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Ya han pasado más de 365 días, y allende vaivenes y turbulencias, el barco sigue viento en popa. El camino no ha sido fácil, pero se disfrutan las pequeñas victorias, y también nos hemos crecido ante los errores; estos últimos, sin duda, son los que aceleran el proceso de maduración. Así, en amena charla, degustaba una taza de café con joven director de una empresa.

Sin duda los tiempos difíciles son la constante, y nos desgastamos buscando razones o culpables. En realidad, tenemos que entender que los escenarios han cambiado y ya no podemos darnos el lujo del ai se va, no me corresponde o el deleznable evitar asumir nuestra responsabilidad. Cuántas veces no hemos visto a empleados matar el tiempo y, con evidente falta de ética, esperar a que el siguiente turno se encargue de resolver delicado problema. Paulatinamente vemos cómo se esfuman de forma presta las otrora “glorias pírricas” de ver quién hace menos; ahora sí hay que trabajar de sol a sol, cuidando no perder lo que tienes.

Esto lo menciono toda vez que por doquier escuchamos quejas y lamentos ante las exigencias en el desempeño de cualquier labor. Sí señores, más horas, misma paga; más responsabilidad, más ojos que vigilan y más instancias que de forma honesta, pero no siempre bien guiada, presionan a dar respuesta a quejas. La satisfacción del cliente no es un lujo, se ha convertido en obligación, y me refiero al colectivo que recibe cualquier servicio, que allende la prepotencia y supuestas canonjías que exigen algunos, olvidando que en este mundo todos somos iguales, tan humanos, sensibles y propensos al quebranto de la salud.

Lo dictado cae como anillo al dedo, aun teniendo fresca nuestra columna de la semana pasada en Milenio Novedades: “Asesinos de la creatividad”. En retrospectiva nostálgica, todavía recuerdo a mi abuelo don Jacinto Herrera Guerrero, a quien vi trabajar hasta el ultimo día de su existencia, a sus 73 años. No había jubilación y no todos tenían seguridad social; murió de un infarto fulminante. El ciclo en lo que se refiere a entregarse hasta el último día retorna, convirtiendo en historia la época de jubilaciones y pensiones a los 50 años. De las afore, cual pasaje lamentable, no vale la pena hablar.

Los de la generación X entenderán mejor mis reflexiones. Los milenials y centenials son la esperanza de allanar la transición generacional y todo lo que lleva implícita.

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