Homilía: 'El Gozo Evangélico, sello de la autenticidad cristiana'

La victoria sobre la fascinación del dinero y las riquezas es algo de lo más difícil, delicado y complejo, sólo lo lograremos 'en Dios', para quien nada es imposible.

|
El anuncio de la Buena Nueva, fuente de gozo y alegría, es consecuencia de haberse encontrado con la persona de Jesucristo. (SIPSE)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- III Domingo de Adviento

Sof. 3, 14-18, Salmo Isaías 12; Fil. 4, 4-7; S. Lc. 3, 10-18

Las dos semanas que han concluido en nuestro itinerario, hacia la celebración anual del nacimiento de Jesús, nos recuerdan que la vida cristiana es una peregrinación hacia Dios y su salvación. Mientras avanzamos al encuentro con el Señor, el gozo se caracteriza en nuestro camino, preparando así el canto de alegría que resuene por todos los confines.

El profeta Sofonías nos anima: “El Señor ha revocado tu sentencia, ¡y te renovará con su amor!” (Sof. 3, 15-17). Por su parte, el salmo canta, grita, exulta. Y por ello San Lucas nos orienta en la adecuada preparación: para disponernos a la Navidad, necesitamos crecer en el amor comprometido al servicio de los hermanos.

I.- Un pueblo que alimenta su esperanza

El pueblo de Israel se manifestaba expectante, pues una vez más estaba sometido al imperio romano; por ello piensan, anhelan y oran por su liberación.

Muchos consideraban que sería estéril y contra producente rebelarse con la fuerza al Imperio Romano; este era el caso de los Herodianos que condicionaban prevalentemente el Sanedrín, que era el máximo órgano de gobierno para los judíos.

Entre el pueblo sencillo había incertidumbre, se pensaba en que Dios enviaría a un vengador que con la espada de justicia en la mano liberaría a Israel de la opresión Romana.

En las Sinagogas, las lecturas de los profetas inflamaban los ánimos de algunos, otros se exultaban, unos más tenían miedo y procuraban todos estar atentos a los signos, captarlos y comprenderlos, en orden de reconocer la hora de la salvación.

En el himno que leemos de Sofonías, aunque se nos habla de terror alucinante del “día del Señor”, el amor de Dios por Israel es permanente y asume rasgos de gran ternura “El Rey de Israel es el Señor” (verso 15) y con este soberano, Israel no debe temer, aunque parece estar en la ruina y los que lo configuran son débiles y pobres.

Esto recuerda a los oyentes que la debilidad es el instrumento para el triunfo del Señor; y esta tesis se repite en los himnos del Antiguo Testamento; por ejemplo: el de Moisés (Ex. 15), el de Débora (Jueces 5), el de Ana (1 Sam 2) o el de Judith (Judith 16).

Todos ellos son cantos que exaltan la fidelidad de Dios a su Alianza. El Profeta se nutre de la fe, la confianza y una esperanza inquebrantable, y su fortaleza es que: El Señor está cercano. Por ello, en el salmo responsorial, hemos manifestado con alegría: “Dios es mi salvación” (Is. 12.2).

Así se reconfirma la tesis de que Dios vela por su pueblo, es fiel a su alianza, jamás lo abandona, se muestra poderoso y maravilloso, en la humildad y fragilidad del mismo.

Él suscitará guías, que los conduzca hacia la salvación, como lo hizo con Moisés.

Es importante mantener las emociones bajo control y la mente serena y lúcida, para no ser arrastrado por las circunstancias, ni engañados por falsos triunfalismos, y esperar que Dios indique sus personas y sus caminos.

II.- La fe y la esperanza: raíces de nuestro gozo

El texto de San Pablo, como el de Sofonías, insiste en el gozo. Lo extraordinario es que San Pablo escribe desde la prisión, lo cual hace evidente que esta dicha a la que invita es fruto de la fe y de la esperanza. Es un gozo “en el Señor”, puesto que su venida está cerca.

