|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Muchas veces, al salir de la Universidad, he tenido que caminar por las calles con la cabeza baja esperando que de esa forma nadie me grite algo que no quiero escuchar. Una historia que se ha repetido tantas veces que un compañero de clases me ha acompañado día tras día hasta donde tengo que ir porque así sé que no va a suceder, porque así me siento un poco más segura.

Pero no es lo único.

Una y otra vez mis padres me han dicho que mi hora de llegada de una fiesta es a las once de la noche, no más. Una y otra vez me han dicho que no puedo regresar sola de algún lugar porque “me puede pasar algo”.

Pero eso tampoco es lo único.

En el mes de febrero se leía y escuchaba en las noticias que había ocurrido el primer feminicidio en Yucatán. Desde ese momento no ha habido un alto a estas situaciones. La lista ha ido en aumento, desde mujeres de veinte años hasta niñas de seis años que todavía no entienden lo peligroso que a veces puede ser el mundo.

Pero el problema no está solamente acá, está en todos lados: la vida de las mujeres muchas veces acaba por el hecho de ser mujeres. Como si serlo fuese un delito o una equivocación.

Cada día muere una de nosotras, cada día alguien que decidió conocer el mundo sola es asesinada, cada día alguien que decidió ir con sus amigas no vuelve a casa, cada día una mujer muere, y entonces, como si fuera su decisión ser asesinada, la sociedad culpa a la víctima y no al asesino.
Culpa a aquella que sufrió y no a aquel que la hizo sufrir.

Y es que cada vez que sucede, escucho las repetitivas frases: “Es un peligro que corremos todas” o “no podía tener otro final”. La verdad es simple: muchas veces no entienden que tenemos que mirar una y otra vez sobre nuestro hombro para asegurarnos de que nadie no está siguiendo.

Pero, sobre todo, no entienden que ser mujeres nunca será una invitación para que tomen nuestra vida y hagan con ella lo que quieran o acaben con ella de la forma que quieran.

Debemos hacer entender que todas y cada una de nosotras somos importantes, porque somos hijas, hermanas, amigas, sobrinas, novias, esposas; somos mujeres, pero sobre todo somos humanos.

Lo más leído

skeleton





skeleton