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Quizás debido a la excitación por sentirse perseguido, acorralado y después atrapado por el lazo de un niño de 10 años, el becerro se cagó mientras era jalado con la cuerda de henequén para luego marcar su lomo con el hierro que ya ardía entre las llamas de la leña a un lado del corral.

Conservo claramente en mi memoria ese momento en que el becerro hizo un movimiento repentino y brusco con la cola que tenía completamente embarrada de su propia mierda, para pringarme el cuerpo y la ropa con aquella tibia masa de desechos fruto de la digestión del zacate que había comido poco antes. Cuando realizaba los primeros intentos de eliminar de mis brazos, camisa y pantalón toda aquella caca que me había alcanzado, mi padre me dijo: “No te lo limpies, es dinero”.

En 1970 falleció Jimmi Hendrix, salió el último álbum de Los Beatles y causó sensación la canción de Simon y Garfunkel “Bridge over troubled water”; también estalló la guerra en Vietnam y los estudiantes de toda Norteamérica se opusieron abrumadoramente a ella. Era una época en la que los norteamericanos devoraban gasolina con plomo en sus flamantes y poderosos automóviles V8, la industria escupía por sus chimeneas enormes cantidades de humo y toda clase de emisiones, con muy poco o ningún temor a las consecuencias legales o a generar una mala imagen pública.

La contaminación del medio ambiente era comúnmente aceptada y tolerada mundialmente porque se consideraba, al igual que la mierda de aquel becerro, como un símbolo de prosperidad, tenía un profundo olor a progreso y bienestar.

En este entorno, al senador por Wisconsin, Gaylord Nelson, quien se encontraba abrumado después de atestiguar los estragos que en 1969 había causado un derrame masivo de petróleo en Santa Bárbara, California, se le ocurrió la idea de celebrar un Día de la Tierra, inspirado en ese movimiento de los estudiantes en contra de la guerra y buscando canalizar adecuadamente toda aquella energía y el incipiente despertar de la conciencia colectiva acerca de la amenaza que ya representaba la contaminación del agua y del aire.

Entonces reunió a un grupo de colaboradores y activistas y fue así como, en la fecha elegida, el 22 de abril de 1970, veinte millones de norteamericanos salieron a las calles y espacios públicos, en mítines por todo el país, para manifestar por vez primera su preocupación por el deterioro medioambiental y su deseo de alcanzar un ambiente sostenible y saludable para todos.

Luego, en la celebración de 1990, este movimiento alcanzó una magnitud global y en 2009 la ONU designó el 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra, que celebramos mañana domingo y en esta ocasión tiene como tema central acabar con la contaminación por plásticos.

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