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Los recientes foros educativos efectuados en diferentes escenarios del país van en busca de un nuevo y mejor modelo que impulse a la educación pública hacia mejores resultados y abandone los últimos lugares de la tabla de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Nuestro país no es el único, en Latinoamérica todos lo quieren, pero no hay fórmulas escritas para ello y muy pocos lo logran.

Se parte de la idea de que un sistema educativo exitoso es la llave para impulsar el desarrollo y volverse más competitivo.

¿Qué hacer entonces? ¿Se debe gastar más en educación? ¿Invertir más en tecnología? Las fallidas experiencias nos enseñaron que copiar modelos de naciones con mejores resultados no funciona, al menos en nuestro país.

En México, la inversión por alumno es menor que el promedio de los países de la OCDE; aunque desde el año dos mil se ha incrementado paulatinamente, todavía nos falta mucho por avanzar; el éxito de un sistema educativo ya no es el resultado de cuánto dinero se gasta sino en qué se gasta, como por ejemplo en la capacitación de profesores, un salario profesional e incentivos al desempeño y desarrollo profesional.

Cuanto menor sea el número de alumnos, mejor se aprende, los sistemas educativos con mejores resultados atienden prioritariamente la calidad de los profesores por encima del tamaño de los grupos.

El mundo globalizado no nos reconoce por lo que sabemos, sino por lo que podemos hacer con lo que sabemos, los sistemas educativos con mejores resultados no tienen currículos vastos, sino que se concentran en enseñar unas pocas materias en gran profundidad.

El mundo digital requiere agregar materias nuevas; cuando las habilidades se están digitalizando, los trabajos cambian rápidamente, la meta debe ser que los alumnos manejen nuevas formas complejas de pensar y trabajar, que tengan el hábito del aprendizaje de por vida.

Se debe enfocar la enseñanza no en la memorización de contenidos sino en su aplicación crítica y creativa a nuevos contextos.

Nadie nace “genio”, todos los estudiantes son capaces de lograr muy buenos resultados y rendir a niveles muy altos, las altas expectativas deben formar parte de nuestra realidad. Es poco probable que un sistema educativo se sitúe a la par de otros con mejores resultados si los propios estudiantes, maestros y padres son los que tienen bajas expectativas.

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