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Leo que en algunos pueblos indígenas la ley que protege los usos y costumbres se ha vuelto, en algunos casos, un motivo de impunidad e indiferencia. En algunas ocasiones escribo mis obras basándome en algún hecho real extraído de la nota roja, es así que he leído casos donde el j´men del pueblo realiza prácticas abortivas donde el bebé o la madre del bebé (generalmente una adolescente) mueren, se levantan las denuncias pero el culpable no va a la cárcel amparado en la ley de usos y costumbres. Leí el caso de una familia de ancianos que perdió su casa en el huracán, un norteamericano les reconstruyó la casa y como ellos no tenían ni un peso decidieron, como pago, regalarle a su pequeña hija. El norteamericano fue a levantar una denuncia de hechos para que constara que él no aceptaba el “regalo”.

Se habla también de casos de incesto donde el padre abusador, al ser detenido, argumenta que la mujer es su hija y por lo tanto es de su propiedad. Recuerdo el caso específico del recién nacido de Umán asesinado por el j´men, previamente éste había aleccionado a la madre y a la abuela del bebé, haciéndoles creer que el bebé era el diablo. Ellas creyeron ciegamente en el j´men y no dudaron en matar al niño. Nadie fue a la cárcel por ese hecho, nuevamente la ley de usos y costumbres fue el escaparate perfecto para la impunidad.

Esta ley, muy señalada, criticada e incluso que ha sido pedida a revisión, permanece ahí como un silencioso asesino que cobra vidas y jamás es puesto ante la ley. Por si fuera poco, leo que las mujeres son las más afectadas por estos casos, en temas de incesto, abortos, trata de menores; la ley de usos y costumbres es lo suficientemente larga y ancha para permitir que todo pase.

Ninguna ley debe estar por encima de los derechos humanos, y menos si esa ley permite actos de horror, ignorancia e impunidad: la grandeza de los pueblos indígenas en ocasiones se ve rebasada por la maldad… por la ignorancia, por el odio. Urge una revisión de dicha ley… y de aquellos que no hacen nada cuando las costumbres matan.

Que la impunidad no se vuelva costumbre, que el correr gratuito de la sangre no se vuelva costumbre. Yo amo profundamente mis raíces y mis costumbres, es algo tan sagrado que alimenta lo que escribo y la esencia de mi teatro, ojalá quienes pueden cambiar las pequeñas cosas, las leyes que abren puerta a la impunidad, lo hagan pronto; a favor de nuestro pueblo y de todos los pueblos del mundo.

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