La aduana

¿Qué sucede cuando toca el momento de leer sin letras?

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A Vichi y a Chalo, quienes leen sin letras

Si pensamos en términos de movimiento, el hecho de leer es casi un ejercicio inmediato; un cúmulo de reacciones automáticas, un instinto. Leemos desde la virtualidad cotidiana que supone el comunicarnos por mensajes, interacciones con emisiones y recepciones entre ruidos emocionales y mentales. Estamos acostumbrados a leer y a leernos; quizás seamos ese ejercicio constante.

¿Qué sucede cuando toca el momento de leer sin letras? Cierto es que, en la interacción humana, somos capaces de estudiar las muecas en una boca, los gritos en los ojos o la tristeza en las manos; hemos desarrollado esa habilidad.

Sin embargo, descifrar una historia a partir de las imágenes suele ser una suerte de lectura sorpresiva. Quiero decir con esto que cada uno de nosotros es capaz de mirar algo distinto porque nuestros antecedentes han moldeado nuestra perspectiva, leemos a partir de lo que somos.

En esta ocasión, miraremos una historia cuyas letras y palabras están ausentes. No las necesitamos. Al menos no de momento, porque la fuerza expresiva de las imágenes hace que en nuestro interior se construya un universo letrado sin la necesidad de abrir la boca.

En La douane (1996), novela gráfica del autor Thomas Ott, nos encontramos ante la sensibilidad de un momento crucial en la vida del humano: su muerte.

Adelanto que tenemos un personaje masculino que viaja en tren y que es despertado para lo que pudiera ser una inspección personal poco convencional. Le revisan los dientes y la espalda, también levantan su ropa para dar con un cuerpo que ha sido previamente costurado. Le sacan el corazón y luego los intestinos, no hay objeción por su parte cuando se queda literalmente deshecho.

Como quien resuelve que quizás ya haya pasado lo peor, la inspección termina y con ello el personaje llega a su destino final. Miramos cómo baja del tren estando perfectamente vestido; como si el arrebato a su persona hubiera sido una liberación y no un ataque.

Se dirige a unas escaleras y llega a la luz cegadora; el cielo.

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