¿A billetazos?

Ahora puede apreciarse el talante de Ángel Heladio Aguirre Rivero como gobernador, perdido en sus jornadas nocturnas...

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Ahora puede apreciarse el talante de Ángel Heladio Aguirre Rivero como gobernador, perdido en sus jornadas nocturnas, ayudado por su afición etílica y desbordado por esa su muy personal pasión: arreglarlo todo con dinero. ¿Puede hacerse? Las autoridades federales piensan que sí.

Lo medular de lo ocurrido en Iguala, que supuestamente culminó con la incineración de los 43 normalistas desaparecidos, quedó dilucidado cuando Alejandro Solalinde dijo su verdad; para la conferencia de prensa de Jesús Murillo Karam del último viernes, de nada sirvió la declaración preparatoria de José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda.

Lo otro, la verdadera culpabilidad del ex gobernador perredista y los líderes nacionales de su partido está por conocerse y, es muy posible, quizá queden eximidos de sus culpas, porque las intransigencias del comportamiento humano en el ejercicio del poder, los abusos, lo que sucede dentro de ellos trasciende los límites de la razón y los argumentos de la justicia para administrarla.

Nos enteramos, después de su solicitud de licencia, que quiso arreglar el desaguisado de Iguala con dinero, como lo hizo el gobierno perredista del Distrito Federal con los deudos del Heaven, a quienes compró su silencio y su descontento con departamentos de interés social, y como pretenden hacerlo desde el gobierno federal, al crear un fideicomiso para los deudos de Ayotzinapa.

¿Puede a la vida de un hijo dársele valor económico, político, fiscal, social o religioso? El idioma, los idiomas, para ser precisos, han encontrado las palabras exactas para definirlo todo, o casi todo. Hay viudos y viudas, huérfanos, pero los lingüistas se han mostrado incapaces para dar el término exacto al dolor de los padres que perdieron un hijo, no hay palabra que determine la dimensión de ese pesar; Ángel Heladio Aguirre aspiró a silenciarlo con un fideicomiso; Jesús Murillo Karam con un “ya estoy cansado”, pero ¿de qué?, si en términos reales es un empleado de los mexicanos, se alquiló para procurarles justicia.

Si la estulticia de los gobiernos locales -de los que recurrieron a ese proceder- contamina la razón y el ejercicio del poder del gobierno federal, nada habrá que satisfaga el rencor y odio que se incuba en Iguala -debido a la globalización y la comunicación instantánea a través de las redes-, en México y en el mundo, porque se lesionará, todavía más, el estado de ánimo de la sociedad, sensiblemente dispuesta a dar la espalda a un gobierno constitucional, elegido con todas las de la ley, que enfrenta consolidados y viejos feudos de poder al proponer las reformas estructurales, pero que también comete sus propios y costosos errores.

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