Es un gozo con características precisas, puesto que; no es un fin en sí mismo, sino que se abre a los demás, bajo la forma de bondad (v.5); no se deja agotar por las preocupaciones de esta vida (v.6); porque aunque éstas persistan, no excluyen a una seguridad basada en la confianza en Dios y en su fidelidad; se vive con un espíritu de profunda gratitud, con una actitud de oración y tiene como fruto la promesa de la paz.

III- ¿Qué debemos hacer?

Esto era lo que la gente del pueblo le preguntaba a Juan el Bautista, y les respondía: “¡Conviértanse!”.

El juicio no sólo se presenta al final, sino que asumimos responsabilidad delante de cada decisión.

Bien aconsejaba San Ignacio de Loyola: “No tomes decisión, de la que puedas arrepentirte en el lecho de tu muerte”.

Pero además Juan especifica los deberes:

1.- Saber compartir y pensar en los demás.

  • “Quien tenga dos túnicas, dé una a quién no tiene”
  • “Quien tenga comida, que haga lo mismo”

2.- No dejarse seducir por la corrupción.

  • “no cobren más de lo establecido”
  • “no extorsionen a nadie”,
  • “no denuncien a nadie falsamente”.

 

Es una invitación a cambiar la vida y a comprender que caminar hacia Cristo en esta Navidad, debe comportar una exigencia de ser mejores, dejar el mal, renunciar a vicios y dependencias.

De ahí que ser buen católico es un reto, una exigencia, un desafío, porque no hay recetas preparadas o prefabricadas, sino que cada uno debe establecer su humilde búsqueda, lo que supone sacrificio, incertidumbre y peligro de equivocarse; pero ello no nos exime de nuestra responsabilidad.

Tenemos que ser buenos católicos, de tiempo completo, católicos de 24 horas sobre 24 horas, como escribió en sus bellos libros el inolvidable Padre Joaquín Antonio Peñalosa.

La respuesta al “¿qué debemos hacer?”, será fruto del diálogo interpersonal con Dios, en el clima de la oración. Porque el anuncio de la Buena Nueva, fuente de gozo y alegría, es consecuencia de haberse encontrado con la persona de Jesucristo, presente de manera privilegiada en nuestra Madre y Maestra la Iglesia, que nos nutre de Jesús, con el pan de la Palabra y pan de la Eucaristía.

Aceptemos la invitación a liberarnos de la tristeza que San Francisco de Asís, definía como el “mal de Babilonia”, porque genera otros males.

Por ello debemos pedirle al Espíritu, que por el Bautismo y la Confirmación queme, arranque y destruya todo lo que en el propio corazón, y cotidiana actuación, sea servicio al mal.

IV.- Conclusiones:

1) El Adviento es camino de gozo y alegría, que nos lleva a una disponibilidad de revisar y rectificar nuestros caminos.

2) Esta rectificación y revisión deben hacerse a la luz de la palabra de Dios, que es reto, provocación, estímulo y fuente de vida.
La sociedad bíblica intencionalmente recomienda: no basta poseer la Biblia, hay que leerla, no hasta leerla, hay que creerla, no hasta creerla, hay que vivirla.

3) La victoria sobre la fascinación del dinero y las riquezas es algo de lo más difícil, delicado y complejo, sólo lo lograremos “en Dios” para quien nada es imposible.

4) Una persona muestra su calidad y valor en la forma como usa y administra el poder y el dinero. Estos son dos campos de la vida del hombre que hoy como nunca requieren que el cristiano ilumine con luz del Evangelio.

5) No obstante persecuciones, ironía, desprecios de una sociedad de bienestar en donde todo lo que se quiere condicionar al poder económico, el cristiano deber ser signo del amor de Dios, fermento de caridad y compromiso fraterno a favor de los más pobres.

6) En última instancia, el discípulo de Cristo es un signo de un gozo diferente al que propone el mundo: distinto porque encuentra su raíz en valores que no se venden en las tiendas, ni se almacenan en los bancos; distinto, porque no se agota en las carcajadas de una parranda, sino que es signo de la eternidad bienaventurada en la que viven los santos. Amén


Mérida, Yuc., a 16 de diciembre de 2012.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

Lo más leído

skeleton





skeleton