'La persona de fe vive una espera vigilante y un amor transformador'

Las cosas de este mundo se admiran, valoran y aprecian, pero no pueden encantarnos como ídolos seductores que nos vuelven dependientes y esclavizan.

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Todos comprendemos que el amor, la caridad cristiana, es una irrupción en nuestra vida de Dios. La madre Teresa de Calcuta fue un ejemplo de esa irrupción del Creador. (colunistas.ig.com.br)
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MÉRIDA, Yuc.- XIX Domingo del Tiempo Ordinario
Sab18, 6-9; Sal. 32; Heb 11, 1-2. 8-19; S Lc 12, 32-48

Todos comprendemos que el amor, la caridad cristiana, es una irrupción en nuestra vida de Dios y que nos conduce según su voluntad a una actitud dinámica y comprometida, hacia uno mismo, hacia Dios y hacia los demás.

Es Dios que irrumpe en nuestra vida y que nos estimula a un comportamiento activo y creativo que corresponda lo que nos dice el apóstol “El nos amó primero” (1Jn 4,19).

Y esta iniciativa espera nuestra respuesta:”Quien vive en Él debe comportarse como Él… haciendo que el amor no sea tan sólo de palabra y con la lengua, sino con hechos y en la verdad” (1Jn 2,6. 3,18)

I.- Un horizonte que amplía el corazón

Todos comprendemos que el discurso cristiano sobre el amor implica un horizonte concreto y activo de vida, como podemos decir lo mismo acerca de la fe y la esperanza.

Las tres virtudes teologales, regalo del Bautismo, son una irrupción de Dios y regalo para nuestra vida.

Creer es aceptar el hecho histórico de la iniciativa de Dios, que viene a liberarnos y a ponernos en camino hacia una meta lejana pero garantizada por su promesa; y este acontecimiento por que vivimos profundamente agradecidos nos lleva al compromiso fraterno en servicio y promoción de los demás. Lo que suelo englobar en esta frase: de la gratitud a la gratuidad.

Como nos dice la Sabiduría se impusieron “los justos correr en común las mismas aventuras y los riesgos, y cantar previamente los himnos de nuestros padres. (Sab 18,9).

Lo mismo sucede con todos los personajes del Antiguo Testamento como Abraham y Sara, lo que significa que creer es responder a la iniciativa de Dios que irrumpe en la historia humana, con enormes tesoros de dones, y que nos abre el horizonte de una meta difícil pero garantizada con su promesa, y esta esperanza garantizada por la Palabra de Dios nos ofrece la posibilidad de una inserción diversa en nuestra comunidad.

Esto nos da una serena objetividad. Las cosas de este mundo se admiran, valoran y aprecian, pero no pueden encantarnos como ídolos seductores que nos vuelven dependientes y esclavizan.

La vida es peregrinación, todo lo tenemos de prestado y somos pasajeros, esto no nos guía a una actitud de huida, escapismo, desentenderse; al contrario.

El amor de Dios nos conduce al compromiso; al servicio de los hermanos, conscientes que el bien y lo bueno que hicimos en nuestra vida nos apoyarán al final, lo mismo que aquellos que beneficiarios de nuestras buenas obras serán intercesores.

II.- "Somos administradores de obras de Dios"

Cuando “pecamos” en realidad nos detenemos en nuestro caminar “encantados” por algo o alguien, que puede con facilidad llegar a ser idolatría.

Esto cierra nuestro horizonte, estrecha nuestras miras, se vuelve excluyente de otros, sólo se piensa en sí mismo, reduciendo la capacidad de un amor sincero, en un atrofiamiento de todo el potencial humano.

Esto nos hace olvidar que somos administradores de todo y de todo tenemos algún día que “dar cuentas”. Por ello no podemos sentirnos “dueños de nada. Ni tan siquiera de nosotros mismos. Esta “buena administración” debe llevarnos a aprovechar al máximo todos los recursos que Dios puso a nuestra disposición: tiempo, capacidades, preparación, habilidad, cultura, etc.

