Por invitación de mi amigo Roldán Peniche y su esposa Marisol, asistí a una reunión del Grupo “Ahxiimbal, El Caminante”, en la hacienda San Antonio Cucul.

Inolvidable experiencia. El casco de la hacienda, reacondicionado con muy buen gusto y realzado con interesantes anécdotas que se protagonizaron en este sitio, fue el marco en donde una vez más pude constatar que en Yucatán el talento y el buen gusto se dan sin limitaciones.

Los señores Miguel, Erick y Rodrigo Rubio Barthell, con sus respectivas familias, fueron los anfitriones que con un selecto número de invitados lograron una reunión de esas que no solo se quedan en la memoria, sino que se instalan en el corazón.

Gracias señores por permitirme disfrutar del talento de poetas y declamadores que con piezas oportunas para la ocasión dieron vida con su innato histrionismo, para mi gusto de un nivel realmente alto, a diversos autores conocidos y a otros no tanto, pero cuyas obras deben figurar en los más selectos poemarios.

Se leyeron poemas finamente construidos, como el del nieto que rememora a su abuelo, hablando de pájaros que dejó en libertad.

También otra obra que me propongo disfrutar de nuevo, relacionada con un hijo que se dirige a su madre, derrochando forma y contenido al unísono… muy poco común.

Para las emotivas voces de nuestros anfitriones y las conmovedoras, lo digo con total seguridad, magistrales interpretaciones de las señoronas (disculpen mi emoción) Rosa Elena y Gloria Agüero López, el maestro Roldán Peniche, Víctor Campos, sin reservas convincente en su decir, y Walter Méndez, que nos llevó al culmen de la emoción, por mencionar solo a algunos por razones de espacio en esta nota, mi admiración y total reconocimiento.

Todos y cada uno de los actuantes merece un espacio aparte y me prometo hacerlo.
El vino y los bocadillos, acordes con la ocasión, excelentes.

Si reuniones como ésta se hicieran con más frecuencia en todos los ámbitos sociales de Yucatán, estoy seguro que tendríamos una sociedad mejor, digna de esta mágica tierra.