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Héctor López Ceballos/SIPSE

Mérida, Yuc.- Pasó el último grito del peñismo en el Zócalo. De aquí a los próximos seis años, le tocará al gobierno de López Obrador y a lo que él llama “la cuarta transformación”, equiparando su aún inactivo gobierno con los movimientos más importantes de la historia del país. Para algunos, comparar lo proyectado por AMLO con los acontecimientos que han forjado a México no es más que pretensión; para otros, se trata de un duro elemento discursivo, que acompaña a toda una retórica bien estructurada y para algunos más, la cuarta transformación es sin duda sinónimo de esperanza. Para quien suscribe estas líneas, el discurso de la cuarta transformación peca de simpleza y de omisiones intencionales del sentido histórico: cada una de las “transformaciones” a las que alude el presidente electo tuvieron también un costo social elevado. La independencia se logró cuando pactaron insurgentes y realistas; es claro que muchos de los que al final se unieron a la causa independentista, como el propio Iturbide, lo hicieron cuando veían perdidos sus privilegios y posiciones, prefiriendo cambiar de bando antes que seguir leales a una corona en decadencia. Esta “conversión” por interés –que, aseguran muchos, se sigue dando en México- contribuyó en gran medida a la crisis política, económica y social que devastó al país por décadas, pero sin la cual no hubiese sido posible alcanzar la independencia.

Con lo anterior no pretendo desalentar cualquier intento por modificar un sistema ya de por sí obsoleto y que mantiene un descontento generalizado, sino hacer ver a los unos y a los otros que la política no la podemos reducir a la dicotomía blanco-negro y que, por el contrario, debemos poner especial atención en aquellos discursos simplistas en donde si no se es bueno, se es malo. La cuarta transformación se sigue dando baños de pureza, teniendo aspectos positivos como la desaparición de las pensiones a ex presidentes y la reducción de algunos privilegios en las Cámaras, pero omitiendo el pacto con el PVEM que permitió a Manuel Velasco regresar a gobernar Chiapas o el indulto implícito a Rosario Robles por el desvío de recursos en Sedesol. Este sexenio todos tendremos que aprender a aplaudir lo bien hecho y a criticar y señalar lo malo.

Extra: circula en redes una foto en la que se aprecia la figura de Santa Anna, usada por el Gobierno del Estado para las fiestas patrias. Los independentistas yucatecos vendrán a jalarle los pies al responsable este Hanal Pixán.

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