Los pobres son los preferidos del Señor: Arzobispo

'El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres' (Is 61, 1-2; Lc 4,18).

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El Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, durante una visita al albergue San Vicente de Paul. (Milenio Novedades)
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Muy queridos Señores Cardenales, Sr. Nuncio Apostólico, Señores Arzobispos y Obispos,  hermanos Presbíteros, jóvenes Seminaristas, Consagrados y Consagradas, respetables autoridades civiles, hermanos y hermanas todos muy queridos en Cristo nuestro Señor.

La Eucaristía que estamos ahora a punto de terminar en el inicio de mi ministerio aquí en Yucatán, también es llamada “Misa de toma de posesión”. Pero yo quiero copiar las palabras y la actitud de un hermano obispo, que al llegar a su Diócesis dijo: “Vengo para que ustedes tomen posesión de mi persona”. Es esto, el mensaje y testimonio original lo tenemos de Jesús el Buen Pastor que no vino “a ser servido sino a servir y a dar la vida” (Cfr. Mt 20,28).

He comenzado mi mensaje con las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres”. Nuestro Señor Jesucristo proclamó y comentó estas palabras del profeta Isaías al visitar, por primera vez en su vida pública, su sinagoga de Nazaret. Jesús dijo entonces que esa parte de la Escritura se cumplía con su llegada a este mundo, pues su misión es la de evangelizar a los pobres.

Queriendo cumplir la misión de Jesús en esta Iglesia de Yucatán, he mantenido bajo mi escudo episcopal este lema: “evangelizare pauperibus”, “evangelizar a los pobres”.

Los pobres son los preferidos del Señor, y por lo mismo han de ser los preferidos de la Iglesia y de sus pastores en particular.

En el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, al hablar Jesús en parábolas del juicio final, hace de los pobres un verdadero sacramento de su persona, al proclamar que quien da de comer al hambriento o de beber al sediento, quien viste al desnudo o visita al enfermo o al preso, lo atiende a Él en persona, y que la caridad para con los pobres será la materia del juicio final.

Sé de la gran obra social que se realiza en esta Iglesia de Yucatán, pero en este día quiero invitar a todos los miembros de esta Iglesia, los presbíteros, los diáconos, los consagrados y consagradas, los laicos y laicas comprometidos, a que hagamos la opción preferencial por los pobres. Esto no significa marginar a nadie de la tarea evangelizadora, sino más bien significa encaminar a todos hacia Cristo, para encontrarlo en la persona de los pobres. 

Por otra parte, esta opción significa, un llamado a la conversión a todos, para que escuchemos con atención y demos cumplimiento en nuestras personas a las palabras de Jesús en el sermón de la montaña: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3).

Sólo los pobres de espíritu pueden ser evangelizados, es decir, sólo los que no ponen su confianza en las riquezas, sino en nuestro Padre Dios; los que gozan con la alegría de saberse amados por Dios y ser sus hijos; los que ven en cada hombre un hermano, digno de respeto y merecedor de su amor; los que, tengan lo que tengan, viven siempre con el corazón agradecido y con el ánimo de compartir con los demás. Los pobres de espíritu son los que tienen la riqueza de poseer a Dios en su corazón y de descubrirlo en cada hermano. Los pobres de espíritu están siempre abiertos a ser evangelizados. 

1. Mi primer saludo en este día se dirige a mis hermanos sacerdotes y diáconos, a quienes quiero ofrecerme como padre, hermano y amigo cercano, ya que ustedes son la primera responsabilidad en mi quehacer pastoral, pues sé que todo lo que pueda hacer a favor de ustedes, redundará a favor del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia . Quiero imitar a Jesús, que, en medio de las demandas de atención de las multitudes, buscaba tiempo para descansar con sus discípulos, escuchándolos e instruyéndolos.

Tengo muy presentes las palabras que nos dirigió el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, a los hermanos que tomamos el curso para nuevos Obispos en el año 2002, palabras que luego aparecieron en el número 47 de la exhortación postsinodal Pastores Gregis.

Decía el Papa que el gesto de la ordenación  sacerdotal de poner las manos del ordenado entre las manos del Obispo prometiendo obediencia, no era un gesto en sentido unilateral, sino que era un gesto en ambas direcciones, pues también compromete al Obispo a velar por aquel que se confía en sus manos. 

Hermanos sacerdotes, “mis necesarios colaboradores”, como gustaba repetir el Sr. Cardenal Suárez Rivera, que de Dios goce, con ustedes quiero formar un Colegio Presbiteral, verdadera familia, comunidad de vida, amor y santidad a favor de nuestra Iglesia de Yucatán. Cuento con ustedes en todo momento.

