Apestar a muerto

Si su encomienda es enterrar al PRI, nadie mejor para ayudarlo que el impresentable José Murat...

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Su llegada no pudo ser más a contrapelo; su falta de idoneidad más acreditada; su desempeño más mediocre; su equipo más insignificante (y ajeno); su falta de liderazgo más dilata. Pero oiga usted, ¡llamar a Murat! no admite calificativo. Basta con mentar el apellido para que los cielos lloren.

Ahora bien, si se observa a la luz de dos Tafiles y media botella de Melox, no puede uno más que concluir que Ochoa Reza es congruente hasta en el suicidio. Si su encomienda es enterrar al PRI, nadie mejor para ayudarlo que el impresentable José Murat desde un sector priísta que mudo su domicilio al cementerio hace rato.

Y lo del suicidio no es gratuito, sólo a Ochoa se le ocurre echarse al hombro a semejante alacrán a la mitad del río de elecciones y Asamblea. Pero no es lo desastrado de Ochoa lo que mueve a inquietud, sino el silencio sepulcral que acompañó al anuncio.

Si alguien por casualidad, tal vez buscando los pañales de Arne aus den Ruthen, se para en la explanada del PRI, podrá escuchar los sonidos del silencio que acompañan y marcan a su dirigencia. Nada más preocupante, porque cuando en el PRI todo es matraca y bulla, confeti y grilla, las cosas más o menos tienen rumbo, en el peor de los casos están ocupados en algo; pero cuando el PRI es cruzado por un silencio helado y negro, es que en su seno germina una hecatombe de Dios y Señor Padre. Ochoa seguramente no lo escucha; eso es algo que se aprende en el andar, no viene con el dedazo.

No dudo que alguno de los sesudos asesores de Ochoa, impuestos desde el Senado, le haya recomendado a Murat para frenar a Ulises Ruiz, quien recorre el país acopiando por toneladas el descontento que supura contra esta sombra de dirigencia. “Pa’ los toros del jaral los caballos de allá mesmo”, les oigo argumentar sin percatarse que metieron a su Partido en un pleito de cantina con machetes sacando chispas.

Si alguien le dijo a Ochoa que Murat podía ayudarle a sumar simpatías, le mintió; si le dijo que podía auxiliarle a limar asperezas, le mintió; si se lo recomendaron como operador político, le mintieron; si se lo impusieron para sacarlo de Oaxaca, flaco favor le hicieron a él y al PRI, y tampoco lograrán que saque las manos de la atribulada Oaxaca. El conflicto y el descrédito siguen a Murat como la noche al día, como los malos gobiernos atormentan a esa entidad cual designio divino.

De hecho Murat no requeriría de más enemigos de los que ya tiene, pero está en su naturaleza generarlos a manos llenas. Lo que Ochoa hizo fue comprarlos como suyos. Las broncas de Murat son ya de Ochoa, empezando por la que Murat mismo representa para todo aquel que lo trata.

Ahora bien, si de prestigio hablamos, no pudo Ochoa haber encontrado mayor desprestigio urbi et orbe.
Si Ochoa cree que Murat lo congracia con el priísmo desplazado por la voracidad sin limites de los mexiquenses y sus guajes de Hidalgo, se equivoca: Murat es un escupitajo en la cara de todos los priísmos que sobreviven. 

De paso Ochoa compró en el paquete las pifias del Junior, de suerte que ahora los conflictos oaxaqueños habrán de venir a tronar en su escritorio. Al tiempo.

Flaco favor le hace Murat a su vástago al encaramarse otra vez al guayabo del poder. Y si viera Usted cómo recuerdo a Murat y amigos a principio de los setentas criticar a Don Fidel Velázquez por eternizarse en el poder. Quién iba a imaginar entonces que los otrora chamacos que tanto lo criticaron llevan ya más años viviendo del erario que él liderando sindicatos, con la diferencia que aquél supo ser pararrayos del sistema político en las peores tormentas del México que le tocó vivir, y éstos sólo han sabido jugar de rayos aún en días soleados. Bueno, ni el trato de “Don” se han logrado ganar después de tanto tiempo.

Y aún más flaco favor le hace Murat al PRI, al cargarle de nueva cuenta el desdoro de su ser y de su basto haber. Y hoy precisamente que la epidemia es de gobernadores ineptos y corruptos, reviven a su paradigma.

Todo ello me confirma: Ochoa llegó al PRI para enterrarlo. De hecho con esta nueva (vieja) adquisición ya apesta a muerto.
Dice Ruiz Zafón que “hay épocas en que es más honorable morir en el olvido que vivir en la gloria”. La nuestra es una de ellas.

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