'El amor del pescador que Cristo convirtió en amor del Pastor'

El resucitado se les aparece en medio de la brega y para que no dudaran de su nueva presencia los invita a comer y convive con ellos.

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Los apóstoles, después de la resurrección de Jesucristo, vuelven de nuevo al oficio de la pesca por iniciativa de Pedro. (uncatolico.com)
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III Domingo de Pascua

Hech 5-27-32.40-41;  Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19

Los temas de este tercer domingo de Pascua sondiversos, pero están articulados. Comencemos con el Evangelio de Juan que nos relata la situación de los apóstoles, quienes después de la resurrección de Cristo vuelven de nuevo al oficio de la pesca por iniciativa de Pedro. El resucitado se les aparece en medio de la brega y para que no dudaran de su nueva presencia los invita a comer y convive con ellos.

Durante la comida descubren la radicalidad del seguimiento: Se sienten invitados a seguir a Cristo de tal manera que su amor se deberá traducir pronto en una entrega y dedicación completa a la causa del Evangelio, como vemos que lo vivieron después.

La solemne celebración en torno al Cordero de Dios, propuesta por la segunda lectura del Apocalipsis, es una anticipación de la realidad hacia la cual camina la historia humana: La experiencia del Resucitado que tiene la comunidad y la fidelidad a la misión del anuncio conducen la historia hacia esa liturgia que es el centro, meta y llegada final del largo camino de la humanidad.

Pedro y Juan

Los siete apóstoles ciertamente obedecieron la orden de Jesús  y regresaron a Galilea. Sin dejar de estar a la expectativa, pues la revelación del Resucitado les quedaba todavía aun vaga y nebulosa. Así pues, en la espera de acontecimientos que confirmaran su fe vuelven a su labor ordinaria de pescadores.

Sólo dos de entre ellos asumen un papel preciso en esta revelación, pues los otros asumieron una decisión común, expresada en la frase dicha a Pedro: “Vamos también contigo”  esta frase expresa una solidaridad activa que los hizo partícipes y capaces de ser testigos directos de lo que sucedió.

Juan y Pedro son en cambio los protagonistas y su relación recíproca dentro del grupo es muy ilustrativa. Juan es el primero que tiene una expresión sencilla pero que en la historia deja una huella profundamente significativa: “Es el Señor” ; él, Juan, que fue el primero en: “Ver y creer”  es también el primero en reconocer y confesar a Cristo.

Este discípulo al que “Jesús amaba” parece quedar con grande discreción en estos acontecimientos pascuales y sin embargo su presencia es decisiva para el crecimiento de la fe en el Resucitado en el interior del grupo de los discípulos.

Entre Juan y Jesús hay una relación cercana y muy viva, que se percibe en contadas ocasiones y sin embargo los demás apóstoles se basan en este hilo directo tan discreto como profundo. Bastó que Juan dijera: “Es el Señor” y la historia cambió asumiendo la fe de los apóstoles unanueva dimensión.

Ciertamente encontrarse con Jesús, reconocerlo y confesarlo, lleva al corazón del discípulo de Cristo hasta las raíces más profundas de su existencia. Quien logra esto, puede convertirse en el más dinámico y activo apóstol, aunque parezca el más silencioso y escondido.

Pedro, por otro lado, parece proyectar más la dimensión del ministerio: él tuvo la iniciativa de ir a pescar y es él que se arroja primero al mar para llegar   con su cuerpo hasta Aquel a quien no había podido llegar antes con los ojos de la fe; es precisamente a Pedro a quien el Señor le hace en primer lugar la invitación a la integralidad del discipulado en el seguimiento, imitación y amor.

Reafirmación de Pedro como líder

Aquí se ve con claridad el misterio de los dones que Dios ofrece en la llamada y la misión que Él confía al jefe de los apóstoles, pues,aunque Juan creyó primero y lo identificó primero no es a él, sino a Pedro a quien le pide un seguimiento en el amor, y a quien reafirma como cabeza del colegio apostólico.

La elección de Dios es un misterio de su amor. Él da los dones, la vocación y misión, cuando quiere y a quien Él dispone. Qué ilustrativo es esto, pues nos ayuda a comprender que cada uno debe seguir generosamente su propio camino, sin cuestionarse demasiado sobre las vidas de los demás elegidos.

Así concluye el capítulo con una respuesta cortante de Jesús a Pedro respecto a la suerte del discípulo amado, cuando le dice: ¿Qué es lo que será de él... a ti qué te importa?Esta respuesta nos muestra la urgencia de la fidelidad al propio camino, más que gastar el tiempo en el ¿por qué a él? ¿por qué a mí? o ¿por qué no a mí?...

Jesús se va revelando progresivamente como Resucitado. Asume el tema del trabajo, dando un consejo valioso al respecto, les prepara la mesa, les pide de traer algo para comer y él mismo les distribuye los alimentos. 

El diálogo posterior con Pedro es una de las páginas más bellas del evangelio de Juan respecto a la misión, pues nos muestra con fuerza la estatura del Maestro:  Jesús le pide al apóstol que lo negó tres veces una triple profesión de su amor, para que en el camino de la humildad y el arrepentimiento aprenda a no confiar tanto en sí mismo y a que su vocación no se fundamente en méritos personales, sino en el amor que se entrega para el servicio de ser guía y pastor de los demás.

Este hermoso diálogo está orientado hacia el futuro. Pedro no fue elegido porque hubiera amado más, sino porque al ser elegido deberá dar el testimonio de un mayor amor. Tanto comprende así Pedro que al responder se muestra humilde, no presume de amarlo más que los otros, pues Cristo resucitado le permite a cada uno re-descubrir la propia vocación, purificándola y profundizándola a la luz de los acontecimientos pascuales.

