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La economía de Yucatán se puede dividir en tres sectores: el gobierno del Estado, las empresas y sus empleados y el consumidor y sus familias. Todos se desenvuelven en un entorno nacional que afecta el comportamiento del gasto público, la inversión empresarial y el consumo familiar, pero ¿qué empieza el ciclo de economía boyante?, ¿es la inversión pública?, ¿es la apertura de empresas?, ¿es el crédito al consumo?
Muchos piensan que el Estado debe invertir para que las empresas lo hagan también, otros que las empresas deben invertir para que el Estado recolecte impuestos y genere empleos que provocan la demanda de productos y activan la economía. La realidad es que son las empresas las que pagan los impuestos que necesita el gobierno, pero, si hay pocas empresas, los sueldos son bajos y si hay muchas los sueldos suben, como en Nuevo León, la Ciudad de México y Jalisco.

El encargado del fomento económico es primordial para el sano desarrollo social, como lo es la salud y la educación.

Yucatán ha visto tiempos de auge del henequén de 1850 a 1915, luego crecimiento moderado de 1920 a 1940, el milagro económico de 1940 a 1960, donde se industrializó la economía y creció desde dentro; de 1960 a 1985 fue el boom petrolero, de 1985 a 2000, crisis en las finanzas públicas e inflación, y de 2000 a 2018 apertura económica que ha dejado a Yucatán con sectores muy desarrollados y otros en franco deterioro.
Este último periodo también se caracterizó por la transformación de la información a través de internet y creó nuevos negocios y comercio que han trastocado la manera de consumir e invertir por la sociedad y ha afectado negocios tradicionales.

En el gobierno de Rolando Zapata vimos una inversión foránea industrial que fue lo que marcó crecimiento y empleo, pero no desarrolló pymes locales ni a los trabajadores del campo. Necesitamos una persona que entienda la economía digital y la regule, que conozca la importancia del turismo, que valore los beneficios de las tiendas locales, que incluya y conecte a los pequeños industriales a la proveeduría de las grandes industrias, a los campesinos con los insumos de las cadenas hoteleras de Quintana Roo; necesitamos un empresario pyme con experiencia y liderazgo que se identifique con el 95% de las empresas de Yucatán.

Sería un grave error traer atractivos curriculums que han gravitado por las grandes escuelas de fama internacional en una época en que los líderes mundiales se cierran y ponen prioridad a sus economías internas. En Yucatán y en el mundo es tiempo de las pymes.

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