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Como ya es tradición, al estar quitándome de Valladolid decidí desviarme un poco y así poder pasar por el municipio de Kaua, ubicado a escasos minutos de Chichén Itzá, y es que en dicho lugar se encuentra una tradición culinaria que desde hace muchos años ha enamorado el paladar de miles de locales y visitantes: se trata de la famosa Tía de Kaua.

La historia dice que, hace más de 40 años, doña María Antonia se dedicaba al campo, pero cuando la cosecha se perdió por el huracán Gilberto (1988), empezó a vender panuchos, salbutes y empanadas. Poco después, comenzó a ofrecer poc chuc, acompañado de frijoles y tortillas de mano, y las encamisadas, tortillas rellenas de huevo que, a gusto del cliente, pueden ser bañadas de manteca con sal.

Ese domingo traté de llegar un poco después del mediodía, pues es bien sabido que el lugar se llena con facilidad, por lo que es importante estar siempre armados de paciencia, la verdad ahí no importa esperar.

Si nunca has visitado a la singular tía, déjame decirte que te has perdido de mucho; pero no pasa nada, yo te cuento. La entrada principal es una especie de choza, hecha a base de hojas de palma de huano y algunos maderos viejos; al entrar verás a tres o cuatro señoras sentadas alrededor de un comal muy caliente, ahí se están haciendo las tortillas a mano, con un poco de manteca. En otro comal encimado en piedras ardientes, están los cortes de poc chuc, listos para ser entregados a los clientes.

Ya instalado en mi mesa, pedí mi orden de carne, misma que viene acompañada de una buena taza de frijol kabax, cebolla, chiltomate y las tortillas que vimos al llegar. También para amarrar te recomendaría pedir los famosos huevos encamisados, una locura.

Este agasajo no me quitó ni 50 minutos, pero es algo que se disfruta; solo ten cuidado, ya que en el camino pude observar que ya hay como 5 ó 6 restaurantes cuyo nombre se inicia con la palabra tía, entonces, como dicen por ahí, te podrías ir con la finta.

Yucatán nunca dejará de sorprendernos por sus bellezas naturales, sus paisajes, sus olores y sabores, el Estado es único y no dejaré de admirarlo.

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