Novena a la Santa Cruz que se reza desde hace 150 años

La familia Rosado Conde, de la Vicente Solís, mantiene viva una tradición que se inició en la época de la Guerra de Castas.

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"Es un gusto para mí y mi familia que se preserve esta tradición que tiene ya 150 años" dijo Doña Aurora, bisnieta del iniciador. (Martiniano Alcocer/SIPSE)
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Martiniano Alcocer/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- Doña Imagen -"antes era sólo Imagen, pero ahora ya soy Doña Imagen”- es fiel guardiana de una tradición que ha traspuesto tres siglos y que, a juzgar por los indicios, seguirá quién sabe cuántos más: la celebración de la novena a la Santa Cruz que comenzó su bisabuelo, siguieron sus abuelos, sus padres y desde hace más de 40 años mantiene ella.

Doña Imagen –que en realidad se llama Aurora Rosado Conde y es vecina  de la Col. Vicente Solís- cuenta que la Cruz a la que se rinde culto en el seno familiar está en poder de su familia desde “la época en que se quemaron iglesias” (sacando cuentas podría suponerse que habla de la llamada Guerra de Castas).

"Mis abuelos contaban –dice la dama- que mi bisabuelo, que era campesino, se encontró la Cruz en el  monte. La llevó a su casa, la limpió y la vistió (tradicionalmente la Cruz lleva un sudario bordado) y comenzó a hacerle novenas, lo que hasta hoy seguimos haciendo en la familia".

Si se toma en cuenta que doña Aurora tiene 79 años y que es la cuarta generación de noveneros de la Cruz, no parece descabellado deducir que habla de al menos 150 años ininterrumpidos de esa devoción (la Guerra de castas –la sublevación  de los mayas asentados en el oriente y el sur de Yucatán- se inició en 1847 y concluyó extraoficialmente en 1901).

En la Col. Vicente Solís –una de las más antiguas de Mérida- todo el mundo sabe de las novenas a la Santa Cruz en casa de Doña Imagen (hoy en realidad se hacen en la Villa Santa Cruz donde vive su hijo Rafael) y los vecinos esperan la llegada de la celebración con el mismo entusiasmo de la familia Martínez Rosado.

La bisnieta del iniciador de los rezos se encarga de preservar la  costumbre con ayuda de hijos, nietos y bisnietos

La fiesta comienza a prepararse seis meses antes del 25 de abril, que es la primera noche. Doña Imagen y sus hijos, nietos y agregados (como es el caso de su nieto político Jorge Díaz Ávila que es de los más entusiastas en la preparación de la novena), desde esas fechas salen a invitar a quienes son nocheros  -es decir los encargados de costear el rezo y el toox (refrigerio que se da tras el canto del “Sea bendito…”) en una noche específica- y que suelen ser los mismos cada año, aunque si alguno o alguna no puede siempre hay nocheros suplentes.

El “mero día 3 de mayo” es de Doña Imagen, quien se encarga del rezo y el festejo. Ese día (que este año “cayó” en sábado), aunque la Sra. Rosado Conde es nochera, la fiesta es al mediodía y se reviste de mayor solemnidad. 

La Santa Cruz estrena sudario (el del año anterior lo regala la familia para “otras cruces”), se contrata un “concierto” (a cargo de un cuarteto de acordeón, violín, guitarra y tololoche dirigido por “don Lucas”), la rezadora (doña Mary, experta en cánticos y oraciones para esa y cualquier otra novena, sea del Niño Dios, de la Virgen en sus múltiples y variadas advocaciones o de cualquier otro santo o imagen) pone especial énfasis en el rosario, las oraciones y los cantos, hay cohetes voladores y “bronceo” e hiladas y  la anfitriona invita a la comida y las bebidas.

El altar de la Cruz se adorna con profusión de flores, velas y veladoras y papel crepé de colores e incienso. A las puertas de la casa se coloca el palo con coloridas tiras de tela y coronado con la cabeza de cochino para la vaquería que sigue a los rezos.

El sábado 3 pasado, ante más de un centenar de vecinos, se cumplió la tradición y tras la última novena, la familia que preside Doña Imagen invitó a todos a tacos de cochinita (elaborada por Jorge Díaz) y las cervezas y refrescos, ella estrenó hipil, se maquilló y peinó especialmente  como hace cada año en ese día y supervisó hasta el detalle más mínimo de toda la preparación.

"Es un gusto para mí y mi familia que se conserve esta tradición –dice-. Yo voy a seguir celebrándola mientras Dios me preste vida", finalizó.

Doña Aurora Rosado Conde, rodeada de hijos, nietos y bisnietos. (Martiniano Alcocer/SIPSE)

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