2. Mi siguiente saludo se dirige a todos los hermanos y hermanas de la Vida Consagrada, en esta bella coincidencia de encontrarnos en el Año de la Vida Consagrada. El testimonio de su vida en pobreza, castidad y obediencia, es indispensable para que todos en la Comunidad Eclesial recordemos nuestro deber de imitar a Cristo, casto, pobre y obediente. Su testimonio es indispensable en este mundo actual de materialismo y consumismo, de hedonismo y de individualismo, que margina a Dios de la existencia humana, y desconoce la dignidad de cada persona. 

Cada comunidad religiosa, en fidelidad a su propio carisma, sumada a la pastoral de conjunto y a nuestro Plan de Pastoral, es una pieza valiosísima para salir a llevar la alegría del Evangelio.

3. El tercer saludo lo dirijo a mis queridos Seminaristas, promesa de manos sacerdotales para la mies del Señor. Muchachos, quiero estar muy cercano a ustedes, y motivarlos cuanto pueda para que cuiden su vocación, y que nunca separen su ideal sacerdotal de su ideal de santidad. Del testimonio de los sacerdotes y de ustedes mismos depende, en gran parte, que haya muchos otros niños y jóvenes que escuchen el llamado del Señor, y quieran servirlo en la vocación sacerdotal.

4. Me dirijo ahora ustedes, queridos laicos y laicas comprometidos dentro de movimientos arquidiocesanos y agrupaciones parroquiales, para animarlos a que continúen adelante con la vocación extraordinaria de apostolado a la que el Señor les ha llamado, recordando que nuestro propósito, como evangelizadores es hacer de cada bautizado un verdadero discípulo y misionero de nuestro Señor Jesucristo.

También urge tener siempre presente que nuestra predicación, sino va acompañada del testimonio de vida, pierde fuerza y vitalidad, y podemos convertirnos en motivo de escándalo para que otros terminen por no acercarse y convertirse. Valoro, de antemano, su entrega desinteresada y abnegada a la obra de la evangelización.

5. Saludo a las familias, aquí presentes, y desde aquí a todas las familias de esta Diócesis, y a todos los que trabajan a favor de las familias. Mi saludo lo hago en la cercanía del Encuentro Internacional de la Familia, a realizarse en la ciudad de Filadelfia el próximo mes de septiembre. Ahora que aún el marco legal en México ha dado lugar a una nueva definición del matrimonio y de su finalidad, la familia cristiana está llamada a ser un evangelio, buena nueva, para ayudar a la reconstrucción de la ecología humana. 

6. Un afectuoso saludo a ustedes jóvenes, que se encuentran en una etapa fundamental de su vida, en la que están definiendo la orientación de sus aspiraciones, de sus capacidades y de su fundamental necesidad de amar y ser amados. Consideren seriamente la posibilidad, de que Dios los llame a una vocación sublime: tú puedes ser sacerdote, tú puedes ser consagrado o consagrada. Vale la pena entregarse a la causa de Cristo, Él nunca defrauda.

Y si el Señor no te concede esa vocación, haz de tu carrera una búsqueda del modo concreto de servir a Dios y a la sociedad. Necesitamos médicos, ingenieros, políticos, abogados, maestros, en fin, toda clase de profesionistas santos, que ejerzan su profesión santamente. Atrévete a seguir a Cristo en tus estudios y en tu vida profesional. 

Y tu corazón, no importa a quien se lo vayas a entregar, pero entrégalo primero a Cristo, y verás como tu noviazgo y toda tu vida afectiva podrá adquirir una dimensión, que tal vez ni siquiera hayas imaginado. El amor es lo primero y lo último en la vida, pero debe ir siempre acompañado de la inteligencia y la voluntad, y orientado por nuestra fe y nuestra esperanza cristiana. Sólo en la cruz de Cristo conocemos el sentido pleno del amor.

7. Ahora los saludo a ustedes, queridos niños y niñas, que son los consentidos de Dios, ustedes son los que nuestro Señor quiera abrazar y bendecir. Acérquense a Dios en sus oraciones, acérquense a Él en el catecismo, déjense abrazar por Jesús en los sacramentos, especialmente en la Comunión. La santidad también es para ustedes, niños y niñas, y desde ahora pueden ser ustedes para nosotros los adultos un ejemplo a seguir. 

