Lamentos y sonido de monedas no los dejaban dormir

Una joven que murió en mortal incendio de una fábrica, logra descansar en paz cincuenta años después del siniestro.

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Según los habitantes de la casa, el rostro del alma en pena de la joven era de color negro, y estaba vestida con una túnica. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En ocasiones me llaman para investigar ruidos extraños que escuchan los nuevos inquilinos de casas que recién están rentando o comprando, pero muchas veces hay explicación lógica a todo esto, ya que las paredes pueden guardar sonidos que fueron muy repetitivos, sobre todo cuando se trata de casonas antiguas y de mampostería.

Hace tiempo me llamó Martha Solís de Alonzo para informar de ciertos fenómenos paranormales en su domicilio. La señora me habló a petición de sus nietos, pues ella, confesó, no creía en nada de eso, aunque le constaba que sí se escuchaban ruidos extraños en la casa.

Según explicó, desde hacía un mes se escuchaban llantos y lamentos de mujer, así como el sonido de monedas cayendo al piso. Esto ocurría casi siempre a la misma hora (entre 7 y 8 de la noche), por lo que varios miembros de su familia lo habían oído, e incluso grabado en cinta de audio, así que pude escuchar una de las grabaciones y confirmarlo, sin embargo, cabía la posibilidad de que accidental o intencionalmente hubieran dejado caer unas monedas.

Tras hacer nuevas grabaciones, y confirmar lo que me habían dicho, percibí que tras el lamento se escuchaba una extraña palabra, 'larralla', que por más que busqué no le encontré ningún significado.

Una semana después pude deducir que se refería a “la raya”. 'Raya' se le decía antiguamente al pago de los trabajadores, incluso, hasta hoy hay quienes usan ese término. Y asumí que a eso se refería, porque tras el lamento se escuchaba el sonido de monedas cayendo al suelo. 

Una fábrica incendiada

Además, tras investigar con los vecinos y en el registro público acerca de los anteriores dueños de la casona, me enteré que unos 50 años atrás casi toda la manzana había sido una fábrica, la cual cerró tras un incendio que acabó con la maquinaria e insumos, por lo que los dueños decidieron instalarse en otro lugar.

Poco después, el lote se fraccionó y se construyeron casas, una de las cuales es el motivo de la investigación.

Por fortuna, localicé a uno de los antiguos trabajadores de la fábrica, pues vive a dos cuadras de ahí y fue testigo del incendio en el que murieron dos personas. Don Cosmé, de 76 años de edad, me dijo que fue intendente en la fábrica y que recordaba muy bien el siniestro.

“Sí, como no me voy a acordar. Se quemaron muchas cosas de la fábrica y lo que más me dolió es que luego nos liquidaron a todos. Los jefes ya no quisieron volver a restaurarla, luego supimos que abrieron en un lugar mucho más grande y contrataron solo a nuevo personal”.

Indagando sobre las personas que habían fallecido, don Cosme recordó que fue un empleado de seguridad y la cajera, encargada de pagar a los trabajadores. La muchacha se llamaba Carmela y era sobrina de uno de los dueños. Dijo que era el día de pago y hasta el dinero se quemó, aunque, según las malas lenguas, el incendio fue provocado por los dueños para cobrar una especie de seguro, pero no contaban con que fallecería Carmela, por lo que, ante el remordimiento, prefirieron irse de ahí.

“Cuando ayudamos a limpiar todo, vimos muchas monedas quemadas tiradas en el área de la oficina, quién sabe cuánto dinero se habrá quemado”, afirmó don Cosme.

Descansa al fin

Luego de la entrevista, una parte del misterio parecía esclarecerse. ¿Eran los lamentos y voces de esa muchacha muerta en el incendio lo que se escuchaba en la casa?

Había muchas coincidencias que no dejaban lugar a dudas. Quizá gritaba por el dinero de “la raya” que se quemaba al mismo tiempo que ella.

Lo más sorprendente fue que, tras conseguir un croquis de la fábrica y con los testimonios de tres de los testigos de la época, se determinó que la casa de los fenómenos paranormales estaba construida justo en el área de oficinas, donde murió la muchacha.

Doña Martha, quien decía no sentir miedo por esos lamentos, no quería más que ayudar a ese espíritu, por lo que sugerí pone una veladora al cuarto de donde provenían los lamentos y varias monedas antiguas que aún conservaba en una especie de altar. 

A casi un mes de estar escuchando los lamentos, estos cesaron de inmediato tras poner el pequeño altar. 

La pobre muchacha, al parecer, por fin descansa en paz a más de 50 años del incendio mortal.

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