Homilía dominical: “Predicar íntegro el Evangelio de Cristo”

En el XII domingo del Tiempo Ordinario, las lecturas son: Jer 20, 10-13; Sal 68; Rm 5, 12-15; Mt 10, 26-33.

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Predicar íntegro el Evangelio de Cristo, pide la Iglesia Católica a sus fieles. (rtm.uruguay.org)
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Jesús quiere que estemos muy alertas contra el demonio, “padre de la mentira”; que quiere a través del pecado y del mal conducirnos a la condenación, que es como reprobar la experiencia de la vida...

Jer 20, 10-13

Durante el exilio se inició la redacción del libro de Jeremías muy cercano al Deuteronomio y a los libros históricos deuterocanónicos. La parte de la lectura es una oración llena de confianza en Dios que manifiesta la delicadeza del sentimiento personal del Profeta. Este primero le manifiesta su situación de angustia y después se dirige a El con confianza y seguridad.

a) Situación de angustia (Jer 20, 10):

El profeta, en medio de una situación dramática de su misión, le expresa a Dios su cansancio y pérdida de entusiasmo. Sus amigos incluso lo espían, y otros esperan verlo caer contentos con su fracaso, para que así se calle. La expresión “terror por doquier” es usada por el Profeta en varias ocasiones (6, 25 - 20, 3, 46, 5 - 49, 29).

b) Sentimiento de confianza en Dios (Jer 20, 11-13):

El Profeta siente y manifiesta la certeza de la asistencia divina; está seguro de que él está protegido por Dios, que sus enemigos flaquearán, y el podrá cantar un himno de gratitud a su libertador. Es una bella oración de queja, confianza y gratitud que muestra la lucha interior del heraldo de Dios, encargado de una misión profética que debe desarrollarse en condiciones difíciles, y muestra la fuerza divina que lo sostiene.

Rm 5, 12-15

Este trozo inicia haciéndonos ver las dos etapas de la economía de la salvación, la del pecado y la de la gracia. Se contraponen Adán y Cristo para poner en evidencia el contraste y la superioridad de Cristo sobre Adán. Adán por medio del cual se instaura después del pecado el reino de la muerte; y Cristo ha liberado a los hombres de esa esclavitud.

a) La obra de Adán (Rm 5, 12-14):

Este pasaje contiene la revelación del misterio del pecado original, el pecado y la muerte son concebidos y presentados como una personificación. San Pablo deduce que el pecado a entrado en la humanidad por medio de esta culpa inicial del primer hombre, padre de toda la humanidad. La expresión “Todos han pecado”; se puede entender ya sea en el sentido de que todos pecaron en Adán, como una misteriosa inclusión de todos los seres humanos en el mismo pecado de su progenitor; o también en el sentido de que todos hemos cometido pecados personales.En ambas interpretaciones representa una relación de solidaridad entre la trasgresión de Adán y el pecado de los hombres; por medio del pecado de los hombres la potencia del pecado de Adán ha ejercitado sus efectos de muerte.

Esta doctrina interesa a San Pablo por el paralelismo antitético que se ofrece entre el primer Adán y el segundo que es Cristo. Entre la obra negativa del primero y positiva del segundo que es Cristo. Entre la obra negativa del primero y positiva del segundo; que repara y compensa con sobreabundancia los aspectos consecuenciales desastrosos del pecado del progenitor.Como nueva cabeza del género humano, como imagen perfecta de Dios, Cristo es en quien viene restaurada y salvada la especie humana.La muerte de la que se habla, se refiere a la muerte física corporal, pero en cuanto ésta es signo de la muerte espiritual y total del ser humano a través del pecado.

b) La labor de Cristo (Rm 5, 15):

El texto señala la diferencia entre los efectos de la caída del pecado y los efectos de la redención realizada por Cristo. La redención no tan solo repara el efecto negativo de la transgresión, sino que compensa el aspecto positivo y abundantemente superior del don de la justificación perfectamente gratuito; y en mayor abundancia que el daño del pecado, la obra de la gracia es sobreabundante en la reparación con respecto al pecado.Adán inaugura una economía universal de pecado y de muerte, en prefiguración de Cristo que realiza la economía universal de la gracia.

De Cristo se deriva para todas las personas un estado de justicia, que conduce a la plenitud de la vida divina. La síntesis del pensamiento se concentra en la persona de Cristo y en su función contrapuesta a la de Adán; la salvación traída por Cristo no se limita a neutralizar haciendo como un contrapeso equivalente, a la realidad del pecado, sino que trae una dinámica positiva, por la bondad y misericordia de Dios, que nos da la gracia en Cristo, y nos la da en forma sobreabundante.

Mt 10, 26-33

Este texto está tomado del discurso misionero de Mateo, y es la segunda de las cinco grandes declaraciones programáticas de Jesús que sostienen la estructura del primer Evangelio. San Mateo parte probablemente de la experiencia de la comunidad eclesial que ha sido sujetada a fuertes presiones por la Sinagoga, describe la figura del apóstol como la de un confesor en la fe.

