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“Escribe sobre tus pies. Escribe sobre el hielo que se derrite en tu vaso…”, éstas fueron las palabras del poeta Fernando Espejo cuando le preguntaron qué pensaba de los grandes temas en la literatura. Y es que, como lectores, se nos ha enseñado que en los libreros debemos tener siempre un ejemplar, de preferencia abatido por el tiempo, del Quijote. O una versión bilingüe de las obras de Shakespeare que nos ha obsequiado una tía lejana. No puede faltar un Balzac.

La ausencia del Nombre de la rosa sería una auténtica vergüenza para los invitados que esperan en la sala, impacientes, a que les sirvamos una taza de café soluble.
Y mientras ese gran librero empieza a ser poblado por cantos épicos, guerras napoleónicas y dramas de caza, ¿a dónde podremos mandar los pequeños ejemplares de cuentos que nos ha legado el fantástico escritor uruguayo Mario Levrero?

Tendremos que meter esas pocas líneas sobre encendedores, sobre perros que vuelven a casa, o sobre conejos, a algún sitio debajo de los muebles. Nuestras malas traducciones del israelí Etgar Keret deberán ser exiliadas al rincón de las verduras en el refrigerador.

“Yo trató de no pensar mucho cuando escribo”, confiesa Henry Miller, después de echarse a reír frente al reportero que aprovechó el momento para cuestionarle acerca de sus novelas. Y quizá pensaría que el mejor sitio para poner Sexus o Trópico de Cáncer sea en los armarios, donde permanecieron por años obras suyas y del Marqués de Sade o del mismo Oswaldo Lamborgini, a causa de ser políticamente incorrectos.

Voto por una biblioteca de las cocinas, en la que podamos depositar con toda libertad una edición viejita del libro menos conocido en el cajón de los cubiertos. Hay algo en la composición de ciertos textos, detalles como la calidad de un buen pan, que nos hacen preferir la cotidianeidad en lugar de la historia, Keret en lugar de Carver. Voto por una literatura de la mala gastronomía, por la sencillez de la poesía conversacional o la aparente simpleza de la novela policiaca. Voto por los libros que, a falta de vitrina, se exhiben en la librería de nuestra memoria.n

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