He sido invitado a varias reuniones para departir con candidatos durante las actuales campañas políticas y en ellas he escuchado que los personajes centrales ofrecen trabajar para la comunidad, pero de ninguno he oído que se exprese con estadísticas y cifras que hablen de una realidad que se compromete a mejorar. Se refieren a situaciones generales y la mayoría de los asistentes nos limitamos sólo a que se note nuestra presencia, por si este candidato llegara y ratificarle nuestra adhesión a la hora de despedirnos. Se desperdicia así la oportunidad de cuestionarlo y ponerlo en situación de asumir compromisos concretos, que respalden la presencia de nuestro voto personal si así fuera. Se guarda la compostura, ya que no hay que poner en un compromiso a quien nos invitó, incomodando al candidato.

Creo que la fórmula está equivocada, ya que es la oportunidad de decirle en corto y con cierta confianza las cosas que, según nos parece, no ha hecho bien, y lo que queremos que haga en caso de ganar la elección.

Estas reuniones son realmente de adhesión y el propio candidato pierde la oportunidad de establecer un diálogo fuerte con quienes tienen algún interés en su triunfo electoral.

Da explicaciones a modo, sin que nadie acote si le parece o no ni le solicite mayor aclaración del tema, lo cual sólo resulta ser una traducción de lo que sucede en las altas esfera, cuyo entendimiento no está al alcance de simples mortales como los asistentes.

No se hacen preguntas como: ¿está usted de acuerdo, o deme su punto de vista personal, con el aborto? y exigirle se pronuncie sin rodeos, o ¿qué piensa usted respecto a que matrimonios del mismo sexo adopten niños?, o ¿por qué no buscó la gubernatura como independiente? y seguir con ese tipo de preguntas que nos darían un mayor conocimiento de quién es el candidato, fuera de las cámaras de un debate oficial.