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En la región mixteca del municipio de Jux-tlahuaca, Oaxaca, unos hombres efectúan rituales para pedir que caigan las lluvias en las comunidades agrícolas. Así lo consigna Amada Orduña Garrido.

En un barrio de la cabecera, se hizo un estudio que mostró la continuidad de ciertos elementos de la cosmovisión mixteca prehispánica.

Al igual que otras etnias del país, los habitantes de este barrio consideran que las montañas, las cuevas y los ríos son sagrados porque guardan agua y alimentos indispensables para los humanos.

Las montañas conectan al pueblo con el mundo celestial; las cavernas conducen al inframundo, y el agua de los ríos genera el símbolo que se personaliza en el dueño mítico del lugar, además de fecundar la flora y la fauna.

Los chamanes, llamados rezanderos, continúan con los rituales ancestrales, que en tiempos prehispánicos fueron el culto oficial.

Ellos conciben a la cueva como el útero de la Madre Tierra y por ello es considerada un sitio sagrado.
La fiesta, que se hace en honor a San Marcos, se realiza en las cuevas y es para pedir que caigan las buenas lluvias.

El sentimiento religioso prehispánico no se destruyó, solo se transformó. El paisaje ritual está integrado por varias grutas localizadas en diferentes alturas de las montañas.

Las cuevas húmedas, son aquellas de donde emergen corrientes de agua: la Cuevita del Agua, la Cueva del Perro y la Cueva del Agua Azul.

En estas dos últimas hay petrograbados prehispánicos. Otras cavernas se clasifican como secas; por ejemplo, la Cueva de Ciquinamaní, la de la Golondrina y la del Músico Encantador.

Los mitos suelen tener un sustento material que aumenta su credibilidad. En este caso, la idea mitológica de que las montañas guardan el líquido se ha conservado quizá por la percepción directa de observar la acumulación del agua en el interior del cerro y verla brotar por las cuevas, asegura Orduña Garrido.

En los rituales, las plegarias de los rezanderos se dirigen a una extraña y poderosa entidad mítica llamada Tabayuco (Continuará).

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