8. Me dirijo a todos los laicos y laicas, para invitarlos a ser hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia. Ayudados por el Catecismo y por el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, manténganse en formación permanente, para llevar un aporte cristiano a las realidades políticas, económicas, educativas, culturales y sociales en las que ustedes caminan. 

La tarea de la positiva transformación de nuestra sociedad no sólo es tarea de quienes nos gobiernan, sino que todos y cada uno, en forma individual o asociada, desde nuestro corazón de cristianos estamos llamados a comprometernos a favor del bien común.

9. Saludo respetuosamente a nuestros gobernantes, tanto los presentes como los ausentes. Dentro de una sana y bien entendida separación y no oposición entre la Iglesia y el Estado, quiero colaborar y que todos en la Iglesia colaboremos, para que tengamos más laicos conscientes de sus deberes cívicos y de su compromiso de participación en la búsqueda del bien común.

10. (Pronunciado en lengua maya) Muy queridos hermanos y hermanas de la lengua maya, un saludo cariñoso y respetuoso para ustedes, que conservan el tesoro ancestral de su lengua, como una bendición para nuestro tiempo. Les pido su oración para mi ministerio. Quiero ponerme a sus órdenes como un amigo. Dios les bendiga. 

11. Hermanos y hermanas que vienen de Nuevo Laredo, gracias por acompañarme hasta mi nuevo lugar de ministerio. Hemos caminado juntos, por más de seis años y nos duele separarnos, pero, como les invitaba en mi mensaje sobre mi nombramiento, en la fe hemos de entender y aceptar este nuevo llamado y envío que el Señor me ha hecho.

Estuve con ustedes en tiempos tormentosos de terrible violencia e inseguridad. No pierdan nunca la esperanza y no dejen de educar a los niños y jóvenes para una sociedad nueva. Gracias por su amor y por su amistad. Al llegar con ustedes les dije que desde entonces sería también tamaulipeco además de nuevoleonés, y desde hoy soy yucateco, y aquí me podrán encontrar unto a esta hermosa Iglesia que hoy me recibe. Sigan adelante, juntos, en comunión, esperando el nuevo pastor, que Dios ya conoce y que no tardará en enviarles. 

12. Gracias también a mi familia y a mi Iglesia de origen, la Iglesia de Monterrey, por acompañarme en este día. A ustedes les debo la vida, mi formación y la mitad de mis años en el ministerio episcopal. Soy fruto de ustedes, y por eso estarán siempre en mi corazón y en mi oración. Ahora en mi persona se hermana la Iglesia de Monterrey y la de Yucatán, como se hermanaron en 1904, cuando el primer Arzobispo de Yucatán, Don Martín Felipe Neri de Jesús Tritschler y Córdova ordenaba sacerdote a su hermano menor, el Siervo de Dios Don Guillermo Tritschler y Córdoba, y luego en 1931 lo consagró obispo, y que después en 1941 se convirtió en el séptimo Arzobispo de Monterrey. Estoy seguro que me apoyarán con su oración, a favor de ésta, su Iglesia hermana en Yucatán.

13. A mis hermanos Obispos de esta Provincia Eclesiástica de Yucatán les saludo con afecto ahora que me uno a ustedes para caminar unidos en esta Provincia Eclesiástica. Nuestra colegialidad logrará que nuestras Iglesias caminen en comunión, para que el mundo crea.

14. Querido hermano, Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, aunque ya muchos te hayan agradecido, yo también quiero sumarme al coro de gratitudes de esta Iglesia a la que serviste como Arzobispo durante veinte años. El Señor te conceda toda clase de bendiciones en esta etapa nueva de tu vida como Emérito de esta Arquidiócesis, y que sea Él tu mejor recompensa: ¡gracias, monseñor!

Antes de terminar estas palabras quiero decirles a los hermanos presbíteros de esta amada Iglesia de Yucatán, a la que desde hoy sirvo, que todos quedan ratificados en su ministerio respectivo. Les pido su disponibilidad para que, en su momento, asuman los cambios que les sean solicitados. 

Queridos hermanos y hermanas de esta Iglesia de Yucatán, gracias por recibirme en la fe como su V Arzobispo, vengo con la disposición de servirles, hasta donde las fuerzas me alcancen. Que nuestra Señora de Izamal y san Ildefonso nos acompañen en nuestra salida hacia los alejados para compartirles la alegría del Evangelio. Así sea.

+ S. E. Mons. Gustavo Rodríguez Vega
V Arzobispo de Yucatán

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