'¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!'

Domingo Mundial de las Misiones. Lecturas de hoy: Is 56, 1.6-7; Sal 66; 1Tm 2, 1-8; S. Mt 28, 16-20

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En la homilía de hoy, se recomienda a los católicos orar por todos los demás seres humanos, incluidos los gobernantes, aun cuando sean contrarios a la moral cristiana. (ushispanicministry.com)
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SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- Este domingo es una ocasión privilegiada para profundizar en el sentido de la Iglesia, nuestra pertenencia a ella y su dimensión de cumplir con el mandato misionero dado por Jesús a sus discípulos.

Las lecturas nos llevan a meditar en la universalidad de la salvación, esencia del sacrificio redentor de Cristo; y la necesidad de cooperación de los seguidores y discípulos, a la expansión de la buena nueva a todos los habitantes del mundo lo que se conoce como la naturaleza misionera de la Iglesia:

“La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Se le llama apostolado a toda actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el Reino de Cristo por toda la tierra” (AA 2)

“La Iglesia peregrina es por su naturaleza misionera, puesto que toma su origen de la misión de Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre. (Ad G 2)

La Iglesia nacida de esta misión salvífica se encuentra constantemente en “estado de misión” y está siempre en camino.

Esta condición refleja las fuerzas interiores de la fe y de la esperanza que animan a los apóstoles, y a los discípulos, y a los confesores de Cristo Señor durante todos los siglos”. (AG 2)

I.- La universalidad del mensaje de Dios( Is 56,1)

La primera lectura está tomada del tercer Isaías y presenta el retraso de la manifestación de Dios al pueblo que ha regresado del exilio,  y los criterios de admisión a la asamblea litúrgica y en concreto de los “extranjeros que se habían adherido al Señor”.

El autor está convencido que está a punto de llegar la justicia y la salvación de Dios. Por ello invita a la asamblea a la acción, lo que se realiza a través de practicar el derecho y la justicia. Y la acogida a los extranjeros, es signo de lo que el salmo proclama: la alabanza a Dios de todos los pueblos, y el conocimiento de sus caminos por todas las personas:

Que conozca la tierra tu voluntad, y los pueblos tu obra salvadora; las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia. (Sal 66)

II.- La oración por todos, dilata el corazón. (1Tm 2,1)

Es una invitación a lo esencial, es decir, a la oración a la relación personal, interior e insustituible con Dios, que debe tener todo apóstol. Pero además educa Pablo a su discípulo para que toda la comunidad ore, no solo por sus propios miembros, lo cual es muy bueno, sino por todas las personas, y por la sociedad en general.

La plegaria debe incluir también a los gobernantes, aunque estos sean hostiles a la comunidad cristiana lo  que está en plena sintonía con Rm 13, 1-7, sobre el sentido de obediencia a la autoridad.

La comunidad cristiana vive en el marco de su tiempo, contexto, sociedad y circunstancias; no puede estar ni al margen, ni en contra como si fuera una secta. Aunque sea a veces pequeña en el número, debe tener una perspectiva siempre universal.

Por ello, debemos orar para que a todos pueda llegar el mensaje de salvación universal, la buena nueva de Jesucristo. La Iglesia nos educa a orar por todos, sin que ella asuma ni la dimensión política, económica o social, sino impregnando esa triple dimensión de la dignidad de la persona a la luz de Cristo.

La salvación aparece así en íntima relación con el conocimiento de la verdad. Dios conocido como creador de todo lo que existe, Dios conocido como Salvador y Redentor de todos los hombres, en la presencia de Jesús, Maestro y Modelo de vida.

Su misma muerte, oblación personal a favor de la reconciliación de las personas con Dios, es testimonio fehaciente de esta verdad.

III.- Cristo, envía y es garantía de la misión. (Mateo 28, 16)

Este Evangelio está situado en la Galilea de los paganos, signo de la universalidad del evento de Cristo y lugar del último discurso de Jesús.

- Inicia con una declaración de su autoridad universal: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”.
- Al que le sigue un mandato de la misión a todos los pueblos: “Vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”.
- Y una garantía por parte del Señor Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

Todo esto se llevaba a cabo como preludio y preparación de la Ascensión. Que es un símbolo especial,  es la proclamación gloriosa de la Resurrección.

