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Las primeras décadas de un siglo marcan líneas por las que habrá de caminar durante el tiempo restante. Hace cien años, la Primera Guerra Mundial acabó con una época de la historia e inició un mundo nuevo. La caída del Imperio Austrohúngaro así como la del Imperio Otomano no sólo supusieron masacres y genocidios sino que cambiaron para siempre las fronteras en el orbe entero.

El mismo concepto de la palabra “imperio” fue modificado. De las testas coronadas del Siglo 19, como las de Victoria, Francisco José o Nicolás II, se pasó a las grandes corporaciones empresariales norteamericanas, los frágiles equilibrios europeos, los inventos de fronteras en Asia y África y la aparición de los regímenes totalitarios, todo lo cual estalló en la Segunda Guerra Mundial, continuación de la anterior y horno de otra guerra, la fría, con la consolidación de los imperialismos yanqui y soviético.

Las caídas del Muro de Berlín y, pocos años después, de las Torres Gemelas marcaron el final del Siglo 20 y el caótico inicio del 21.

Entre estos dos monumentales derrumbes hemos malvivido las dos primeras décadas de un siglo que ya alcanzó la edad de votar (los 18 añitos) sin saber por quién, puesto que no puede creerse la retórica electoral de nadie y, sobre todo, sin las menores ganas de hacerlo.

Parecería que, a la inversa de “el moderno Prometeo”, dos siglos después, el doctor Frankenstein, de Mary Shelley, no busca diseñar un ser vivo a partir de trozos de hombres muertos, sino que busca diseñar un monstruo a partir de trozos de seres vivos. Al menos, en las urnas eso parece. El Brexit y Donald Trump son prueba fehaciente de los monstruos que un elector Frankenstein actual, perdido todo el romanticismo de su ancestro, busca crear no sólo para desquiciar todo (lo cual sería una postura anárquica discutible pero comprensible) sino para dispararse a sí mismo en los pies, los pechos y las gargantas.

Escribo esto mientras en Cataluña se envenena el ambiente, en Italia no llegan a ganar los antisistema y la derecha de la Liga Norte crece. Lo mismo que en Alemania y Austria el neonazismo. Xi y Putin, en China y Rusia, se lanzan a sus respectivas presidencias vitalicias. Y, en México, las campañas son trampas, berrinches y tanteos.

Y estas son apenas las líneas del diseño de cuanto habrá de ser el Siglo 21.

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