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Con la elevación al cielo Jesús entra con su humanidad completa en posesión de la gloria divina que le es propia. (mossenjoan.com)
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MÉRIDA, Yuc.- I.-  Hech 1, 1-11

En el Evangelio san Lucas ha narrado los acontecimientos y enseñanzas de Jesucristo, y en los Hechos continúa la vida de Jesús pero Resucitado, vida que se actúa y continúa en la Iglesia.

a) El prólogo (Lc 1, 1.2): es una síntesis del Evangelio en el que muestra cómo este segundo libro es una continuidad y obra única cuyo contenido es Jesucristo.

Se recuerda la elección de los discípulos realizada por el Señor en el Espíritu Santo.

La frase final "fue llevado al cielo" (Lc 24,51) pone final al gran itinerario de Jesús.

b) Los cuarenta días (Hech 1,3):
La cifra de 40 es el símbolo numérico bíblico que representa el período de iniciación de la enseñanza del Señor resucitado, y junto con el tiempo de las apariciones que sirve para dar fundamento a la predicación y testimonio apostólico.

c) La promesa del Espíritu Santo (Hech 1,4-8):
Por dos veces se nombra al Espíritu Santo en este texto, la primera vez en relación con el Bautismo, distinguiéndolo del de penitencia de san Juan Bautista.

La segunda vez con la fuerza que les será infundida a los discípulos por el testimonio que deberán dar de Jesús. La promesa del Espíritu se realizará pronto y en plenitud en la fiesta de Pentecostés para ser desde ese momento el gran protagonista de la Iglesia.

El Espíritu es la presencia del Señor resucitado en la comunidad de los creyentes.

d) Ascensión de Jesús (Hech 1, 9-11):
La forma como se describe la Ascensión del Señor es un estilo sobrio y esencial. Presente el elemento característico de las Teofonías, la nube que sustrae a Jesús de la vista de sus discípulos.

El cuerpo glorioso de Jesús no pertenece más a esta tierra en donde reinan aún la muerte y la corrupción.

Con la elevación al cielo Jesús entra con su humanidad completa en posesión de la gloria divina que le es propia.

En la Ascensión y el regreso de Jesús se realiza el tiempo del Espíritu y el tiempo de la Iglesia, tiempo en el que el Señor está muy activo en favor de los que creen en Él.

La doble dimensión de la invocación del Espíritu y el testimonio manifiestan la esencia de la Iglesia, para anunciar el Reino de Dios hasta los confines de la tierra.

II.- Ef 1, 17-23

El texto se encuentra al inicio de la carta, después de que el prólogo ha expresado el misterio de la salvación bajo la forma de himno de bendición, y viene la parte que hemos escuchado como plegaria de iluminación.

Inicia con esta plegaria del apóstol que se puede llamar oración de iluminación, en el sentido de penetración de la luz de la fe por la inteligencia del misterio central de la salvación.

Todo en esta plegaria tiende “al conocimiento”. Está el tema de la gloria de Dios Padre, autor, causa, origen el tema de la sabiduría y de la Revelación, el tema de la iluminación y comprensión, y todos estos conceptos tienen como objeto la esperanza, la vocación la herencia de Dios, su potencia, eficacia y fuerza y este explicitarse salvífico del poder de Dios se sintetiza y se concentra en Cristo.

Así el misterio del Señor se expresa en sus aspectos de: muerte, resurrección y ascensión, sentado a la derecha del Padre y señorío universal.

Se afirma además el primado de Cristo sobre todo lo creado y sobre la Iglesia, porque todo ha sido sometido a El, que es la cabeza de la misma.

El tema es la contemplación de Cristo, cabeza de la Iglesia por su supremacía de influjo total y el tema de la Iglesia Cuerpo de Cristo están aquí unidos: Cabeza y Cuerpo, Cristo e Iglesia, forman el Cristo total.

La primacía de Cristo resucitado es absoluta y sin límites. Cada persona y cada creatura están bajo su irradiación e influjo, para realizar así plenamente el plan divino de recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, que ve a todo lo creado.

La visión salvífica y cristológica y cósmica universal

III.-Concluyen tanto las apariciones de Jesús resucitado

a) Poder Universal de Jesucristo resucitado (Mt 28, 16-18):
Habla aquí el Señor resucitado y glorioso ya en su vida mortal Jesús había mostrado poseer todo poder:

  • De realizar milagros, 
  • hablar con autoridad,
  • de perdonar los pecados
  • de arrojar a los demonios,
  • del conocimiento de todos los misterios de la revelación.

Antes de su resurrección Jesús estaba sujeto a los límites:
     Hambre – sueño – sed – cansancio – necesidades – sufrimientos – muerte.
     Además su misión se orientó hacía las ovejas perdidas de la casa de Israel, prevalentemente.

