Lo que Andrés López sí pretende (2)

En 1996 López Obrador fue electo presidente del PRD, con amplia mayoría y con fraude...

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En 1996 López Obrador fue electo presidente del PRD, con amplia mayoría y con fraude electoral, como en los momentos de gloria de su partido natal. Se fue entonces a vivir a la Ciudad de México, bien que cuatro años después falsificó su residencia para lograr el mínimo exigido por la ley para ser candidato a jefe de Gobierno. Su nueva posición lo puso en el foco de atención de dirigentes y militantes. Supimos entonces que era presbiteriano, cosa que en un partido que nunca ha dejado de ser laico no era sino un dato curioso, que resultaba de lo más normal dada la fuerte presencia evangelista en su estado.

En 2002, ya como gobernante, no resultó sorpresiva la brevedad de su encuentro con Juan Pablo II, a quien no pidió la bendición, en un acto aplaudido desde el laicismo. Sin embargo, en 2006, a pregunta expresa de López Dóriga, tras una incómoda pausa de segundos, que en televisión parecieron una eternidad, se mintió católico. Ya instalado en la demagogia religiosa, tras desechar al PRD que expolió hasta dejarlo hecho una ruina, llamó al partido de su personal posesión Morena, aludiendo equívocamente a la Virgen de Guadalupe. Cualquier duda al respecto fue disipada cuando optó por registrar su candidatura a la Presidencia el 12 de diciembre. Con estos antecedentes, lejos de resultar sorprendentes, su alianza con el PES, la homilía con que aceptó la candidatura de la militancia protestante y su convocatoria a una Constitución moral son acontecimientos lógicos.

Durante décadas, los protestantes con inquietudes políticas optaban mayoritariamente por una militancia priista. El tricolor representaba una defensa frente al activismo católico del PAN, y el laicismo del Estado una garantía para el ejercicio de sus derechos. Sin embargo, en los últimos lustros, el PAN se secularizó y el PRI procuró vincularse a la iglesia católica y su opción preferencial por los milmillonarios. La militancia protestante, constitutiva en la práctica de un sector informal del tricolor, finalmente optó por escindirse y crear el Partido Encuentro Social. Con distintos tiempos, esa fue precisamente la ruta política de López Obrador. El joven protestante y anticomunista se afilió al PRI diazordacista (el poblano recién dejaba la presidencia), a despecho de la reciente matanza de Tlatelolco, que lastimaba su aprecio por el régimen. Años después, cuando sus esfuerzos en la campaña de Salinas de Gortari no fueron premiados con la gubernatura de Tabasco, rompió con su partido y pasó a la oposición.

La alianza de López Obrador con el PES no es así ningún contrasentido. Se trata de un reencuentro de hermanos separados, priistas y protestantes, que nuevamente se ven a las puertas del poder. Ya tocará acostumbrarse a un presidente afecto a dar misa

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