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Gobernar dentro de un régimen democrático sería mucho más fácil si no hubiera que ganar constantemente elecciones.- George Clemenceau

En estos días de reflexión política, estimulada en parte por las intensas campañas electorales, es menester realizar un breve análisis sobre el tipo de gobierno que queremos. Aunque el texto constitucional determina los alcances y características del tipo de Estado y de gobierno que nos debe regir, la propia Carta Magna no es un documento acabado. Por el contrario, ha sido sometida a muchos cambios en cada sexenio desde su creación en febrero de 1917.

Más allá de argumentos demagógicos, más allá del proceso electoral, las posibilidades de un gobierno eficaz son varias. Una primera sería un gobierno que nos pida pocos tributos y otorgue muchas condiciones, programas, estímulos, servicios públicos, subsidios o cualquier otra cuestión que favorezca a los ciudadanos. Resulta poco lógica esta relación entre gobernante y gobernado. Entre pedir y dar. En tiempos electorales suele hacerse énfasis en dar, en ofrecer sin justificar cómo lo van a lograr, cómo lo van a hacer posible, cuántos tributos o ingresos del Estado van a incrementar para hacer realidad esas bondades de “gobiernos dadores.”

Una segunda posibilidad es que los gobiernos pidan muchos impuestos y proporcionen mucho. Pedir a los ciudadanos el pago de múltiples tributos no es un acto muy popular que digamos; por lo contrario, a la mayoría de los individuos, por lo menos en Latinoamérica, no les gusta contribuir a los gastos del Estado, en parte porque no ven el beneficio directo. Proponer cobrar impuestos significa políticamente la derrota electoral. No obstante, esta forma de gobernar quizá sea de las más sensatas y justas. Aunque parezca una paradoja, el verdadero vínculo real y efectivo del ciudadano con el Estado es el pago de tributos.

Otra alternativa es gobierno que pida poco a las personas y de poco. Aunque caería en irresponsabilidad. Es una especie de gobernar para sobrevivir como gobierno, sin grandes transformaciones ni cobros de tributos. Dice Maquiavelo en El Príncipe: “La mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos”.

Una cuarta hipótesis plantea un gobierno que pida muchos tributos e impuestos y otorgue poco. Es totalmente inadecuado, inmoral, no ético e inaceptable. Aunque no faltarán quienes sostengan que en la actualidad muchos gobiernos tienen esa tendencia. Electoralmente nunca escucharemos una propuesta en tales términos.

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