según San Agustín: en Babel se construye la Babilonia ciudad de Satanás y en Jerusalén con Pentecostés la ciudad de Dios.

 Segunda lectura: 1 Cor 12, 3-7; 12-13

San Pablo dedica los capítulos 12 al 13 de esta Carta a exponer las diversas vocaciones dentro de la Iglesia que son suscitadas por el Espíritu, y que, en la riqueza de la diversidad de dones, se mantiene la unidad de principios y objetivos. 

Reconocer en Jesús como “el Señor”, es fruto de la acción del Espíritu, tanto en el que lleva el mensaje como en el que lo recibe. San Pablo se refiere además a tres maneras como se hace presente el Espíritu Santo en la Iglesia: Dones, Servicios y Actividades.

  1. Servicios: La Jerarquía de la Iglesia es el primer camino del Espíritu Santo. Fueron Pedro y los Apóstoles los primeros en recibirlo tanto en el saludo de Pascua de Resurrección, como en Pentecostés. Ejemplo: S.S. Juan Pablo II.
  2. Actividades: También en nuestros días, como a lo largo de todos los siglos se dan “carismas” especialmente del Espíritu, que tienen como fin mover de forma extraordinaria a la comunidad creyente. Por ejemplo, la extraordinaria capacidad fundacional de la Madre Teresa de Calcuta, que deja 572 casas en 131 países con 4,000 religiosas, 47 años después de haber iniciado en 1950 su fundación. Lugares de peregrinación y piedad, abiertos a la acción del Espíritu, como son los Santuarios: Belén, Lourdes, Guadalupe, Fátima, Roma.
  3. Dones: Que son los que se manifiestan en la vida ordinaria, la fidelidad matrimonial, la bondad abnegada, el cumplimiento generoso del propio deber, la fortaleza en la tentación, la perseverancia en la vocación, asiduidad a la oración. En todo está la acción del Espíritu. Y ésta es siempre para beneficio del bien común. Como en el cuerpo humano, diversidad de funciones, para el beneficio de la unidad de la persona.

 Evangelio: Jn20, 19-23

Con frases cortas San Juan describe muchas cosas. La casa en donde se encuentran seguramente es la misma en donde celebraron la Última Cena. Ellos estaban encerrados ahí por miedo a los judíos.

No tenemos fantasía suficiente para imaginar la emoción que produjo en los discípulos la presencia de Jesús. Se adelantó a ellos y les mostró “sus manos y su costado”; para certificarles que es el mismo Jesús crucificado y resucitado. Ellos se llenaron de alegría y luego Jesús sopló sobre los discípulos, que recuerda el soplo de Dios sobre el hombre en la primera creación; sugiere algo nuevo: una nueva creación fruto de la Resurrección.

La fórmula: “a los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados”, que según la tradición es cuando Jesús les entrega a sus discípulos el poder de perdonar los pecados. Lo hace al Colegio Apostólico, ahí reunido.Jesús les da su Paz saludo típico hebreo, que también significa realización del designio mesiánico-salvífico de Dios.

El primer efecto de la venida del Espíritu es sentirse amado por Dios, porque se reabre la comunicación entre Dios y la persona. Ese amor de Dios lleva consigo el perdón de los pecados, la gracia, las virtudes teologales, en ese diálogo permanente de reciprocidad que se establece entre el creyente y Dios. Comenta al respecto San Irineo: “El Espíritu de Dios, descendió sobre el Señor: ‘Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor’, y el Señor a su vez, lo dio a la Iglesia” (Contra las herejías Lib 3, 17-13).

 Conclusiones:

  1. El contraste mayor es entre la Torre de Babel símbolo de Confusión; y Pentecostés símbolo de Comunión.
  2. El peligro de nuestro tiempo es mantener un diálogo con los demás que no engendra, comunión y compromiso. Sino que se consume en sí mismo, en sus banalidades, chismes superficiales y aconteceres efímeros, comunicación sin comunión.
  3. Podemos vivir en el mundo un “diálogo de sordos”; o como dice el “Teatro del absurdo” de Ionesco: “se habla, pero no se comunica”.
  4. Un ejemplo estrujante es la obra de Sartre llamada Puertas Cerradas en el que los tres dialogantes culminarían en una famosa y dolorosa frase: “El infierno son los otros”. Que como entendemos tiende a reflejar muchas situaciones reales. Me comunico, para buscarme tan sólo a mí mismo.
  5. Babel será el símbolo de egoísmo y manipulación del otro; Pentecostés lo será del respeto y amor a los demás.
  6. El Espíritu engendra en forma milagrosa a Jesús en el vientre de María, y ahora su venida en Pentecostés engendra el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. “Dios se hizo hombre, para que pudiéramos ver y creer” San Agustín (Discurso 126, 4-5).
  7. Cristo nos envía el Espíritu, que nos reconcilia y nos trae la paz. Engendra así esa “espiritualidad de comunión” en la que nos reconocemos diversos, nos amamos complementarios. Como en la Santísima Trinidad: Identidad y dignidad de personas en relaciones de amor. 

Concluyamos con la oración colecta: “Dios nuestro… concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo y continúa obrando en el corazón de tus fieles las maravillas que te dignaste realizar en los comienzos de la predicación evangélica”.

 Amén.

 Mérida, Yucatán, junio 4 de 2017

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

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