'La vocación: fuente de alegría y personal realización'

II Domingo Ordinario I Sam 3, 3-10. 19; Sal 39; I Cor 6, 13-15. 17-20; Jn 1, 35-42

|
La Arquidiócesis de Yucatán pide a todos los jóvenes –muchachas y muchachos–, a que no tengan miedo de la invitación de Cristo, pues es El quién llama: “No ustedes me eligieron a mí Yo los he elegido a ustedes”. La imagen es de contexto. (Archivo/SIPSE)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- En el tiempo de Navidad que acabamos de celebrar contemplamos con ojos de fe la encarnación de Jesús. Ahora, al comenzar el así  llamado “tiempo ordinario”, la Iglesia nos irá presentando en su Liturgia dominical la manera de Jesús de darse a conocer progresivamente, como el Mesías, como el Salvador.

Cada domingo deberá ser para los cristianos una pequeña “Pascua semanal”, a imitación y semejanza de la Pascua, que  es el más grande domingo del año, en el que proclamamos nuestra fe en la Resurrección.

Cada celebración dominical será un encuentro filial y fraterno, que nos ilumine y nutra con el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía, que nos guíe  a pedir y agradecer, a reconocer y fortalecer nuestra esperanza.

I.-  I Sam 3, 3-10

En esta primera lectura se nos presenta a aquellos hombres sabios que, después de la muerte de Moisés, Dios envió a los israelitas, hombres de calidad moral, conocidos como “Los Jueces”, que representaban a Dios en la solución de los problemas del pueblo y contemporáneamente estaban alertas frente a  las agresiones de los filisteos.

Los primeros Jueces fueron hábiles para la guerra: Josué, Gedeón, Sansón. Tiempo después  aparecen otros, como Elí y Samuel que ya no eran guerreros sino que se  dedicaban al culto.

Es el tiempo también en el que, ante las insistentes súplicas del Pueblo, El Señor les concede vivir la experiencia de  la monarquía. Dios elige y designa al Rey por medio del profeta.

A Ana, madre de Samuel, que era una mujer muy piadosa aunque estéril, la vemos en actitud de oración suplicante, ante el Arca de la Alianza, implorando la fecundidad.

Fecundidad que le es concedida y que la lleva a  prometer que su hijo se consagrará completamente al Señor. Al crecer Samuel, el hijo de la bendición, éste  asume de buen grado la intención materna y se dedica al templo, guiado por la experiencia de su maestro Elí.

Por eso cuando oye la voz de Dios que  lo llama, obedece fielmente  a las indicaciones de Elí, respondiendo:

“Habla, Señor, que tu siervo escucha”; manifestando de esta manera  la actitud profunda de disponibilidad que tiene todo aquel que quiere servir a Dios.

Es una hermosa lección de cómo el don de la fecundidad se ora, valora y agradece, ofreciendo con increíble generosidad  la vida el niño a Dios, al “Señor, por quien se vive”.

La disponibilidad se nos muestra como una actitud profunda de agradecimiento ante la voluntad y designios de Dios, que  sólo quiere nuestro bien.

II.- 1 Cor 6,13-20

En la segunda lectura, el apóstol San Pablo, después de su conversión, descubre la importancia de establecer la Iglesia en el Asia Menor, momento importante y decisivo de arranque, que sólo culminará, después de largos viajes apostólicos, con su martirio en Roma alrededor del año 64 –siglo I–. 

Predica el Evangelio de la gracia a todos, y entre los convertidos-bautizados funda la Iglesia, eligiendo a los que eran más ejemplares como los responsables de las comunidades. Estos son los llamados Presbíteros y Obispos, con quienes permanece alrededor de dos años.

Periódicamente el apóstol, a través de sus cartas, alentaba a las comunidades a permanecer fieles a las enseñanzas recibidas. Así lo hace con la Ciudad de Corinto,  puerto  muy importante de la antigüedad, que contaba con más de medio millón de habitantes, ciudad cosmopolita  que por estas características especiales, encerraba  grandes peligros de corrupción. Por ello Pablo les habla con especial firmeza.

Sus argumentos son:

a) El cristiano por el hecho de haber recibido el bautismo, forma parte, a partir de ese momento, del cuerpo de Cristo; por lo tanto, el pecado de fornicación atenta contra el mismo Cristo, que se ha aceptado en la fe.

b) El cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo porque se ha  consagrado a Dios, por lo tanto, la fornicación es como la profanación de algo sagrado.

