Homilía del XVI Domingo del tiempo ordinario

Hay que pedir al Espíritu Santo la gracia del discernimiento para saber distinguir el trigo de la cizaña.

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Dios nos ve con ojos de misericordia, debemos ser humildes y serenos, para saber esperar sin renunciar a la esperanza. La imagen es únicamente de contexto. (Archivo/SIPSE)
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Lecturas de hoy: Sab 12, 13. 16-19; Sal 85; Rm8, 26-27; Mt 13, 24-43

Sab 12, 13 16-19

El libro de la Sabiduría es una joya de la literatura judía de la Diáspora en Alejandría de Egipto. Tiene una grande dosis de optimismo y de vitalidad misionera. Hay que comprender esta página de la Escritura en el contexto de la indulgente actuación de Dios hacia Cannán que no se ha convertido de su actitud idolátrica. Reconoce el autor la plenitud de poder que Dios posee, y que ejerce su justicia con grande imparcialidad y libertad, y al mismo tiempo con enorme misericordia.

Su poder y dominio es absoluto, y sin temor a nadie, Él sin embargo nos muestra el camino de la indulgencia, clemencia y paciencia para con todos. Se convierte así en el verdadero modelo de actuación para su pueblo, en la búsqueda de esa armonía: entre justicia-misericordia ofreciendo tiempo y opción para el arrepentimiento, y al subrayar la visión universalística propia de la literatura sapiencial, prepara el advenimiento del Nuevo Testamento.

Rm 8, 26-27

Seguimos la lectura del estupendo capítulo octavo que se relaciona con la acción del Espíritu en la oración del cristiano, imperfectos como somos también lo será nuestra plegaria. En ella expresamos a Dios, indigencia, pero al mismo tiempo nuestra confianza.

San Pablo habla del gemido de la Creación (Rm 8, 22), del cristiano (Rm 8, 23), del Espíritu (Rm 8,26). La oración nuestra se vuelve agradable en la presencia de Dios porque es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros. Nuestro “gemido” recibe del Espíritu el significado que agrada a Dios Padre, así Él complace al Espíritu Santo que ora en nosotros.

En nuestra modesta plegaria angustiada, incierta e insuficiente se expresa una tensión y una intención que, asumida por el Espíritu, es escuchada y acogida por Dios. En nosotros ora el Espíritu. Por lo tanto, la oración es un don, una gracia, un verdadero regalo de Dios. Cuando queramos dialogar con nuestro Padre Dios, pidamos siempre el auxilio del Espíritu Santo, para poder orar en perfecta unidad con Cristo, el Hijo Unigénito del Padre.

Mt 13, 24-43

Hemos escuchado una amplia lectura evangélica del drama de la venida del “Reino de los cielos” que contiene tres parábolas y la explicación de una de ellas. El hilo conductor es el “Reino de los cielos”, imagen central en la predicación de Jesús que desea describir el proyecto de Dios con respecto al cosmos y la historia, proyecto de armonía, liberación y salvación.

1) La parábola de la cizaña (Mt 13, 24-30): Ofrece una teología de la historia de la presencia de Dios en el mundo. El punto clave está en la respuesta que el patrón da a sus trabajadores cuando manifiestan su deseo de arrancar la cizaña. En el mundo existe una doble semilla, la del bien y la del mal, que explica las divisiones entre las personas y la que vive la persona al interior de sí misma.

El futuro de la historia del Reino de Dios es un crecimiento. Dios tiene infinita paciencia y ello explica su optimismo. Él sabe esperar, confía en la buena semilla, que nace, crece y llega a la cosecha.

El crecimiento tiene una meta, la cosecha que en la vida es el juicio al final del tiempo, en el que la cizaña será quemada y en cambio el buen grano se llevará a los graneros del Señor.

2) La parábola del grano de mostaza (Mt 13, 31-32): En Galilea es muy conocido y es proverbial lo pequeño del grano de mostaza, en contraste con lo que crece el árbol, por ello es una buena muestra de la expansión del Reino de Dios. Es una visión teológica de fe de la historia y del itinerario del Reino de Dios en este mundo, con un profundo sentido de esperanza y optimismo. Hay un adagio de los Rabinos que dice: “El sol se oculta cuando se vuelve como un grano de mostaza roja en el horizonte”.

3) La parábola de la levadura (Mt 13, 33): Esta parábola es muy semejante a la anterior porque contiene la misma tesis, es decir la pequeña cantidad de levadura que fermenta una grande cantidad de harina, para subrayar la fuerza irresistible de transformación del mundo que posee el Reino de Dios.

Explicación de la parábola de la cizaña (Mt 13, 34-43).La explicación refleja la situación de la Iglesia apostólica ya estableciéndose e institucionalizándose, que presenta como en toda comunidad los diversos tipos de personas: buenos y malos.El Señor Jesús aparece como Sembrador al inicio y como Juez al final.Es de notar que en la parábola se subraya la espera paciente del Señor, en cambio en la cosecha se subraya lo definitivo e irreformable del juicio.La frase final que contempla los buenos en la gloria del Reino es una clara referencia a la relación y dependencia con Dios Padre.

Conclusiones

  1. El bien y el mal forman el tejido de la historia humana y personal.
  2. Es necesario imitar a Dios en su paciencia, rechazando toda intransigencia y egoísmo.
  3. Cuántas veces los creyentes se pueden ver arrastrados por un ansia apocalíptica, que los hace jueces implacables, exigentes, irreductibles hacia sus hermanos. Olvidando la sabia frase de Jesús “El que esté limpio que tire la primera piedra”.
  4. Dios nos ve con ojos de misericordia, debemos ser humildes y serenos, para saber esperar sin renunciar a la esperanza. Tenemos el ejemplo extraordinario de Job. Como dice el poeta Charles Peguy: “Esperar es lo difícil, lo fácil es desesperarse... y ésta es la gran tentación”. Decía también un gran convertido Pieter Van DerMeer: “Los molinos de Dios muelen despacio, pero muy fino”.
  5. Todas las parábolas llevan al mismo objetivo: el crecimiento extraordinario y la expansión maravillosa del Reino de Dios. Que cada uno se comprometa en solidaridad fraterna con compromisos viables, que hacen el bien, promueven la persona, generan beneficios reales, hacen convergente y productivo, el ingente potencial humano que cada persona tiene en sí mismo y que puede generosamente poner al servicio de los demás.

Son trigo quienes aman a sus hermanos, los sirven a través de su propia vocación, los promueven, los alientan. Papás que velan por su hijos, maestros que promueven a sus alumnos, oficios y vocaciones en donde a diario tantas personas se entregan y desgastan por construir un mundo mejor en dignidad e igualdad de oportunidades.

Lo mismo sucede con el ejercicio de los tres poderes de la Nación en donde encontramos tantas personas buenas que se dedican a servir, ayudar, promover y facilitar la vida de sus conciudadanos.“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí, contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y apetencias” (Gal 5,22).

También hay cizaña y son los que practican, favorecen o alientan el mal: Al robo, al crimen, a las violaciones, plagios, infidelidades, y como dice San Pablo: “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gal 5, 18).

Hay que pedir al Espíritu Santo la gracia del discernimiento para saber distinguir el trigo de la cizaña, tanto en el propio corazón, como en las actitudes y actuaciones de los demás.

Podemos concluir con la oración colecta: “Míranos, Señor, con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos”. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

Mérida, Yucatán, Julio 23 de 2017.


+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo Emérito de Yucatán

 

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