      Jesús resucitado: trasciende todo límite, y afirma haber recibido el poder absoluto y universal, de parte del Padre, y en virtud de este poder, confía la misión universal a sus discípulos.

b) La misión (Mt 28, 19-20a):
    Que es universal – a todos los hombres de todas las naciones, cuando en la misión temporal se orientó tan sólo a los de Israel (Mt 10, 5-6).

Aquí la tarea es triple: 

• Hacer discípulos: oficio doctrinal profético.
• Bautizar: oficio sacramental – santificante;
• Enseñar a observar los mandamientos: oficio pastoral – de gobierno;
y todo ello en orden a la salvación eterna.

c) La promesa de la asistencia de Jesucristo (Mt 28,20b):
Las palabras “yo estaré” pronunciadas por Dios son garantía de éxito en la tarea que le ha sido confiada a cada quien. De hecho así se lo prometió a Moisés en orden a la liberación de Israel (Ex 3, 12).

Al apropiarse la palabra divina, revela así su dignidad trascendente y con ella asegura el éxito de la misión indicada a sus discípulos.

Esto es lo que conocemos como la promesa de la indefectibilidad de la Iglesia. O sea que la Iglesia permanecerá y prevalecerá a lo largo de los siglos, por la garantía de Jesucristo nuestro Señor.

La forma trinitaria, está en el centro de ésta misión. Ahí se ve la absoluta igualdad de las 3 personas divinas.

La promesa de la presencia del Señor, hasta el final de los tiempos indica la índole transformadora del misterio de la Ascensión, que comporta un nuevo tipo de presencia de Cristo glorificado. Sentado a la derecha del Padre, intercede por todos los que creemos en Él.

Su intercesión tendrá como efecto el envío del Espíritu Santo, que ya no es una presencia visible, como la que tuvo hasta su Pasión y muerte, pero si una presencia profundamente eficaz y fecunda.

Es la solemne inauguración de la Iglesia, cuyo tiempo está delimitado entre la Ascensión del Señor, y su retorno al final de los tiempos en ocasión de la “Segunda venida”.   

“Nuestra esperanza pues no sólo vale para esta vida, porque Cristo es el primer fruto de nuestra cosecha, en El todos tendremos vida, y siendo el segundo Adán se convirtió en Espíritu que de la vida”. (1Cor 15,20-22-45).

En comunión con Cristo y la Iglesia. Asumida esta como misterio y como institución. Como dice Pablo: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios Padre de todos...” (Ef 4,5). La Iglesia misterio:

“Y Él mismo concedió a unos ser apóstoles, y a otros profetas, a otros anunciar el Evangelio y a otros ser pastores y maestros” (Ef 4, 5-16). La Iglesia visible.

Dice san Agustín: “no abandonó el cielo cuando bajó de él hasta nosotros y tampoco se aleja de nosotros cuando nuevamente sube a él. Él ha sido exaltado por encima de los cielos y sin embargo aquí en la tierra, ha sufrido todos los afanes que nosotros soportamos. De esto da testimonio cuando le dice a Saulo: ´Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?´ Para mostrar como Cristo se identifica en este mundo con Su Cuerpo que es la Iglesia”. (Sermón May. 98).

El primer prefacio de la fiesta orienta nuestra celebración: “No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar como miembros suyos, a donde El, nuestra cabeza y principio nos ha precedido”.

“La resurrección es la victoria de la cercanía de Dios, sobre su lejanía... Cristo y el Espíritu no caen del cielo y no regresan a él en un estático entusiasmo, sino que se manifiestan en la gloria pascual, y se convierten en un presagio y un anuncio del futuro de la Resurrección universal de la vida” (J. Moltman).

La grande virtud teologal de la esperanza que nos hace mirar hacia el cielo, la patria definitiva, de ninguna manera excluye nuestro compromiso cotidiano aquí en la tierra.

Los santos han sido los más comprometidos a favor de sus hermanos. Basta pensar en San Vicente de Paúl, San Juan Eudes, San Ignacio de Loyola, etc.

El compromiso de una superación personal, y promoción integral de todas las personas, es fruto de la virtud teologal de la caridad, que deberá manifestarse en el amor preferencial –no excluyente- por los más pobres.

La fe no aliena, ni enajena, sino que compromete, debemos ser peregrinos “con el corazón puesto en el cielo, con el trabajo y empeño de superación y promoción integral aquí en la tierra”.

Y al mismo tiempo que cada bautizado haga suya la invitación de Cristo a llevar la buena nueva a todas las personas, para iluminar con la luz de Cristo, la peregrinación de esta vida, Cristo es primicia, nos prepara el lugar, intercede por nosotros, nos anima y alienta, a la conquista del cielo, en el servicio generoso y eficaz aquí en la tierra. Amén.

Mérida, Yucatán, 1 de junio de 2014.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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