Una mentira 'piadosa' lo llevó hasta el Papa

El experimentado fotógrafo de Milenio Novedades se encargó de la cobertura de la visita de Juan Pablo II a Yucatán en 1993.

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Como testigo de la historia a través de su lente, José Acosta guarda la satisfacción y el orgullo de haber capturado el momento del paso de un santo por la Ciudad de las Tres Culturas. (Milenio Novedades)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- “Un click puede hacer la diferencia”, expresa el fotógrafo José Acosta Puc, uno de los profesionales encargados de la cobertura de la visita de Juan Pablo II a Yucatán en agosto de 1993, quien sorteó retos físicos, de seguridad y protocolo para captar el acontecimiento que le permitió fotografiar a un santo de este tiempo.

Tomó la decisión precisa, oportuna para que a un click estuviera la diferencia entre el registro de la historia y la nada. 

En entrevista, el titular del equipo de fotografía de MILENIO NOVEDADES recordó que en la etapa de Novedades de Yucatán se dispuso de un plan de trabajo y él fue designado para fotografiar la llegada del Papa polaco a Izamal para el histórico encuentro de las etnias en el convento del Pueblo Mágico. 

Debido a su calidad como representante del Estado Vaticano, la custodia del Santo Padre era casi impenetrable, el control del acceso de los representantes de medios de comunicación era minucioso y no permitían que con el mismo gafete de una sede entraran a un punto diferente.

José Acosta tuvo el encargo de  fotografiar la llegada del Papa polaco a Izamal para el histórico encuentro de las etnias

En este contexto, José contaba con la consigna de cubrir los alrededores del convento para documentar el arribo del helicóptero del Vicario de Cristo, el paseo del Papamóvil y su entrada al atrio.

Con el objetivo claro llegó al helipuerto improvisado en un campo deportivo, captó la llegada; consciente de la lejanía del sitio con la iglesia, en cuanto aseguró la toma corrió a toda velocidad hacia el siguiente punto, pero se detuvo al identificar la cantidad de vallas, policías y militares que custodiaban el paso.

En ese instante, echando mano de su creatividad logró convencer a los uniformados que debía de pasar por esa área porque no había otra forma de llegar al otro extremo donde se encontraba su casa. 

La mentira piadosa le dio el paso y en cuanto se vio del otro lado corrió despavorido. Los oficiales comenzaron a gritarle para que se detuviera, pero sin mirar a atrás para no convertirse en estatua de sal, tomó impulso y brincó sobre la gente hasta caer del lado de la circulación del papamóvil.

Sin pensar en los golpes, y con el único pensamiento de lograr la foto tuvo la suerte de aterrizar unos metros antes de que el vehículo papal pasara y la oportunidad de disparar tres veces.

Esos clicks hicieron la diferencia y su fotografía fue parte de la portada de aquella edición del 12 de agosto de 1993. Como testigo privilegiado de la historia a través de su lente, ahora guarda el recuerdo, la satisfacción y el orgullo de  haber capturado el momento del paso de un santo en Yucatán.

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