Así como el buen uso de esta gran casa habitacional que es el “mundo”, no depredando, destruyendo, contaminando, desperdiciando los recursos naturales y promoviendo integralmente a las personas en una búsqueda constante, de paz, justicia, equidad, mejor distribución de bienes, oportunidades para todos, una comunidad más sana y más lleva de horizontes, con más grandes ideales, en una palabra una comunidad humana más fiel al designio de amor y salvación universal de Dios.

Pecar es querer ser “dueños” y no administradores, abiertos por la esperanza a una confianza basada en sus promesas. Debemos estar rectificando siempre para no atrofiar las inmensas capacidades de amor, creatividad, mejoría que existen en cada persona, y en cada acontecimiento que puede ser oportunidad de crecer y ser más.

Por ello es una exigencia la espiritualidad de comunión que armoniza y pone en sintonía todas nuestras capacidades, potencial y energía humana, para dar lo mejor de sí, y construir un mundo mejor según los designios de Dios.

III.- El verdadero amor es creativo

La fe, la esperanza y la caridad, son dones de Dios que recibimos el día de nuestro Bautismo, que nos llaman a una responsabilidad de vivir activamente en este mundo que Dios quiere construir con nosotros: para nosotros y de la mejor manera. 

Por ello no podemos desfallecer, ni flaquear en el esfuerzo cotidiano, comunitario y conjunto de la transformación del mundo, confiando en la gracia de Dios, y en las posibilidades insondables que hay en cada corazón y en la humanidad en orden al bien, a la justicia y al amor.

Debemos buscar ser más auténticos, más innovadores y creativos en la forma de vivir las tres virtudes teologales, en la vida cotidiana, para desencantar y desilusionar a los atraídos o poseídos por las idolatrías.

Recordemos que “al que mucho se le da, se le exigirá mucho y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. (Lc 12,4-8).

IV.- Conclusiones

1. El Señor nos invita a “estar preparados” a no desperdiciar el tiempo de la liberación, la noche de la Pascua, porque la actitud cristiana fundamental es de: tensión, movimiento, espera, vigilancia, dinamismo, transformación.

2. No debemos conformarnos con un cristianismo fácil, cómodo, superficial, sin compromisos, adaptable, y a la media de las circunstancias.

3. El amor verdadero a Cristo transforma y es transformante, “nos hiciste Señor para Ti e inquieto estará mi corazón hasta que descanse en Tí. (San Agustín).

4. San Gregorio definía a Dios como “Aquel que ama mi corazón”  “Es solo para El, que yo vivo, hablo y canto”. El amor es un compromiso de totalidad: Toda la persona, para toda la vida, en totalidad de compromiso.

5. La vida es una peregrinación; es un proyecto y tiene una meta. El amor con el que estamos dispuestos a permanecer despiertos, atentos y vigilantes, se orienta en la confianza a una firme esperanza.

6. El Evangelio es una buena noticia no solo para el cerebro, sino también para el corazón, libera de la ignorancia y de la tensión y del miedo; no solo de la presión exterior sociológica, sino de la opresión interior psicológica.

Hay que superar el miedo, el ansia, la incertidumbre es Cristo el que disuelve nuestros miedos, nos hace vencer nuestras angustias, nos devuelve la paz y la libertad. Nos libera, reconforta, reconstituye saber que Cristo nos ama. “… de todo salimos vencedores por virtud de Aquel que nos ha amado” (Rm 8.37).

Por ello San Justino gritó dirigiéndose a sus ejecutores: “Ustedes pueden matarnos, pero no pueden dañarnos” (1Apol 2)

“Gracias, Señor, porque no nos has dado un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de sabiduría” (2 Tim 1,27). Amén.

Mérida, Yuc., 11 de agosto de 2013.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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