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Genny Negroe Sierra y Francisco Fernández Repetto publicaron un interesante relato sobre dos imágenes de Cristo en el entorno de la ciudad de Izamal, Yucatán.

Se dice que hace muchos años, sin saberse la fecha, llegaron a esa ciudad dos hermanos indígenas de procedencia desconocida.

Eran tan parecidos físicamente y en carácter que se les creía gemelos. Pero uno era un poco más alto que el otro.

Cuando llegaron a Izamal, conocida también como la Ciudad de los Cerros, recorrieron las calles ofreciendo sus servicios y aceptaban cualquier trabajo por humilde que fuera. Los hermanos llegaron a ser muy estimados por ser trabajadores y por su empeño para asistir a los actos religiosos relacionados con el culto a la Virgen de Izamal.

Pasaron los años y los pobladores se percataron de que los hermanos se ausentaban por periodos cada vez mayores.

El más alto fijó su residencia en Sitilpech y el menor en Citilcum, ambos muy cercanos a Izamal. Cada domingo, el mayor regresaba para visitar a la Virgen izamaleña.

El menor asistía a los servicios religiosos en la iglesia del pueblo de Tekantó, también muy cercano a la Ciudad de los Cerros. Cuando les preguntaban por qué escogieron lugares distintos para vivir, contestaban que siempre iban a donde más se les necesitaba.

Después de muchos años, cuando el hermano mayor supo que la Virgen de Izamal iba a ser trasladada a la ciudad de Mérida para que, con su mediación, se remediaran las epidemias, se dirigió a la Ciudad de los Cerros y no regresó a Sitilpech hasta que la Virgen fue devuelta.

A los pocos días, el hermano de Sitilpech anunció que se ausentaría del pueblo. Pidió que su casa no fuera abierta hasta el tercer día de su partida.

En la mañana siguiente desapareció de la población, pero sus palabras fueron seguidas al pie de la letra. El día señalado por él, todo el pueblo se aglomeró en las puertas de su casa con inquietud y curiosidad por saber qué estaba pasando y qué iba a suceder (Continuará).

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