Los acontecimientos y su significado

La narración inicia con una pesca y termina con una imagen que es la del pastor y la grey.El número de los peces obtenidos   es un símbolo.  San Jerónimo afirma que la ciencia conocía entonces 153 especies de pescados, por ello este número prefigura la actividad misionera de la Iglesia, con su carácter universal.

En el éxito de la pesca está la presencia de Jesús, pues cuando se esperaba obtener muchos peces -por la noche- no se consiguió nada, en cambio una palabra de Jesús, que va contra las expectativas de los cálculos humanos, es la que obtiene abundantes resultados

No fue la palabra o experiencia del experimentado pescador, sino la palabra de Cristo que al obedecerla trajo buenos resultados y copiosa pesca.

En la imagen del Pastor que cuida de su grey, hay dimensiones históricas relevantes. Cuando escribe Juan, ya Pedro había llegado al tiempo profetizado en que entregaría su libertad (“otro te llevará a donde no quieras”) y el mandato de Cristo de “Tú, sígueme” se hacía entonces fehaciente realidad.

La primera lectura de hoy es una prueba de esto, pues son llevados ante las autoridades que “los hicieron azotar...” sin embargo salieron del Sanedrín contentos por haber recibido ultrajes y haber sufrido en el nombre de Jesús .

Símbolos y realidades

En medio de estas dos realidades de la pesca y el pastoreo se coloca el banquete. Dato muy propio de la Pascua, pues varias de las manifestaciones de Cristo resucitado se realizan en torno a la mesa. Jesús les pide de comer, pero cuando los apóstoles bajan de la barca, la comida estaba ya preparada.

Cristo lo había hecho, sin embargo, les pide una primicia para compartir también lo recién pescado.Cristo recuerda la riqueza de los símbolos entre la pesca que urge realizar y el rebaño que necesita ser pastoreado.

El Apocalipsis proclamado como segunda lectura toma su punto de referencia en esta arcaica liturgia.Los 153 peces, se vuelven millares  del silencioso reconocimiento de Cristo -pues ninguno le preguntaba- ¿quién eres?; silencio que se transforma enel canto triunfal al Cordero  en el que participan todas las criaturas del inmenso coro del cosmos, diciendo: “A Aquel que está sentado sobre el trono del Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos” .

Nosotros ahora vamos por este camino, entre los signos de los tiempos y la esperanza del futuro encuentro.Para nosotros las expresiones de Cristo: “Arrojen las redes... Sígueme... ¿Pedro me amas?” son invitaciones a encontrarnos con Él, a experimentar Su presencia en la oración y contemplación, a sentir su cercanía y compañía en la misión.

Aquel que emprende el camino, que busca, que corre, que se avienta al mar, que arroja las redes, el que ama gratuita, generosamente y sin discriminaciones, es el que va a ser capaz de encontrarse con el Resucitado, porque Él vive, nos llama y nos precede. 

Conclusiones

  • 1)    Vale la pena recordar que en la Iglesia pueden darse como complementarias las dos dimensiones de la vida activa y de la contemplativa. Así pues, Pedro y Juan representan las dos caras de la Iglesia que labora y se fatiga: la vida activa y la vida de la Iglesia que contempla (contemplativa). San Agustín trató de explicarlo así: “La Iglesia conoce dos maneras de vivir la vida: una en la fatiga, otra en el reposo; una a lo largo del camino, otra en la patria, una en el trabajo de la acción, la otra en el premio de la contemplación, la primera simbolizada en el apóstol Pedro y la segunda en San Juan” .
  • 2)    Se puede decir también una Iglesia que difunde el Reino y una Iglesia que lo anticipa, que son la Misión y la Profecía.La santidad misma en la Iglesia se somete al ministerio que preside la unidad de las Iglesia; por ello san Ignacio de Antioquia define a la Iglesia de Roma: “La que preside en el ágape, la que preside en el amor”.
  • 3)    Todos los grandes místicos han buscado la comunión jerárquica, y se han sentido “hijos de la Iglesia”, ligados por vínculos profundos al Sucesor de Pedro.
  • 4)    Vuelve a recomendar San Agustín: “Nadie separe a estos dos apóstoles... Pedro recibió del Señor el poder de perdonar (“atar” y “desatar”) los pecados; y al mismo tiempo guiar a los fieles al puerto tranquilo de la vida íntima y secreta que San Juan disfrutó cuando se inclinó sobre el pecho de Cristo .
  • 5)    Reconocer a Jesús, obedecer sus mandatos, amar a Jesús, y seguirlo en el sacrificio, son como las palabras claves de este domingo.
  • 6)    Vivamos en la comunidad de la Resurrección con el criterio que expresó San Pedro: “Es mejor obedecer a Dios, que darles gusto a los hombres” (Hechos de los Apóstoles) y así nos iremos preparando para que al final de la vida podamos cantar el solemne himno al cordero inmaculado que nos presenta el Apocalipsis.
  • Pidamos al Espíritu Santo que, unidos hoy a la confesión del Apóstol Pedro, cada uno de nosotros sea capaz de decirle a Cristo: “¡Señor, tú sabes que te amo!”. En la misión y profecía, en la acción y en la contemplación, el don supremo de nuestra vida sea el amor a Cristo Jesús, que se realiza en la comunión Eucarística, jerárquica y fraterna de la Iglesia. Amén.

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