La bruja que hacía que todos se portaran bien

Conoce la leyenda de Juana la Catrina, de quien se decía era perversa y tenía grandes poderes.

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“Juana, la Catrina” fue vista, al mismo tiempo, en varios sitios de Temax, como la iglesia, el parque principal y rondando calles aledañas. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy hablaré sobre una leyenda que cuentan ocurrió a mediados del siglo pasado en el municipio de Temax (ubicado aproximadamente a 70 kilómetros en la carretera Mérida-Tizimin) y que aún recuerdan varios pobladores. De hecho, en mi más reciente visita a esa población, varios lectores pidieron que la narrara. Me refiero a la historia de “Juana La Catrina”.

Este personaje era una poderosa bruja, de la cual decían era perversa e incluso, en varias ocasiones, fue motivo para que las autoridades declararan “toque de queda” en todo el municipio y de alerta en poblaciones cercanas.

En esa época, recuerdan los temaxeños, todos los niños del pueblo se dormían temprano, hacían completa su tarea y se portaban muy bien por el temor que les inspiraba ese ser horroroso y terrible que con su sabucán recorría a diario las calles del poblado buscando chamacos, así como cualquier animal o cosa de valor para llevarse.

Era tan impresionante esta mujer que inclusive los adolescentes trasnochadores se refugiaban temprano en sus casas para no toparse con ella, pues, aunque al principio varios pensaban que no era real, al momento de comprobarlo decidieron pararle a sus desveladas por temor a morir a manos de ella.

Juana La Catrina entraba al pueblo como limosnera, pero la gente no se tragaba ese cuento, porque su avanzada edad, su rostro surcado de arrugas, su ropa vieja y sucia, sus cabellos enmarañados y su insistencia en acercarse a las casas para solicitar ayuda llevaban a todos a verla cómo una bruja desinhibida y calculadora, dispuesta a robar lo que fuera en el primer descuido, y a realizar cualquier maldad.

Por esa razón, al verla llegar, los niños la apedreaban, pero cuando se encontraba cerca mejor corrían llenos de temor a refugiarse en sus casas, cuyas puertas y ventanas cerraban, asegurándolas con tranca y pasador. Luego, para poder sentirse tranquilos, la espiaban por las rendijas hasta que se alejaba.

Devoradora de niños

Se decía que Juana La Catrina estaba por todos lados a la vez: por el parque, por la iglesia, por la salida del pueblo o las calles del centro. Y se rumoraba que en una ocasión se robó a un niño, pero lo devolvió un rato después porque se acababa de comer a dos chamacos de otro pueblo, y como estaba llena, no pudo cargar al tercero hasta Dzoncahuich, lugar de donde procedía, situado a escasos kilómetros.

Siendo tanta su maldad, los padres de familia pronto tuvieron un argumento para educar a sus hijos: No te portes mal, porque si lo haces al rato viene Juana La Catrina y nadie podrá impedir que te lleve. Pero no solamente se convirtió en un argumento educativo, sino en un chivo expiatorio para los ladrones que abundaban, porque si se perdía un pavo, una gallina o cualquier cosa, la opinión general era: “se lo llevó Juana La Catrina”.

Y como con frecuencia llegaba por las noches sin que se viera el medio de transporte que la había llevado, se sospechó que tenía grandes poderes. Lo cual se confirmó porque, puestos todos a espiarla, no faltó algún vecino que dijera haberla visto cerca del brocal de un pozo y en el momento en que dio tres volteretas, quedó convertida en un gato.

En adelante, temiendo que la huay-gato o bruja-gato quisiera engañarlos, los niños empezaron a cuidarse, inclusive de sus mascotas. Meses después se dijo que un chivo enorme se acercó a otro brocal y dio tres volantines hacia atrás convirtiéndose de inmediato en Juana La Catrina.

Por ese tiempo se recrudeció no sólo el temor, sino la aversión general hacia Juana La Catrina, y con frecuencia la lastimaban bastante al apedrearla por las calles. En tales ocasiones, se iba a sentar en alguna banca del parque y toda adolorida esperaba que llegara la noche para retirarse silenciosa y lentamente del pueblo. Entonces dijeron que de su sabucán sacaba una escoba y se iba volando. 

Finalmente, tal vez por tanto odio acumulado y descargado diariamente contra ella. Juana La Catrina desapareció, dejó de visitar el pueblo, y los chamacos empezaron a portarse mal como siempre, los adolescentes volvieron a desvelarse en sus tertulias, las tareas volvieron a quedar incompletas, los maestros empezaron de nuevo a llamar a los padres de familia para reclamar la mala conducta y la flojera de los estudiantes.

Tal vez por eso, durante una misa celebrada poco después, el cura del pueblo dijo que no todas las hadas madrinas son lindas muchachas que andan bañaditas, con vestidos relucientes y varita mágica, sino a veces son ancianas que van por la vida con el cabello enredado, vestido harapiento, un sabucán sucio y pidiendo limosna.

Como se puede ver en esta leyenda, no todo fue negativo, de cierta forma “Juana La Catrina” contribuyó por un tiempo a que los niños se portaran bien y se afirmaba que hasta los padres de familia le tenían temor y muchos de ellos, en vez de irse a la cantina o de parranda, preferían llegar temprano a sus casas.

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