El alma en pena del borrachito de Tixpéual

Este es el caso de un sujeto cuya alma solo pudo descansar en paz hasta que sacaron una botella de su ataúd.

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Por casi cinco años estuvo penando el espíritu de 'Juanito' en el panteón. (Milenio Novedades)
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Jorge Moreno/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- Hoy hablaremos de un suceso paranormal que se ha vuelto una especie de leyenda por todo el tiempo que ha transcurrido. Se trata de un caso que ocurrió en el municipio de Tixpéual, población ubicada a unos diez kilómetros al oriente de Mérida.

La historia cuenta que en los años sesenta del siglo pasado vivía un borrachito de nombre Juanito en el pueblo y que era conocido por toda la gente. Su historia fue triste porque desde adolescente se dedicó a la “bebida” y aunque no era malo nunca prosperó ni tuvo un trabajo fijo. De hecho, nunca se casó y a sus casi cincuenta años de edad aún vivía en casa de sus padres.

Tenía trabajos esporádicos (peón de albañil y también como se diría ahora, "mil usos”), pero su propio vicio por el alcohol no le permitía ser responsable o ser regular en algún oficio.

Un día ocurrió lo que ya muchos pensaban, amaneció muerto por una congestión alcohólica, tenía 48 años de edad, pero por su vicio y su mala alimentación parecía de 60. Sus papás y hermanos lo velaron en su domicilio y después lo enterraron en el cementerio del pueblo.

Poca gente acudió tanto al velorio como al entierro, pues aunque era conocido por mucha gente, casi no tenía amigos, sólo sus esporádicos compañeros de borrachera. 

A la semana de su muerte, dos de sus compañeros fueron a verlo a su casa para ir a tomar. Ellos obviamente no se enteraron que había fallecido, ya que trabajaban en otro pueblo y sólo los fines de semana llegaban a Tixpéual. Su papá y su hermano salieron para darles la triste noticia.

Sin embargo, uno de ellos casi queda pálido de la impresión, pero no precisamente por la muerte de su amigo, sino porque afirmaba haber visto a Juanito apenas una noche antes y hasta habían quedado de verse al día siguiente en su casa para iniciar la borrachera.

Tanto su papá como su hermano pensaron que se trataba de una broma de mal gusto, porque esa persona aseguraba haberlo visto una noche antes cuando ya se habían cumplido cuatro días de la muerte. No le dieron importancia y todo quedó así.

Tiempo después...

A las pocas semanas, uno de los tíos de Juanito aseguró haberlo visto a las puertas del cementerio, con el rostro triste. Tiempo después su propia madre dice que soñó con él y le pidió que por favor le quitaran la botella que tenía en su féretro porque ya no quería seguir tomando.

Ella platicó su sueño con su esposo y sus otros hijos y todos se extrañaron porque en primer lugar nadie metió una botella en su ataúd.

Por varios meses continuaron dándose estas manifestaciones paranormales, principalmente en el cementerio, en donde personas que lo conocieron y hasta los que no, afirmaban ver la silueta de una persona de gorra roja (siempre usaba una de ese color) dentro del camposanto.

En todo ese tiempo, el sueño de su madre se volvió recurrente y afirma que al menos en diez ocasiones al año soñaba lo mismo.

Lo sorprendente vino cinco años después cuando falleció un tío de Juanito y decidieron enterrarlo en el mismo sitio en donde estaba éste; y como ya habían pasado los tres años reglamentarios para que sacaran sus huesos y lo pusieran en un osario, entonces procedieron a hacer el trámite.

Ahí estaban dos de los hermanos de Juanito. Cuando el sepulturero abrió el ataúd para sacar los huesos, para asombro de ambos, vieron una botella de licor dentro del mismo. Se pusieron a averiguar con los que habían acudido al entierro años atrás y pronto la verdad salió a flote.

Resulta que uno de los compañeros de parranda, como “homenaje” a Juanito, metió la botella al ataúd instantes antes de que el sepulturero lo cerrara y lo enterrara. Afirmó que lo hizo para que su amigo no estuviera solo en el más allá y su botella de su licor favorito lo acompañara.

Sin embargo, aunque el amigo lo hizo de buena fe, pronto la familia descubrió que ese era el motivo por el cual penaba y estaba triste Juanito y que lo que soñaba su madre era en realidad: el pedido de su hijo para que sacaran la botella.

A partir de ese momento, las manifestaciones cesaron y la familia piensa que aunque tardó casi cinco años, Juanito por fin pudo descansar en paz.

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