Los amuletos de los cazadores

En Abalá me encontré un día al Sr. Rosendo López, mejor conocido como don P’ex...

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En Abalá me encontré un día al Sr. Rosendo López, mejor conocido como don P’ex, palabra maya que significa pequeño o raquítico y que nada tiene que ver con aquél, ya es un señor alto, fuerte y de gran sentido del humor.

Don P’ex nos comentó que su abuelo, Graciano López, era cazador y cobraba todos los días dos o tres venados, en ocasiones hasta cuatro, pero se peleaba con su esposa doña Ramona porque vendía la carne y la ganancia se le iba en borracheras. Una noche que fue a un plantel que se llama Buey, entre Abalá y Sihunchén, en el camino se topó con una serpiente uolpoch’, al tratar de evadirla apareció otra uolpoch’ y otra más, hasta verse casi rodeado de serpientes, quedó inmóvil y al ver que se le iban encima, escapó como pudo y volvió a su casa porque este evento lo interpretó como un aviso.

Durante más de un año no salió a cazar, pero su esposa le pidió que lo hiciera porque tenía ganas de comer venado. Don Graciano se resistió hasta que una noche decidió ir de cacería en el monte donde había un árbol de Gu’nche’, es decir, de bonete, cuyos frutos son la comida predilecta de los venados. Subió al árbol, colgó su hamaca y como a las nueve de la noche oyó que se acercaban venados. Eran como 80 ó 100 animales alrededor del árbol, que empezaron a emitir silbidos y a remover con las patas la tierra junto al árbol. El hombre sentía cómo se movía el árbol y no daba crédito a lo que le estaba pasando, pero siempre tenía consigo amuletos: la piedra de venado, la bola y los colmillos del animal untados con la sangre del ciervo.

También un gusanito que le sale de la nariz al venado y dicen que si se traga vivo el bichito, cuando uno contrae los labios para chiflar, es al animalito el que realmente silba para llamar al ciervo. 

Al final no pudo dispararle a ninguno de los cien venados que estaban bajo el árbol, se durmió y al día siguiente, como a las siete de la mañana, despertó, tiró los amuletos en el monte y regresó a su casa.

Este hecho se considera como un reclamo para que el cazador devuelva los amuletos al monte porque se ha vencido su ciclo y los venados los reclaman de esta manera.

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