Así podemos entender la importancia que tiene la exhortación Paulina: “Los exhorto hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer sus propios cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro culto espiritual” (Rm 12.1)

III.- Jn 1, 35-42

En el texto de San Juan, que hemos escuchado, debemos  de tener en cuenta, para su mayor inteligencia y comprensión, que el evangelista nos presenta el  testimonio del Bautista a tres niveles:

a) A la delegación oficial de los sacerdotes de Jerusalén (1, 19-21)
b) Al pueblo de Israel  (1, 29-34)
c) A sus discípulos (1, 35-37)

A este testimonio se añade la autorrevelación de Jesús  a sus primeros discípulos en quienes suscita la fe y la necesidad de comunicarla. Por eso después de que Andrés y el otro discípulo van a la casa con Él, el mismo Andrés le dice a su hermano Simón “hemos encontrado al Mesías; y lo lleva a donde Jesús. (vv. 38-43)

Luego es Jesús quien encuentra a Felipe y éste anima a Natanael a ir también al encuentro del maestro, diciéndole que es el hijo de José, el de Nazareth (vv. 43-51)

Esta autorevelación de Jesús muestra el misterio de su persona: el Cordero de Dios, el Maestro, el Mesías, el anunciado por Moisés, el Hijo de Dios, el Rey de Israel.

Estos títulos aplicados en este momento inicial a Jesús, proyecta sobre este acontecimiento trascendental para el evangelista, la fe de la comunidad cristiana a la luz de la Pascua y bajo la acción del Espíritu. (J. Latorre)

Esta  perícopa evangélica nos presenta cómo la Liturgia  une el tercer testimonio del Bautista con la primera autorrevelación de Jesús. Los primeros discípulos de Jesús, lo fueron también de Juan.  

Conclusiones

1. En toda vocación, Dios el primero que rompe el silencio, Él toma siempre la iniciativa del llamado.

2. Pero a su vez, la persona que es llamada  debe estar siempre  atenta a escuchar-discernir-elegir-adherirse-seguir.  Este es el proceso vital  que se desarrolla en el encuentro de Dios con el hombre, en  la vocación. 

3. A los primeros discípulos que se interesan por el “Maestro Jesús que pasa”, Él los  invita: “Vengan, vean  y crean”. Aquí tenemos también el constitutivo de la dinámica vocacional: buscar – encontrar – permanecer.

4. Sin embargo, la vocación no comporta  sólo un llamado, es también  una respuesta. Ya que al entrar el hombre a formar parte en el  plan de salvación, siente que algo lo trasciende y lo supera radicalmente, es el sentido del llamado: la misión.

Por eso este encuentro se significa con el cambio de nombre de la persona enviada: “Tu Simón, desde ahora te llamarás Pedro”. 

5.  La vocación viene de Dios, la misión trasciende a la persona, el cambio de nombre significa un renacer, reiniciar todo como una “nueva criatura”, renunciando al pecado para comenzar la nueva aventura.

6.  La persona se parece a ese escalador, a quien a veces las rocas de la montaña le impiden ver la cima a la que asciende. Pues en el intento de llegar a la meta, la esperanza lo invita a continuar y la pereza a desistir. Así sucede en la elección del propio destino; por ello siempre será necesario el apoyo y consejo de otra persona experimentada.

7. “Cada persona debe buscar a Jesús, pues buscarlo comporta buscar la razón (el logos), la sabiduría, la justicia, la verdad, la fuerza de Dios, porque Cristo es todas estas cosas” (Orígenes, homilía sobre el Evangelio de San Juan 32,19)

8. Invito a todos los jóvenes –muchachas y muchachos–, a que no tengan miedo de la invitación de Cristo, pues es El  quién llama: “No ustedes me eligieron a mí Yo los he elegido a ustedes” (Jn 15,16)

"Y que nadie de ustedes piense que por su indignidad no puede seguir al Señor. Pues la elección es siempre un misterio del  amor de Dios. En esto creo que todos los consagrados podemos certificar que  Cristo no defrauda a nadie y que el Señor nos recompensa con el “ciento por uno”.

9. También pido a los papás que sean generosos ante el llamado de la vocación de los hijos, pues en este sentido, todos somos administradores de cuanto somos, hacemos y tenemos. Hay que respetar la voluntad de Dios en el llamado que hace a todos, en todos los momentos de la vida. 

La familia verdaderamente cristiana es siempre el marco más adecuado en el cual puede germinar una buena vocación.

Que cada familia, parroquia, grupo apostólico, se constituya en promotores para la vida consagrada femenina y masculina.

Dios bendiga con abundancia de vocaciones consagradas. 

“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. Amén 

Mérida, Yucatán 18 de enero de 2015.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

Lo más leído

skeleton





skeleton