Con su Pascua Cristo rompe las ataduras de la tierra y de la historia humana, para reconducir a la humanidad hacia Dios su Padre (cfr. Ef 4,8), y es primicia de peregrinación de todos los hombres para realizar ése anhelo de regreso a la casa paterna, como “hijos pródigos” que tantas veces lo hemos sido.

Esto que significa apertura al infinito, al trascendente, al más allá, es una invitación sin límites, ni fronteras, ni de raza, pueblo o nación; es una invitación también a no renunciar al cuerpo para seguir a Cristo, la condición es renunciar al pecado.

Por medio de la adhesión a Cristo en el compromiso del amor y la fe somos liberados del polvo de la tierra, del temor del final y del silencio y establecemos nuestra morada en Dios: “Voy a prepararles un lugar... para que estén donde estoy yo” (S. Jn 14,2)

El camino de la conversión al Evangelio, del bautismo y de la justicia, tienen su base en la tierra pero permaneciendo anclados en el cielo.

Este periodo precedente a la Ascensión fue de mucha oración de tal modo de relacionar la secuencia: oración y misión; que es la esencia de la Iglesia: El Espíritu que guía, que es invocado, “que ora en nosotros”, y que al enviarnos, da la fecundidad de la conversión y el éxito, con su gracia y dones.

La comunidad eclesial, actuando con fidelidad al Evangelio de Cristo, se convierte en signo de la presencia liberadora y salvadora de Dios.

La primera misión consistía en anunciar que el Reino de Dios está cerca, después de la Pascua consiste en hacer discípulos del Señor Jesús en todos los pueblos de la tierra, y el sentido “eclesial” se subraya por el bautismo, que es dado para además demostrar así la relación de cada creyente con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Conclusiones

1. Debemos caer en cuenta que Cristo es el primer enviado. El Padre nos lo mandó y Él es el que nos envía a todos: “Como mi Padre me ha enviado, así también los envío yo”. (Jn  20,21)

Cristo es pues el primer y fundamental misionero, Él es la palabra que el Padre nos envía y nos concede el don del Espíritu para realizar nuestra misión: “Reciban el Espíritu Santo”. (Jn 20, 21)

2. Debemos “Dilatar nuestro corazón”, tener un espíritu misionero, cada uno se pregunte: ¿Llevo la Buena Nueva del Evangelio de Cristo a otros?; ¿la comunico, transmito, doy testimonio, expreso mis convicciones, mi actuación es coherente y congruente con el Evangelio?

3. Los dos santos patronos de las misiones son: San Francisco Javier de la Compañía de Jesús y la humilde religiosa carmelita Santa Teresita del Niño Jesús. Aquí si podemos decir que para la misión de la Iglesia cooperan tanto la rama fuerte y visible, el gran misionero San Francisco Javier, Apóstol del oriente, así como la raíz escondida que nunca salió de su convento y murió a los 24 años de edad, Santa Teresita.

4. El pasado 24 de octubre de 2013 la Agencia Fides publicó las estadísticas sobre la Iglesia Católica en el mundo. Quizá pocas veces nos preguntamos cuántas personas en el mundo comparten la misma fe que nosotros.

Las cifras son las siguientes: de los seis mil 698 millones 353 mil habitantes del planeta, solamente un mil 165 millones 714 mil son católicos, es decir, aproximadamente una de cada seis personas ha sido bautizada en la Iglesia Católica.

5. En su mensaje que el Papa Francisco dirige con motivo del Domingo Mundial de la Misiones (Domund) dice: “La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes.

"La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, para que la propia ofrenda material se convierta en un instrumento de evangelización de una humanidad que se construye sobre el amor.”

“El auténtico espíritu misionero no se mide por el manejo exitoso de los medios destinados a la evangelización sino por el afán de poner a los demás con Aquel que es  la fuente de nuestra alegría: el Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador.

Y la Jornada Mundial de las Misiones de este año pretende, por un lado, animarnos a entrar en este torrente de alegría que procede de la Santísima Trinidad y, por otro, impulsarnos  a comunicar esta experiencia a toda la humanidad”.

En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo.

La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones.

Oremos por todos los innumerables misioneros y misioneras que cotidianamente dan su vida, porque como dice el Santo Padre: “Ellos son los que llevan la Alegría del Evangelio”.

Mérida, Yuc., octubre 19 de 2014

Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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