La mujer que se burlaba de las ánimas

La señora estaba como loca, muerta de miedo y casi suplicaba que no la dejaran sola ya que se la quería llevar un ánima, pero nadie se apiadó de ella.

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Las celebraciones en honor de las ánimas en Yucatán datan de tiempos de la época colonial. (SIPSE/Foto de contexto)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- El dos de noviembre es el último día de la visita que las ánimas hicieron a sus familiares vivos de acuerdo a lo que narra la tradición, y aunque se afirma que hasta el 30 de noviembre es cuando se marchan en definitiva, lo cierto es que hay una leyenda que data de la época de la Colonia que ocurrió en Yucatán y toca este punto.

La leyenda tiene su origen en la época colonial en Mérida, cuando en ese entonces la ciudad sólo abarcaba lo que es ahora el primer cuadro (el centro) y los barrios de Santiago, San Juan, Santa Ana, San Sebastián, Mejorada, Santa Lucía y unos cuantos más.

Se cuenta que en ese entonces vivía por el rumbo de San Juan una doncella española que cada vez que llegaba la época de finados hacía todo lo posible por humillar a toda persona que recordara a los difuntos, ya que afirmaba que eso eran tonterías.

Por esa razón impedía que sus empleados pusieran algún altar o mencionaran cualquier cosa relacionada con las ánimas; estos tenían que obedecer con tal de no perder su trabajo pero en el fondo deseaban que alguna vez las almas en pena o la procesión de las ánimas se le aparecieran a esa joven doncella que parecía estar siempre de mal humor. 

Con el paso de los años esta situación se intensificó al grado de que cada vez que salía de su casa y veía un altar en la calle o veladoras para recordar a los difuntos los pateaba o tiraba de un manotazo o sombrillazo, ante la sorpresa y enojo de los presentes, pero debido a que su papá era un alto concejal, nadie se atrevía a decirle nada.

Pasaron más años y la doncella, quizás debido a su carácter, nunca se casó. Murieron sus papás y ella se quedó sola en la casa, ya que sus dos hermanos se casaron y se fueron a radicar a la capital del país.

Un día, la doncella solterona (como le apodaban) al fin vivió su suerte, ya que tuvo un accidente y se fracturó la pierna, lo que le hizo estar en cama por dos meses, pero para ese entonces sólo contaba con una sirvienta de planta, la cual no se quedaba en la casa y por más dinero que le ofreció, esta no quiso atenderla de tiempo completo.

Con el paso de los días, la doncella se desesperaba al no poder hacer nada, ya que a las siete de la noche se iba la sirvienta y regresaba hasta al día siguiente a las ocho de la mañana, por lo que cualquier cosa que necesitara durante la noche no podía valerse por sí misma.

Cambios

Sin embargo al cabo del tercer día se dio cuenta que en la noche entraba una señora a traerle agua, masajearle sus pies y darle unas medicinas, así como cualquier otra cosa que necesitara; por momentos ella pensaba en quién sería y cómo habría entrado, pero supuso que su sirvienta consiguió a alguien que la cuidara.

Era tan eficiente que cuando despertaba, lo primero que veía al abrir los ojos era a la señora, quien en ese momento le sonreía levemente y después se daba la media vuelta para irse.

Por su carácter, delirios de grandeza y orgullo, nunca comentó por la mañana a su empleada sobre su cuidadora nocturna, pero a los quince días tuvo necesidad de decirle, a lo que ella extrañada le dijo que no había mandado a nadie ni mucho menos le había dado una llave de la casa.

Esa misma noche, irónicamente un dos de noviembre, la doncella le reclamó a la misteriosa empleada quién era, a lo que esta le respondió que no importaba quien fuera sino que lo que importaba era que esa madrugada se iría pero en una semana se la llevaría también a ella.

Cuando le preguntó a dónde, esta le respondió que al infierno, ya que había venido desde el más allá para castigarla por no creer ni respetar a los fieles difuntos que llegan cada a año a ver a sus familiares, y justo en ese momento ella se empezó a elevar como si levitara y desapareció difuminándose en ese instante.

La señora al día siguiente estaba como loca, muerta de miedo y diciendo, casi suplicando, que no la dejaran sola ya que se la quería llevar un ánima, pero nadie se apiadó de ella y justo a la semana, falleció, muy posiblemente por burlarse de estas fechas tan importantes.

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