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La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.- Friedrich Nietzsche

Era una mañana ordinaria. El timbre del teléfono irrumpe el silencio de mi oficina. Con voz muy amable una mujer me comunica que la junta de gobierno de una universidad cuyo nombre me niego a recordar había decidido investirme con el grado de doctor honoris causa. No lo esperaba, empero, en principio, debo reconocer, movió mi orgullo de gloria. Como sostiene Terencio: “Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno”. Por momentos, uno cree que lo poco que ha hecho merece el reconocimiento de muchos. Esa melodiosa voz femenina me trataba como si fuera un premio Nobel, halagos y más halagos. Un primer cuestionamiento interno llega a mí: ¿acaso he realizado tanto para merecer semejante honor? Doctores Honoris Causa verdaderos: Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, ¿pero yo?

En un segundo momento la voz melodiosa de esa mujer me comunica que junto conmigo serían investidas 4 personas más. Esta fue la segunda interrogante que vino inmediatamente a mí. Este tipo de eventos no suelen ser masivos, sino personalísimos. Es un reconocimiento a una persona por sus logros y aportaciones a la sociedad en diferentes actividades de la vida humana. Esto me intrigó aún más sobre la veracidad y valor de esta supuesta investidura.

La tercera y definitiva condición de este doctorado era que los investidos deberíamos “donar” una “módica” cantidad para gastos del evento, de 25 mil pesos. Sumados los 5 “galardonados”, serían 125 mil pesos que, multiplicados por varias ciudades en donde lo realizan, suman millones. Desde luego que con educación le dije que no aceptaba dicho doctorado. Con el que realicé realmente en la UNAM me es más que suficiente.

Es un gran negocio estar repartiendo por doquier doctorados honoris causa. He visto fotografías de políticos mexicanos, que, en busca de gloria regalada, sí le entraron a esta farsa utilitaria. Las instituciones correspondientes del Estado mexicano deben estar atentas para evitar que este tipo de fraudes se sigan produciendo. Dicho sea de paso, también hay que ponerle un alto a todo “colegio” o “universidad” que no cumpla condiciones mínimas de calidad educativa, aquellas que regalan maestrías y doctorados a quienes simplemente pueden pagar. Son las tristemente famosas universidades “patito”: ya otorgan también doctorados honoris chafa.

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