Misa por la Patria

XXIV Domingo Ordinario. Ecco 27, 33-28, 9; Sal 102; Rm 14, 7-9;S. Mt 18, 21-35.

|
La pertenencia a Cristo es aceptar y asumir la Redención que nos libera, sustrae, y aleja del estado del pecado que nos aliena. (labuenanueva.ca)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

“Que sepamos perdonar, los que hemos sido perdonados”. San Agustín

SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- Hermanos todos en Cristo:

El amor a Dios y a la Patria nos congrega esta día para pedirle a Dios nuestro Señor el don de su paz y la fuerza de su Espíritu para seguir buscando “el progreso de nuestro país por caminos de justicia y de paz”.

Antes de que todo México vibre con la tradicional fiesta de la Independencia, nosotros nos reunimos para implorar a Dios nuestro Señor y agradecerle su presencia en nuestra historia patria.

A. Sobre las Lecturas del Día

I.- Ecco 27, 33 – 28, 9.

Sabemos que este libro recoge un conjunto de sentencias de sabiduría sobre varios argumentos.

El presente texto trata del perdón.

Lo que constituye una superación de la “Ley de Talión”. Va en contra del deseo de venganza, e inculca la misericordia y el perdón anticipando de esta manera la enseñanza de Jesucristo.

El perdón de la ofensa, obtiene de parte del ofendido y que ha perdonado, el perdón de Dios, con quien todos nos sentimos deudores.

El saber perdonar es una realidad tan alta que nos asemeja a Dios, quien nos enseña a odiar el pecado y amar al pecador.

Quien sabe perdonar, imita la grande misericordia de Dios. Las palabras últimas del texto son una reflexión sobre la caducidad del ser humano, que cuando se es consciente de ello, serenan los rencores y se debilita el odio. 

Siempre será una ayuda para evitar el pecado, ser conscientes de la debilidad humana, la fragilidad y el destino final.

El rencor hacia el hermano, es como una pantalla que se interpone e interrumpe el diálogo con Dios. El que no tiene misericordia para sus semejantes ¿Cómo osa pedir perdón por sus pecados?

Que bien dice el Salmo 102: 

“El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados”. 

II.- Rm 14, 7-9

Esta lectura profundiza cristológicamente lo dicho en el Eclesiástico.

Cuando se dice: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”, significa:

a) Ninguno debe su existencia a sí mismo, sino a Dios.

b) Pero aún con más profundidad debe la vida a aquel que ha expiado por su culpa y del cual permanece como deudor.

No significa que sea esclavo de un conocido amigo, al contrario: el Rey da libertad al siervo, al que le condena la culpa.

Si queremos vivir con y como Cristo, debemos imitar a Cristo que llevó su amor hasta el final (Jn 13,1). Deberse al amor, significa: deber amar, poder amar y amar. Esto es para la persona la suprema libertad.

La pertenencia a Cristo es aceptar y asumir la Redención que nos libera, sustrae, y aleja del estado del pecado que nos aliena.

La pertenencia a Cristo debe ser un valor por encima de todos los demás, así el Señor podrá ejercer su influjo total sobre los creyentes y su influjo salvífico eficaz.

Con esta lectura terminamos la carta a los Romanos, la más espectacular de las Cartas Paulinas.

III.- Mt 8, 21-35

La dimensión teológica del perdón está presente en esta pedagógica parábola, en el centro de la “Regla de la comunidad” basada en la corrección fraterna y el perdón.

La radicalidad de Jesús no tolera precisiones legalistas sino que hace un llamado a una opción fundamental en la clave de lectura, en este tema de la moral social cristiana ya algunos textos bíblicos hablaban del perdón hasta por tres veces, (Gn 50, 17; Am 2, 4; Job 32,29), y a Pedro le pareció un acto de valor extenderlo a siete veces; pero en cambio Jesús superando el terrible canto de violencia pronunciado por Lamek (Gn 4, 24), exige el perdón ilimitado, expresado en la cifra enorme y simbólica de 70 veces siete.

A ello quiso añadir la parábola demostrativa, organizando en tres escenas a dos protagonistas:

• siervo y patrón (v. 23.2)
• siervo otro siervo (v. 28-3)

Con la aplicación explícita de Jesús al final.

El contraste se establece en que la deuda del siervo primero es enorme, pero al patrón le basta un gesto de buena voluntad y el perdón es inmediato; en cambio el siervo tiene por parte de un consiervo una deuda pequeña a su favor, y su exigencia hacia aquel no conoce: ni espera, ni tolerancia.

Dios en su infinita misericordia, supera la súplica, condonando todo; en cambio aquel hombre devela su mezquindad, revelándose como un tirano ofendido, y tratando con crueldad a su compañero por una deuda insignificante. 

