Buenos vs malos. Y otros ciudadanos

Sí, es cierto, dividir al mundo, a nuestro pedazo del mundo, es fácil...

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Sí, es cierto, dividir al mundo, a nuestro pedazo del mundo, es fácil. Se pueden hacer distinciones entre todos los mexicanos, ya sea por sus ingresos económicos, por su religión, por su lugar de residencia, por su edad,  etcétera. Para esto es necesario utilizar algunas herramientas de la estadística. Pero dividirlo entre buenos y malos es aún más sencillo. Acaso solo se necesita buena memoria para saber quién va en cada lugar.  De hecho no cambia mucho si son diez personas o veinte o un millón, basta encontrar o diagnosticar su bondad o su maldad. Basta saber si están con nosotros o contra nosotros.

Esta división, diferente a las del siglo pasado, ya no refiere lucha de clases, ni siquiera a los de abajo contra los de arriba,  escapa de las categorías políticas para llegar a lo más emocional de la naturaleza humana, a la bondad y a la maldad.  Y bueno, a veces, dependiendo de nuestro estado de ánimo, coyuntura política o encuesta se pueden hacer algunas concesiones, los clásicos dirían graciosas concesiones, para que de forma excepcional uno de los malos sea bueno, de un día para otro, de un mes para otro, de un año para otro.  Creo que nadie entendió mejor esto que José Emilio Pacheco, cuando nos sentenció con aquello de: Ya somos todo aquello contra lo que luchábamos hace veinte años.

Porque quizás los buenos de ayer, ahora ya son los malos. Porque los malos de ayer, ya son los buenos de hoy. Como los conversos, como quien se redime.  O busca a alguien que lo redima en una plaza pública.

 Y también quizás, porque la época que nos tocó vivir, fue una época en la que se creaban verdades claras, contundentes e inobjetables.  Era la verdad oficial, con algunas excepciones. Y después, afortunadamente, fue cada vez más difícil creer en una sola verdad, y descubrimos que hay matices. Claroscuros.  Medias verdades. Que los héroes sin errores, son de papel. Es decir, que la verdad no tiene un solo dueño.

Quizás los niños de hoy ya no se crean las historias oficiales. Esas de los libros de texto, que pintan a los héroes nacionales casi como santos. Pero para quienes fuimos a la primaria el siglo pasado, esas historias, de alguna manera dejaron una impronta en nosotros, que quizás nos hizo anhelar la solución a tantos problemas de nuestro país, en la personalidad de un gobernante. En su carácter, o mejor aún en su bondad. 

Como ya no estamos en la época del imperio, ni en la reforma, ni en la revolución, para enfrentarnos unos con otros, necesitamos acordar una transición, en la que se involucre a la mayoría de los mexicanos, creo que es imposible que un solo hombre cambie la realidad nacional, problemas añejos y complejos ameritan que varias personas, con puntos de vista diferentes,  trabajen entre sí, no necesitamos un movimiento que reúna a una parte de los mexicanos contra el resto. Requerimos encontrar entre todos, las verdades, así, en plural, que nos permitan ser un mejor país. Sin declaraciones grandilocuentes, pero con seriedad, se requieren espacios políticos y públicos amplios, sin exclusiones. Y creo que entre más plurales sean estos espacios, será mejor para todos.

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