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Los medios han sido invadidos por notas y columnas que retratan una sociedad necesitada de cambios: mujeres asesinadas por ser mujeres, estudiantes desaparecidos, niños robados, muros que impiden el paso a una mejor vida, con que robar un pedazo de pan se castiga con más años de cárcel que robar “algunos” millones de pesos.

Hace unos días leía un artículo publicado hace ya un tiempo y que celebraba los 107 años de la Revolución Mexicana; por ese hecho no pude evitar pensar en las situaciones que enfrentaba la sociedad de aquella época que, a mi parecer, son sumamente cercanas a las de la actualidad, o tal vez debería decir las mismas.

Adivinaron, no hablo del inigualable crecimiento económico que México disfrutó dentro del porfiriato, sino de todo aquello que los llevaron a rebelarse; estoy hablando de la corrupción, la gran brecha entre clases sociales, las precarias condiciones laborales, la nula libertad de expresión, todas esas situaciones causadas por un gobierno que prometió y no cumplió (aunque he de decir que, a diferencia de nosotros, a ellos por lo menos les dejaron vivir algunos años buenos), pero que por alguna razón ellos sí castigaron, mientras que nosotros nos rehusamos a hacerlo.

Debo decir que este tema últimamente ha sido de debate recurrente en mi entorno, unos alegando que el miedo se apodera de la sociedad y es por eso que escribimos pero no hacemos, otros culpan a las redes sociales de crear un mundo alterno donde se cubren las fallas y se exaltan las buenas acciones, otros -y en ese grupo me incluyo- alegan que vivimos en un mundo que avanza tan de prisa que nuestros recuerdos son a corto plazo, pero cómo me gustaría que no fuese así, cómo me gustaría que nuestra memoria haga un buen trabajo y nos haga recordar que, más de una vez, vidas han sido interrumpidas porque decidieron usar la palabra como su única arma, que otros han desaparecido sin dejar rastro y que niños nunca pudieron volver a sonreír porque su única esperanza fue simplemente agua destilada disfrazada de una posible cura.

Me gustaría que nuestra memoria fuera a largo plazo para que por unos días dejemos de escondernos detrás de un teclado y una red social, para que salgamos a la calle y luchemos por todo lo que nos han quitado, para destituir del poder a todo aquel que no merezca ejercerlo, para defender a quienes nos necesitan y honrar la memoria de quienes ya no están.

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