Habiéndose librado de la tentación de las catacumbas y del secreto superada la fase de la formación de la comunidad, que no puede pensarse como un seno materno seguro en el que se permanezca siempre, sino que el cristiano debe asumir el riesgo de vivir en el mundo que le toca existir.

a) La proclamación del mensaje (Mt 20, 26-27):

Inicia alentando a sus discípulos a tener valor, a que revelen y prediquen a todos la doctrina que El mismo les había revelado. Esta fórmula tiene un sabor de universalidad diferente, por tanto, a las restricciones que Cristo impuso a sus discípulos en la conocida como “misión temporal”.

b) Librarse del miedo (Mt 10, 28-31):

El miedo es una defensa natural y preserva a la persona de asumir peligros mayores. Valor es asumir los riesgos razonables; temeridad asumir lo que venga “y a lo que dé”, sin prever la adecuación entre fuerzas y consecuencias. Porque, además, Jesús quiere que estemos muy alertas contra el demonio, “padre de la mentira”; que quiere a través del pecado y del mal conducirnos a la condenación, que es como reprobar la experiencia de la vida.

El aspecto del temor entra en la vida de la fe, y en la vida filial del cristiano. La caridad es la grande fuerza motivacional para llevar adelante toda la existencia, pero es también saludable el temor filial.Como aconseja muy bien san Cipriano:“Conservar la paz con nuestros hermanos, el amor al Señor de todo corazón, amarlo en cuanto Padre y temerlo en cuanto Dios, el no anteponer nada a Cristo, ya que El nada antepuso a nosotros el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y cuando está en juego su nombre y su honor, el mostrar en nuestra palabra la fe que profesamos, en los tormentos la confianza con que luchamos y en la muerte la paciencia que nos obtiene la corona. Esto es querer ser coherederos de Cristo esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre”. (Tratado sobre la oración del Señor) Cap. 13-15 C Sel 3-272-2-78.

c) La profesión de fe, criterio de salvación (Mt 10, 32-33):

Declararse a favor de Jesús, significa dar testimonio que Él es el hijo de Dios y llevar con tal coherencia esa convicción que si fuera necesaria se dará la sangre y la vida por ello.No debemos imitar la debilidad, la agilidad de San Pedro al negar a Jesús: “No lo conozco” (Mt 26, 72-74). Y a quienes no siguen a Jesús, podrá decirles Él en el último juicio “no los conozco” (Mt 7, 23 y 25, 13).

Jesús promete reconocer delante de su Padre a los que aquí lo confesamos no obstante persecuciones, incomprensiones y riesgos. Por ello valoramos la triple exhortación: “No tengan miedo” (Mt 10, 26, 28, 31), que enmarca los tres paralelismos antitéticos:

  1. Lo secreto y lo revelado
  2. Lo escondido y lo conocido
  3. La obscuridad y la luz. Con ello está tratando de describir al discípulo ideal, un discípulo que edifica su existencia sobre dos pilares.
    • La fe radical en el Padre
    • La solidaridad irreversible con Cristo crucificado y resucitado (J. Fontbona).

Solo adhiriéndose a Cristo el discípulo puede hacer suyo el conocimiento que Cristo nos trae sobre la vida íntima de Dios. Mediante la intimidad con Cristo, el discípulo no adquiere ciencia o erudición, sino la sabiduría que se refiere a la salvación y al correcto acercamiento a Dios. Este es el motivo por el que el discipulado es la nueva esencia del cristiano.

La adhesión a Cristo comporta que las profundidades más íntimas de cada corazón humano se abren delante de El como Dios. Por su asociación con Cristo el discípulo debe ser transformado de tal manera por la mente y actitudes de Cristo que pueda decir, “Cristo vive en mí”(Flp 2, 5; Gal 2, 19). De hecho, tan íntima es su viva unión con Cristo que puede ser comparada a la unión entre la vid y sus sarmientos. Entre la cabeza y los miembros. El permite que Cristo posea el núcleo íntimo de ser de modo que su vida entera pueda irradiar a Cristo”. (August Brumer S.J. “El Cristianismo como discipulado”).

d) La serenidad frente a la confianza en el Señor (Mt 10, 21):

“No tengan miedo ustedes valen mucho más que muchos pajarillos”.Efrén de Siria tiene una muy bella página:“Como la pecadora que se amparó a la sombre de tu vestido, pueda yo refugiarme y ampararme para siempre...Como aquella que en su miedo encontró fuerza y curación, alíviame de mis fugas y de mis miedos para que en Ti encuentre la fuerza. Que del manto pueda pasar a tu cuerpo para poder alabarte menos indignamente. Porque Tu Manto Señor es continua medicina, y tu fuerza se oculta por tu vestido. Basta un poco de saliva de tus labios y la maravilla de la luz se realizó en el lodo” (De fide, 10).

La liturgia de hoy es una invitación a unirse a esta misión de salvación enfrentando riesgos y sufrimientos, pero con inquebrantable confianza en Dios.Como bien escribía san Agustín: “La Iglesia debe proseguir su peregrinación, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios” (“De Civitate Dei”), anunciando la cruz y la gloria del Señor “hasta que vuelva”. (1Cor 11,26).

Amén.

Mérida, Yucatán, Junio 25 de 2017

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

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