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Ya hace varios años un amigo había hecho el curioso comentario de que muchas personas adultas parecían zombíes caminando por la calle sin fijarse en nada, viendo la pantalla del teléfono, como perdidos en el dispositivo, quizás hasta arriesgando la vida.

El año pasado, según un estudio publicado por el periódico español El País, se reveló que desde 2012 los jóvenes en Estados Unidos estaban viviendo una reducción en su tiempo de dormir, pasando de ocho a siete horas, siendo que el tiempo recomendado en la adolescencia es de nueve horas, lo que se traducía en una falta de sueño, resultado principalmente del uso del dispositivo y la conexión a internet (y las redes sociales) antes de irse a la cama.

La misma investigación también relacionó la falta de sueño con problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad; incluso, los adolescentes reconocían que usaban el celular mientras se suponía que estaban durmiendo, una práctica que denominaron “vampirismo” (por permanecer en la noche en vigilia).

Ahora, un estudio del Instituto Mexicano de Medicina Integral del Sueño afirmó que casi el 10% de los jóvenes mexicanos se duermen en clase y tienen bajo rendimiento escolar por el uso del celular y otros aparatos en horarios nocturnos, coincidiendo en que la mayoría ya duerme alrededor de 7 horas al día, quizás igualando a lo que dormimos ya la mayoría de los adultos en el país.

No dormir bien causa un desajuste en el reloj biológico, que coordina no solo el ciclo sueño-vigilia, sino también el control de la temperatura corporal, la producción de hormonas, la regulación de la alimentación (lo que produce obesidad en algunas ocasiones) y hace que nos sintamos somnolientos.

La facilidad de llevar con uno los dispositivos móviles a cualquier lado que se vaya de nuevo prende otro foco rojo, que se suma a lo que ya se considera más peligroso y mortal, que es utilizarlo mientras se conduce el automóvil.

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