Por ello el discípulo de Cristo debe estar siempre disponible y gozoso de otorgar el perdón reconociendo que él primero fue perdonado de sus pecados: “los que hemos sido perdonados, debemos de perdonar” dice san Agustín.

Confiar en la misericordia de Dios es calificado por el mismo san Agustín: “¡Grande sabiduría, es esta confianza!”. (“magna scientia, istaconfidentia” –Discursos 165; 7,9).

La parábola ilustra muy bien el paso de una concepción cuantitativa a una cualitativa del perdón.

El estilo de Jesús que acoge y rehabilita generosamente a los pecadores, pone en crisis a los judíos que apelan a la Ley para establecer así las barreras entre justos y pecadores.

San Mateo también llama la atención (Mt 18, 35) refiriéndose al juicio final, que será de condena para quien no ha sabido perdonar con generosidad.

Bien lo expresa san Agustín:

“San Juan, a quien Cristo tenía predilección... dice: “Si decimos: 'no tenemos pecado', nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Jn 1,8).

Se une a la culpa, para ser unido también al perdón. Y añade: 

“Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él, para perdonarnos los pecados, y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,9).

Como nos purificará ¿acaso ignorando nuestras faltas, no encontrando que castigar?; o más bien encontrando sí que perdonar”. (Sermón 114, 2-5).

Emannuelle Mounier decía: “Hay que tener el valor de arriesgar en la confianza en Dios y en la persona, más allá de toda desilusión”.

B. Sobre la Fiesta Patria

Gracias a los fieles laicos, la presencia y misión de la Iglesia en el mundo se realiza de modo especial, en virtud de que el estar, el actuar en el nuevo milenio, es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y política, a cuya evangelización es llamado. 

En un Continente -leemos en Ecclesia in America-, en el que aparecen la emulación y la propensión a agredir, la inmoderación en el consumo y la corrupción, los laicos están llamados a encarnar valores profundamente evangélicos como la misericordia, el perdón, la honradez, la transparencia de corazón y la paciencia en las condiciones difíciles. Se espera de los laicos una gran fuerza creativa en gestos y obras que expresen una vida coherente con el Evangelio”. 

Nuestro amor a la Patria debe impulsarnos a una participación activa -es decir informada, enterada, capaz de ver la realidad- asumiendo, entre otras, las actitudes siguientes:

Discernimiento: sabiendo valorar lo bueno, adecuado, oportuno, conveniente en las  decisiones y actuaciones; analizando y sopesando en conciencia, con serias convicciones y al mismo tiempo con equilibrio, armonía y respeto a la complejidad y variedad de perspectivas y soluciones, con un corazón amplio y abierto,  a la luz del Evangelio y del Magisterio del Santo Padre.

Dinamismo: con criterio, opinión y testimonio alentar y mover a otros a la participación. Como he señalado, el abstencionismo de la vida social y política no es una norma válida para el cristiano.

Criterio específico: Los eclesiásticos sabemos que por nuestros mismos compromisos libremente aceptados en el momento de recibir el sacramento del Orden no debemos participar en la política de partidos. 

En cambio, a los laicos es nuestro deber exhortarlos continuamente a participar. El esfuerzo de construir todos juntos un México cada día mejor, supone responsabilidad ética en el trabajo, creatividad en la iniciativa de nuevas empresas y soluciones, búsqueda de nuevos caminos de corresponsabilidad participativa.

Nuestra nación cuenta con 112 millones de habitantes. Hemos progresado mucho, pero es mucho más lo que falta por hacer. De cara a los contrastes, ante el ingenuo optimismo o el tozudo pesimismo, un realismo humilde, sereno, objetivo, dialogante, crítico-constructivo debe prevalecer en el empeño común de brindar un verdadero y eficaz servicio a México y a los mexicanos. 

En las circunstancias políticas actuales, digámoslo con precisión: El deber de “establecer y consolidar la comunidad humana” o sea de “evangelizar lo político”, incumbe a la Iglesia toda, es decir, a todos los bautizados.

En esta forma, todos prestan un servicio eminente a la sociedad civil, colaborando con los otros hombres no creyentes que comparten sus convicciones sobre los valores fundamentales de la convivencia humana.

“Evangelizar lo político”, no significa de ninguna forma someterlo a una jurisdicción eclesiástica, sino “humanizarlo” en el pleno sentido de la palabra.

“La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana”. 

Seguros de su benevolencia, confiados a su amor maternal, pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe que “aumente nuestra fe y que por caminos de justicia y paz busquemos el progreso de nuestra Patria. Amén”. 

Mérida, Yuc., 14 de septiembre de 2014.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

 

Lo más leído

skeleton





skeleton