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Esta semana me ha asombrado escuchar los comentarios de personas que se acostumbraron tanto a convivir con la estadística de fallecimientos que se registran a su alrededor a causa de la inseguridad que nos rodea, que inclusive hacen apuestas sobre hasta dónde llegarán los números.

Para mí quizá lo más increíble fue la conversación de una mujer a la que considero en extremo caritativa y llena de ganas de ayudar a los demás contarme que estaba entusiasmada, ya que había ganado una comida a sus compañeros de oficina por la cifra de muertos que reportaría la autoridad. Ella se había acercado más que los demás

Me horroricé. La simple imagen me hizo reflexionar sobre el cerebro humano y sus distintas formas de acostumbrarse a una realidad que nos quita la capacidad de asombro.

Me cuestiono si nos estamos acostumbrando a convivir con los balazos. La encuesta nacional de seguridad pública urbana que reportó el Inegi en su levantamiento de marzo de 2018 indicaba que el 76.8 por ciento de la población adulta en México consideraba que vivir en su ciudad era inseguro.

En esa fecha, Cancún tenía un porcentaje de 93.2 por ciento de personas mayores de 18 años y más que consideraban que vivir en su ciudad no era seguro. A eso se agregan situaciones más específicas sobre los sitios donde tienen más intranquilidad y los hábitos que modifican. Uno de ellos es la perspectiva de cómo te acostumbras a tu alrededor.

No estoy diciendo que tenemos que vivir aterrorizados, lo que sucede es que me da miedo entender que nos hacemos insensibles a la muerte. A esa que celebramos en lugar de conmemorar los días de hanal pixán.

Mientras yo aprovecho que es lunes y que aún quedan días de octubre para buscar personan con las cuales conversar sobre las maravillas de la vida. ¡Que sea feliz!

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