Homilía dominical: La Santísima Trinidad

El amor trinitario es el único absoluto, el que lo niega se juzga a sí mismo.

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Este domingo, la homilía es de la Santísima Trinidad. (Archivo)
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Lecturas de hoy: Ex 34, 4-6; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18

Ex 34, 4-6. 8-9

Para situar esta página del Éxodo debemos recordar que el pueblo de Dios que caminaba por el desierto, construyó un becerro de oro, y que Moisés arrojó las tablas de la Ley cuando se percató de ese acto de idolatría.

En el nuevo encuentro con Dios, viene proclamando su nombre a través de la multiplicidad de atributos salvíficos que crean la relación de Dios con el “pueblo infiel y de dura cerviz” por el que Moisés intercede. Esta situación de mediador, es por lo mismo compleja:

• Debe tutelar los derechos de Dios ante el pueblo infiel 
• Debe interceder delante de Dios a favor de su pueblo

Sucede una nueva teofanía en la cual la proclamación del nombre del Señor indica su trascendencia. A ello se añaden los atributos de Dios. La trascendencia de Dios se manifiesta en la misericordia, pues Él se manifiesta omnipotente sobre todo perdonando. Los atributos son: misericordia, piedad, lento para enojarse, riqueza de gracia y fidelidad; que hacen comprender que Dios actúa inspirado en su esencia misericordiosa.

Las palabras de Moisés, son modelo de súplica de intercesión:

Reconoce y adora la trascendencia de Dios, confiesa el pecado, pide el perdón y la protección de Dios.Con grande habilidad Moisés, aduce la predilección divina, y que Dios camina con su pueblo, que significa: “Tú lo guías”.La oración de Moisés, es muy hábil, porque hace lo posible por pedirle a Dios lo que Él mismo quiere que le pida a favor de su pueblo. Ya que esto corrobora la Alianza.

Esta presencia protectora y de perdón hacia “Su pueblo”, se transformará en el nuevo Testamento, en la presencia según la carne en la persona de Jesucristo, Amor y misericordia del Padre. La revelación divina descubre el misterio de Dios y del “yo” del ser humano, la infinitud de Dios y la limitación humana, el amor perfecto y el amor frágil finito, pero además, la experiencia del amor que libera y transforma. El perdón de Dios, libera y recrea a la persona.

2Cor 13,11-13

Jesús ha revelado el íntimo misterio de Dios al distinguirse a sí mismo de Dios Padre, al hablar del Espíritu Santo con toda claridad como distinto de sí y del Padre; si bien el Espíritu es el vínculo de su amor recíproco. San Pablo había usado un tono severo que ahora cambia en su exhortación final. Propone un compendio de vida cristiana, y una de las fórmulas neotestamentarias más completas y perfectas del misterio Trinitario. Inició Pablo diciendo: “Nosotros somos colaboradores de vuestro gozo”. (2 Cor 1,24).

Jn 3, 16-18

Contiene esta parte el profundo diálogo entre Jesús y Nicodemo, Representante del judaísmo oficial. Ofrece además una síntesis del designio salvador del Padre para toda la humanidad, más allá de los límites del judaísmo y luego las actitudes: de rechazo o de acogida. Son las opciones ante Jesucristo: creer en el Hijo o no; aceptarlo o rechazarlo.

El Evangelista transforma este encuentro en una revelación sobre la persona de Jesús en relación con el Padre. El texto exalta la inmensa caridad de Dios para nosotros, porque su amor nos precede siempre. La fe y confianza en él son puerta de vida eterna. Entramos a una visión que “dilata el corazón”, pues es una visión de misericordia y universal.

La salvación consiste en creer en Jesús. Siempre se manifiesta así la dialéctica del 4º. Evangelio: Luz y tinieblas; Jesús y Satanás. Creer significa adherirse a la persona, y compromete la totalidad e integralidad de la persona. Creer es darse, confiarse, entregarse a Jesús como respuesta a la caridad que proviene de Dios Padre. Sólo este absoluto amor es al mismo tiempo: “gracia y verdad” son una sola cosa (Jn 1,14)- De tal manera que quien no valora esto se excluye a sí mismo de la verdad, y se entrega al juicio.

El amor trinitario es el único absoluto, el que lo niega se juzga a sí mismo.A los catecúmenos de Constantinopla S.Gregorio Nacianceno, llamado también el teólogo, confía este resumen de la fe trinitaria.

Ante todo, guardadme este buen depósito por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Os lo confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida… No he comenzado a pensar en la unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad, cuando ya la unidad me posee de nuevo... (Or 40. 41; PG 36, 417).

Bajo la acción del Espíritu en la humildad de la disponibilidad sigamos lo que dice San Jerónimo. “desplegar nuestras velas al viento del Espíritu, sin saber a qué playas nos lleva...” Porque como toda vocación en la fe, se manifiesta en la confianza.

  1. 1. Una primera exigencia que es consecuencia de esta solemnidad es el conocimiento de Dios.
  2. Dios es amor, y la respuesta que nos pide es la adhesión a Él con todo nuestro corazón, nuestra mente y todas las fuerzas.
  3. Trinidad y unidad son dos aspectos de la plenitud de Dios. La Trinidad exalta como dice Pablo, el amor, la gracia, la comunión. La unidad celebra la perfección en sí realizada por Dios. Esta celebración debe abrirnos a un espíritu ecuménico para también poder alabar a Dios Uno y Único, hacia el cual tenemos convergencia con las dos grandes religiones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo.
  4.  Debemos purificar nuestra fe y nuestra oración. Debemos vencer nuestros ídolos del: poder, placer, riqueza, sexo, éxito, y entregar íntegramente nuestra vida a responder a su amor.
  5. Como dice bellamente el libro de Job: Yo te conocía solamente de oídas, más ahora te han visto mis ojos” (42.5).

Podemos también entresacar de ese bello libro, “Narración de un Peregrino Ruso de Dostoviesky”, el siguiente testimonio:“Cuando yo oraba desde lo profundo de mi corazón, todo lo que me rodeaba me aparecía bajo un aspecto fascinante, los árboles, las yerbas, los pájaros, la tierra, el aire, la luz. Todas las cosas alaban y cantan la gloria de Dios. Así comprendí el lenguaje de la creación y veía cómo es posible admirar las criaturas de Dios”,

Vale también la pena transcribir el hermoso Prefacio de la Fiesta: “... darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre Santo Dios todo poderoso y eterno. Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia.Lo que creemos de tu gloria, porque Tú lo revelaste, eso mismo lo afirmamos de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad adoramos a tres personas distintas en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad”.

Cada persona está creada a imagen y semejanza de Dios. La imagen la tenemos como don, la semejanza como responsabilidad. Debemos aceptarnos diversos y amarnos complementarios. La familia refleja muy bien la trinidad: Papá-mamá-hijo; diversidad de personas. Respeto a cada una, y relaciones de amor que configuran una sola familia.

Que Dios-Trino Uno y Trino nos conceda ser profundamente responsables de nuestra colaboración, cooperación y compromisos comunitarios.

Con la gracia del Espíritu Santo se edifica la comunidad de la Iglesia. Es como “peregrinos de esperanza” que vivimos y caminamos la experiencia de la fe. (Rm 5, 5). En la gracia de hoy, se basa nuestra esperanza de la gloria del mañana. Por ello debemos repetirnos el augurio de san Pablo con el que iniciamos la celebración: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

“Bendito seas para siempre Señor porque es eterna tu misericordia”. (Cántico de los tres jóvenes; Daniel 3. 52 s.s.).
Amén.

Mérida, Yucatán, Junio 11 de 2017

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

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