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Anastasio Somoza ya no es el último dictador de Nicaragua, su acérrimo enemigo político, Daniel Ortega, le arrebató la bandera. El antiguo dirigente del Frente Sandinista se ha convertido en un autócrata aprobado por los votos incondicionales bañados por demagogia tropical con visiones de realidad; recortar las pensiones a los jubilados, cuando había prometido lo contrario, y aumentar impuestos a los trabajadores y empresarios es puerta abierta a fuga de inversiones y crecimiento del desempleo y pobreza. A Daniel Ortega, el ex revolucionario, se le aplica el antiguo paradigma de los setenta del siglo pasado: contra lo que luchas a los 20, será lo que defiendas a los 40.

En más de una década y media ejerciendo de forma pautada el poder presidencial, no ha logrado cambios en la calidad de vida de una población que vota por su tirano favorito emanado del cuerpo de dirigentes del sandinismo, que inauguraron la corrupción revolucionaria, el enriquecimiento ilícito y el caudillismo.

La vieja canción de Mejía Godoy: Juancito, juan tiradora, el himno de los sandinistas se ha vuelto a escuchar entre los jóvenes “golpistas y vándalos” que esperan un poco más que palabras. Otro que espera el ansiado reino de Dios en la tierra es Ernesto Cardenal desde Solentiname, baluarte de la revolución cultural, actualmente arraigado en su domicilio, habla pero su voz no se difunde; el poeta, sacerdote y revolucionario sufre voto de silencio político a cambio de una limitada libertad. Con noventa y tres años a cuestas, es un referente cultural, por eso duele que el escritor esté amenazado por sus antiguos compañeros de batallas.

Fiel al marxismo y al cristianismo, según sus propias palabras, se mantiene crítico a los traidores del pueblo, ni siquiera la amonestación y suspensión de administrar los sacramentos, ordenada por Juan Pablo II lo amedrentaron. Fiel a la Teología de la Liberación, se ha mantenido vigente en la predicación del evangelio.

La obra de Cardenal es inmensa, pero por alguna situación me enternece la lectura de la Oración por Marilyn Monroe, a mí parecer es la más aguda crítica a las estructuras sociales desde una oración religiosa, lo imagino arrodillado con la cerviz doblada solicitando la venia del juez para no fincarle sentencia a su defendida. Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes/ para la tristeza de no ser santo se le recomendó el psicoanálisis.

Por esto y mucho más, solicito a Ortega: paz para Cardenal.

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